Por: Balmore González Mira

Los territorios colombianos son por excelencia, lugares que invitan a visitarlos por su belleza, producción, ubicación, clima o por su diversidad, y también por las características de las gentes que los habitan. Antioquia y especialmente el occidente tienen unas particularidades que lo hacen especial y que además se han ido convirtiendo en unos referentes para propios y extraños. De los 19 municipios que componen su geografía, los habitantes de estos territorios y sus visitantes, fácilmente pueden clasificarlos por sus climas y por los atractivos que cada uno tiene. Solo partir de Medellín, pasar el túnel hacia la zona, para mirar claramente cómo se abre un nuevo horizonte para definir como la vocación de Santafe de Antioquia, San Jerónimo y Sopetrán encarnan un delicioso turismo que contagia y que va en un desarrollo acelerado en parcelaciones, donde lo ideal es respetar todos los componentes del ordenamiento territorial, las normas constructivas y las determinantes ambientales, protección del Rio Cauca y las demás y muy importantes fuentes hídricas; el bosque seco tropical y los acuíferos, entre otros, que hacen de sus territorios una especial estructura dentro del ecosistema; unidos a estos se ha despertado un turismo también en los municipios de Olaya, Ebéjico, Anzá y Liborina y la también y muy especial zona de aguas y senderos de Sabanalarga. 

Salidos hacia el sur, nos encontramos con las maravillas de Caicedo, Heliconia y Armenia, con su diversidad en cafetos, sembrados y cultura y ricos en una historia fascinante. Por el otro lado y siguiendo en la ruta hacia Urabá, nos encontramos con Buriticá con su riqueza aurífera, pero también con sus paisajes agrestes y sus múltiples cuentos ancestrales que lo enriquecen diariamente. Colindante con este, el otrora cultivador de anís y cebolla, municipio de Giraldo que por sus costados limita con Cañasgordas y Abriaquí, lugares emblemáticos, el primero conocido como el Vaticano del occidente y el otro como la acuarela de Antioquia, que hacen de su estadía los más maravillosos momentos. No menos especial la topografía, terrenos, cultivos y su riqueza con el parque nacional natural de la orquídeas con que cuenta Frontino, denominada la ciudad dulce de Colombia por su especial producción de la panela; su historia llena de remembranza con el cacique Nutibara y el corregimiento que lleva su nombre. De ahí pasamos luego a Uramita, el más joven Municipio de la región que emerge como una gran alternativa en cultivos de exportación, y potencial fuente de frutales. Esta vía nos lleva a la verdadera capital de la montaña, con sus mágicos termales, el Municipio de Peque, donde el aguacate criollo permanecerá en el recuerdo de nuestro paladar como el mejor del mundo.

Cerramos la geografía occidental con la espectacular población de Dabeiba, la gran despensa agrícola que limita con Urabá, donde se destacan unos balnearios naturales y la riqueza de sus aguas; la historia indígena y su reciente evangelización con la Madre Laura.

Unidos a todos estos sueños reales, donde muchas maravillas se quedan sin describir está la riqueza natural, ambiental y cultural que tienen todos nuestros municipios, sus bailes, sus poetas, sus artistas, sus escritores; su deliciosa gastronomía. Son cortas estas líneas para cerrar diciendo que occidente se sigue preparando para que inversionistas y empresarios lo sigan mirando como esa gran potencia, que nos liga inexorablemente al desarrollo inconmensurable que vive la región de Urabá.