“Se abre sobre la faz de nuestra Nación una nueva y promisoria luz de inmensas ilusiones, que nos invita a reemprender los caminos de paz, cambio y transformaciones por las que tanto se ha luchado”.

Por: Héctor Jaime Guerra León*

Los colombianos nos acostumbramos a quejarnos sobre lo que no se hizo o se hizo mal, poco valoramos los esfuerzos inmensos que se han realizado en el pasado para tratar de mantener los caminos de paz y redención de los inmensos problemas que nos aquejan desde tiempos inmemoriales a causa del inacabado conflicto que nos ha mantenido sumidos en la más desesperante situación de orden público y de violencia. A causa de ello nos hemos ganado el titulo -hasta ahora irrevocable- de ser una de las naciones más violentas del mundo entero.

Resulta paradójico, pero es cierto, que a pesar de que se haya invertido ingentes recursos humanos, políticos y económicos para firmar un acuerdo de paz, como en efecto se hizo, haya quienes estén más pendientes de como enredar o echar para atrás esos compromisos que asumir la responsabilidad social y política de continuar trabajando para darle cumplimiento a los pactos y obligaciones que ambas partes han asumido en el propósito de emprender definitivamente las tareas, planes y proyectos que es necesario realizar para poder darle luz verde a ese gran y clamoroso anhelo nacional.

La paz no son los actos protocolarios que se han dado en el trascurso del tiempo, ni las reuniones y firmas de documentos, ni los importantes foros y conferencias que, inclusive a nivel internacional, se han llevado acabo. La paz es el entendimiento social y político que debe existir entre todos los colombianos, un consenso para la sana convivencia y ello se pudiera lograr si se cumplen, ojalá en su totalidad, los acuerdos a que se ha llegado por parte de los involucrados en este asunto; esto es, las ex guerrillas y el gobierno nacional, con el aval de toda la Nación, lo cual es indispensable o, por lo menos, con el apoyo y/o comprensión de las inmensas mayorías de los ciudadanos que hacen parte activa de nuestro colectivo social.

Hacer la paz no es nada distinto a hacer cumplir los deberes misionales del Estado con sus administrados, es luchar por la solución de los problemas más sentidos y neurálgicos de la gente, buscar recobrar la confianza y credibilidad del ciudadano del común en las instituciones legítimamente constituidas, para lograr el bienestar general sin que se mantengan los privilegios y monopolios que tanto daño le han hecho a la Nación por las protuberantes olas de inequidad y de injusticia que se han generado. Hacer la paz es poner en funcionamiento estrategias y políticas públicas que realmente propendan por acabar con las brechas sociales de inequidad, desigualdad e injusticia existentes al interior del Estado y la Sociedad. Lograr la Paz es –con amor, pasión y desprendimiento desestimular (“desescalar” –dicen los expertos en estos temas)) las voces de odio y polarización que aún se escuchan en medio del desconcierto y la desazón, desde los púlpitos de importantes y destacados sectores de dirigencia y opinión. Conseguir la paz es apagar los incendiarios discursos y comportamientos que aún subsisten en contra de las voces de pacificación que -en medio de las incomprensiones- buscan frenar la indiferencia y la mala fe de quienes persisten en sacarle ventajas a la violencia y las polarizaciones.

Surge ahora, por fortuna en nuestra patria, una nueva esperanza, una gran posibilidad de reemprender y recomponer esos difíciles caminos, para que ello pase a ser solo una historia, una triste historia que jamás deberá volverse a repetir.

Con la llegada del nuevo gobierno a nuestro amado país, se abre una nueva y promisoria luz de inmensas ilusiones, que nos invita a reemprender los caminos de paz, cambio y transformaciones por las que tanto se ha luchado. Es la hora de fortalecer la fe y recuperar las fuerzas y esperanzas en el advenimiento definitivo de un país mejor, de una sociedad colmada de amor, paz y armonía.

*Abogado. Especializado en Planeación de la Participación Ciudadana y el Desarrollo Comunitario; en Derecho Constitucional y Normatividad Penal. Magíster en Gobierno.