La enseñanza y los maestros están llenos de rituales anticuados. Estamos en la era donde los rituales vienen en decadencia. Si los profesores no entienden que la humanidad está derrumbando los rituales, van a quedar atrapados entre las ruinas de rituales pedagógicos que caen estrepitosamente.

La educación y el profesor tienen que entender que es imposible sacar los avances digitales de las aulas de clase. Quiéralo o no, el profesor tiene que ser más digital y menos análogo. Los profesores análogos no sobrevivirán. Cada avance digital se mete sin permiso en los jóvenes, en los salones de clase y en la cotidianidad de la gente. Los profesores no pueden seguir haciendo lo mismo porque se convertirán en muros.

Hay que voltear las aulas de clase al revés. El profesor pasa de pontífice sabelotodo a guía. El profesor debe ser curador de información; así como los curadores de arte saben de las mejores obras, el profesor orientará a la mejor información. El maestro debe ser un generador de preguntas, un ilustrado motivador; debe ser dulce para la ciencia y pedagogo de habilidades y emociones para la vida.

Antes, el profesor podría enseñar errores y los alumnos ni se inmutaban. Hoy, cualquier error se detecta al instante por la información de mano de los aparatos digitales. Los estudiantes de hoy se pueden adelantar a las enseñanzas del profesor. Antes, el profesor guardaba el conocimiento como en cajas fuertes; eso es un ritual derrumbado.

Los profesores tienen otros papeles que no desempeñan. El ritual más poderoso del profesor era el poder de la calificación, ya se extingue. Vigilar a los estudiantes es otra misión derrumbada del maestro; orientar a cambio de vigilar. Perseguir la memoria de los estudiantes y obligar a recitar de memoria las enseñanzas es función vetusta; la buena memoria es tarea de aparatos digitales. Tampoco debe preocupar el número de estudiantes ni las paredes de las aulas. Las clases magistrales van a desaparecer o a transformarse en multitudes virtuales.

Lo triste es que hay maestros que se niegan a dejar el pasado. La batalla la perderán los que viven de hacer siempre lo mismo. Para hacer de lo mismo hay mucha gente, para pensar diferente, poca.

Una pregunta para toda Colombia: ¿Nuestros profesores son análogos o digitales? La respuesta puede ser dolorosa.