Por: Balmore González Mira

La certeza de la existencia del COVID19 con sus millones de infectados y las ya abrumadoras cifras de muertos en el mundo, y  de conformidad por lo expresado por la Organización Mundial de la Salud y la Organización Panamericana de la Salud, donde vaticinan con soportes científicos que vendrán semanas peores, si no nos cuidamos responsablemente, hacen presagiar que en el mundo y obviamente en Colombia, los tiempos serán más difíciles de lo previsto al inicio de esta contingencia.

La responsabilidad, seriedad y sencillez con que el Presidente de la República ha manejado este asunto, acompañado de especialistas y sin el más mínimo asomo de soberbia o de protagonismo, han mostrado resultados muy positivos, así haya habido muertes y miles de contagios, pero otra sería hoy la lectura de no haberse tomado a tiempo las medidas que son bien conocidas.

Siempre a la espera que se sigan salvando muchas vidas, pues es lo único, indefectiblemente, que no podrá recuperarse, los vientos anuncian épocas de crisis y recesión económicas como nunca antes se habían registrado en la historia de la humanidad. La caída de los mercados,  el desempleo galopante, los delitos menores, el hambre colectiva, la baja inversión y la poca circulación de dinero ante la quiebra de muchas empresas y el aumento de la informalidad,  marcarán unos gobiernos, que como el nacional, va acercándose a la mitad del período, y los departamentales y municipales, apenas comienzan.  Sus planes de desarrollo tendrán que ser reformulados y habrá que acudir a la innovación para llegar a sectores básicos como el agropecuario, para desde allí, empezar a construir de nuevo una sociedad que no soporta el desabastecimiento de la cadena alimenticia, como su primer preocupación o padecimiento.

Tendrá que haber mucha sensatez para entender a los gobernantes ante la imposibilidad de algunas ejecutorias, pero tendrá también que existir toda la vehemencia para castigar a los incapaces de gestionar, a los mentirosos y sobre todo a los corruptos que ante esta situación se aprovechan para quedarse con los recursos de los más desprotegidos.

Las puertas deben abrirse para escuchar las propuestas positivas para salir de la crisis; deberán seguir cerradas para aquellos que en vez de ser propositivos, están criticando con un ánimo politiquero o calculador, solo pensando en aspiraciones personales o partidistas, cuando ahora lo que clama bondad, comprensión y solidaridad son las comunidades más vulnerables, con sus necesidades básicas desnudadas aún más por la cuarentena que tiene como objetivo principal, salvar vidas.