“Si no se parte de actitudes y reflexiones desapasionadas, reales, sinceras y honestas, el estado de desconfianza y desconcierto no cesará y el resultado inevitable será el fracaso”.

Por: Héctor Jaime Guerra León* – Medellín.

Actuar “sin desconocer la autonomía e independencia judicial” y –a mi juicio con una postura más calmada y de concertación política, sin tanta arrogancia y parcialidad, como se le ha notado en algunas de sus últimas alocuciones, se le ha exhortado al señor presidente de la república, en reciente fallo de tutela. Aunque parece que los efectos de revanchismo y el ímpetu virulento e improvisado que se veía en el gobierno por el apasionado y arrogante liderazgo de su partido y tal vez hasta por los ímpetus que son propios de la juventud, ha venido desapareciendo y, probablemente, por la fuerza de los hechos, que infortunadamente no han sido los más favorables, también se han tenido que ir desacalorando los ánimos. Eso es muy bueno para el futuro arreglo que -a todas luces- debe liderarse en el país, so pena de seguirse incurriendo en desaciertos y errores que hacen ver a Colombia en el abismo no solo por los colombianos, sino también en el mundo entero. No sin razón ya en muchas partes nos ven en grave crisis. Ya no somos la sociedad feliz que solíamos ser a pesar de las adversidades que siempre hemos afrontado.

Las declaraciones (actuaciones) del señor presidente deben despejar el camino de concertación política que se está esperando, para que a través de una verdadera convocatoria ciudadana se concilien y apacigüen los espíritus y podamos de nuevo retomar y continuar con el proceso de paz y de reconciliación nacional que a decir verdad hoy se encuentra enredado y en alto riesgo de sucumbir por falta de compromiso, entendimiento y coherencia en las políticas, esfuerzos y valores que lo han originado.

¿Cómo podrían tener éxito el gobierno, los partidos, los gremios económicos, la iglesia y todas aquellas organizaciones sociales que hacen parte de la sociedad civil, que quieren participar y contribuir al gran arreglo nacional, si ni siquiera se han podido poner de acuerdo entre sí para diagnosticar, concretar y priorizar sobre cuál habría de ser el rumbo que habrá de dársele a todas aquellas actividades y proyectos que hagan posible que definitivamente, algún día, podamos disfrutar de paz verdadera en el concierto geográfico, social, institucional y político de nuestra amada pero maltrecha patria?.

Un sabio y gran proverbio árabe enseña: “hombre conócete a ti mismo y podrás conocer al universo e incluso a los Dioses. Dentro de ti mismo se encuentra la verdad, la belleza y el bien” Debemos conocer y evidenciar primero nuestras dificultades, errores y falencias, para -con lealtad y sinceridad- respetar a los demás, reconociéndoles su importancia, sus méritos y la necesidad de su apoyo y participación para la eficaz y real materialización de los ideales y proyectos comunes. Las vías unilaterales y autocráticas no conducen a ningún puerto fiable, cuando lo que se persigue es la unidad, la armonía y la confraternidad de toda la Nación.

Si no se parte de actitudes y reflexiones desapasionadas, reales, sinceras y honestas, el estado de desconfianza y desconcierto no cesará y el resultado inevitable será el fracaso. Es indudable que hace falta más compromiso, entrega y dedicación a dichas prácticas y tareas. Los gobernantes y los partidos políticos, no podrán seguir viendo los crueles fenómenos de barbarie y descomposición social que están azotando al país, como una oportunidad para ganar adeptos y aumentar los índices de opinión publica- fama e imagen personal y/o institucional. Las profundas raíces que han alcanzado los grandes males que carcomen a Colombia, ameritan altos niveles de entrega y desprendimiento de intereses unilaterales, para entender sus reales causas y sus posibles soluciones. No se pueden alcanzar las grandes y urgentes soluciones nacionales, haciendo demagogia, en muchos casos hasta con arrogantes, elocuentes y sorpresivas declaraciones- reflexiones y propuestas, que no se concretan efectivamente y que se olvidan tan fácilmente como se han prometido.

La soberbia y la improvisación, no pueden seguir propiciando que el país siga al garete, ni al birlibirloque del tumbo en tumbo que generan los meros anuncios oficiales, sin saberse a ciencia cierta qué es lo que ciertamente se requiere y para dónde es que vamos en esta loca carrera que de seguir así no nos conducirá a nada bueno.

Se anuncian muchas alternativas, como referéndums, reformas institucionales y sociales de todo tipo, las mismas que se esfuman rápidamente; mientras tanto, crece la delincuencia y cada vez se pierden más y más territorios e importantes áreas de la geografía nacional; el desempleo aumenta a ritmos galopantes; la pobreza se apoderada y agobia a un alarmante número de habitantes de la geografía nacional. El crimen organizado ha alcanzado niveles insospechados, permeando sin control la institucionalidad pública y privada a niveles que le causan estupor hasta el más desprevenido de los ciudadanos, sin que se haga nada serio para evitarlo y castigar a los responsables. Mientras todo esto ocurre, el gobierno, los partidos políticos y las instituciones sociales responsables de la gobernabilidad, no han sido capaces de hacer nada productivo para unificar propuestas y emprender caminos que conduzcan a soluciones reales que –por lo menos- permitan crear confianza y concretar acciones que hagan ver al Estado más consolidado y a un régimen con más firmeza y determinación frente a lo que verdaderamente hay que decir y hacer ante tan dramáticos estados de anarquía y descomposición.

Es hora de que nuestros gobernantes asuman posturas más reflexivas y democráticas, menos radicales y omnímodas, y entiendan la necesidad que existe de insistir en cumplir los mandatos legales, constitucionales y ciudadanos que han jurado obedecer y los que han generado los acuerdos que el país ha logrado en materia de paz y derechos humanos, compromisos que se deben cumplir sin ambigüedades, posturas arrogantes e insulsos personalismos.

Ahora el dialogo y los acuerdos deberán ser con todos y cada uno de los partidos y sectores sociales y, en especial, con los afines al gobierno, no con uno solo de ellos –como parece que es lo que sucede- para generar los acercamientos, objetivos y consensos que son indispensables y poder ponerle freno a la horrenda ola de criminalidad, ingobernabilidad y desorden que afecta al país, sin que hasta el momento haya sido posible construir los diques de contención y redención que son necesarios.

Para ello habría que volver –sin tanta palabrería, por los fueros del respeto por la institucionalidad y los sagrados principios que rigen la Unidad Nacional, respetando la autonomía de la ramas del poder público y pensando realmente solo en lo que ordena la constitución ( que es la voz del pueblo) “ servir a la comunidad, promover la prosperidad general y garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución; facilitar la participación de todos en las decisiones que los afectan y en la vida económica, política, administrativa y cultural de la Nación; defender la independencia nacional, mantener la integridad territorial y asegurar la convivencia pacífica y la vigencia de un orden justo”.

¿Será ello posible?

* Abogado. Especialista en Desarrollo Social y Planeación de la Participación Ciudadana; en Derecho Constitucional y Normas Penales. Magíster en Gobierno.