Por: Balmore González Mira

Escribir sobre la mujer es demasiado fácil o supremamente difícil, dependiendo por dónde se mire. Hacerlo sobre el ser más importante y maravilloso que haya habitado la tierra siempre resulta placentero; pero lo que se pueda decir será poco, algo así como un minúsculo homenaje en su día clásico internacional del 8 de marzo, al ser más inmenso de la creación.

Inexorablemente hay que arrancar sobre el papel de protección y misericordia que como mujer cumplió, ha cumplido y seguirá cumpliendo la Virgen María en nuestra existencia y en las sagradas escrituras, donde se le da el más alto  calificativo a la mujer y se le encomienda la más delicada misión, “La mujer sabia edifica su casa” porque donde ella existe estará siempre la unidad, el amor y la fraternidad, la Mujer es en definitiva, una bendición de Dios. Edificar la casa es ni más ni menos edificar al mundo.

Las mamás tienen acá un capítulo especial, su abnegada labor, la creación de vida, el cuidado de sus hijos y la función fundamental de dirigir sabiamente su hogar, educarlo y mantenerlo permanentemente unido, por ello también el homenaje a la mujer-mamá. Las Mamás que iluminan nuestra existencia, las de todas las horas y todas las épocas y todos los tiempos; las mujeres que siempre están ahí, para los buenos y malos momentos. Las Mamás son sabías por naturaleza.

Y por el paso de la vida,  de muchas existencias,  aparecen esas grandes mujeres con diferentes denominaciones que van llenando las nuestras de historia, de felicidad y de grandes momentos, imborrables, memorables, donde  también tienen un sitio de honor las abuelas,  tías, hermanas y maestras, mujeres únicas e irrepetibles que de una u otra forma marcaron nuestras vidas y seguirán eternamente cumpliendo una labor que solo ellas podrán realizar.

Y como diría el poeta, después llega la Esposa, la compañera de vida, la que con mucho amor nos da lo más preciado de la vida, los hijos; y como no podía faltar, también el homenaje a esas cónyuges que todo lo saben y todo lo pueden, las que hacen que la vida sea más fácil, cuando son las verdaderas socias en esta batalla diaria;  y a las hijas mujeres, bendiciones de Dios sobre la tierra, también nuestro reconocimiento.

Ahora cuando estamos observando el cuadro dantesco de las mujeres ucranianas y venezolanas, las primeras abandonar por la infame invasión  a sus hijos, esposos y padres, con ese dolor marcado sobre sus rostros y el llanto que no cesa, por la demencia de un dictador imperial como Putin que ahora se cree emperador del mundo; y las segundas, la venezolanas, desarraigadas por su propio estado, por hambre y por miseria tener que abandonar al otrora país más rico de Suramérica que ahora se mueve en la pobreza absoluta producto de un gobernante inepto como Maduro que practica un socialismo chavista decadente,  también nuestro reconocimiento y homenaje en esta conmemoración, pues su dolor es el nuestro, su dolor es  el del mundo entero. Hoy las dos desgracias mundiales más grandes que viven las mujeres de destierro están en estas dos latitudes y por ello no hay celebración del día de la mujer, sino una conmemoración en honor a todas estas valientes. ¡Dios las guarde siempre!!

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