Por: Balmore González Mira
En los dirigentes políticos es muy normal adquirir el mal hábito de decir mentiras. Quien no las dice se convierte por lo general, para el común de ellos, en un mal político.

Siete mentiras por día en promedio fue el cálculo que analistas le hicieron al saliente presidente de los Estados Unidos, según un estudio de todas sus actuaciones y expresiones en redes sociales, Twitter unas de sus favoritas. Calificativos de loco, medio desquiciado,  incapaz, incompetente, soberbio, estarán en el menú diario de quién fuera capaz en un solo día, el 6 de enero, de destruir con sus palabras y la incitación irresponsable, lo que una nación había construido en más de 200 años. Confianza en su férrea democracia.
 
La soberbia, el egoísmo, la prepotencia hasta en los poderosos es castigable y así lo hizo el electorado norteamericano con su saliente presidente. El presidente al que su ego no le permitió admitir que haya sido derrotado, nos ha dado un gran ejemplo de lo que no debe hacerse; la humildad en el triunfo y en la derrota son tan necesarios, como útiles y visibles.

Buen viento y buena mar al nuevo Presidente de los Estados Unidos que ha comenzado con paso firme y seriedad, sin protagonismos excesivos,  a gobernar con respeto, tino, prudencia y competencia a la nación más poderosa del mundo.

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