Por: Balmore González Mira

Cuando vemos una noticia de que una madre abandonó, torturó o asesinó a su bebé, la consternación, el repudio, la impotencia, la ira y el deseo de justicia inmediata nos llena el pensamiento hasta de malos deseos.  Cuando escuchamos que quien es la víctima es una madre y el victimario es un hijo, los sentimientos son idénticos. Estas horribles escenas, cotidianas por demás, sirven para señalar categóricamente que no todas las madres son buenas y que la inmensa mayoría  sí lo son y que las malas son la excepción; al igual que no todos los hijos son malos, los buenos son más.

Lo mismo pasa en la mayoría de las instituciones, que por la acción u omisión de uno de sus miembros no podemos calificar a todos ni meterlos en el mismo costal, revolver y sacar, como si fueran iguales. En toda institución hay buenos y malos, pero los buenos siempre son más.

Los soldados  bandidos y criminales que han manchado el honor castrense  y el uniforme militar con sus actuaciones condenables, no solo deben ser retirados de sus filas, sino juzgados con toda severidad y recibir las penas más altas posibles de nuestra legislación. Han logrado que la institución más respetable, reconocida,  valorada y mejor calificada por los colombianos durante dos décadas, haya caído a un 48% de aceptación, cuando siempre sus guarismos estaban por encima de 70, 80 y hasta 90% de aceptación y favorabilidad de la ciudadanía. Pero esto que es muy importante no es lo fundamental. Es hora de depurar a nuestras fuerzas militares, de revisar su instrucción, de sentir que han sido quienes han mantenido nuestra democracia, de rodearlos, de apoyarlos, de protegerlos de los bandidos y por sobre todo de defender la institución y la institucionalidad.

Recibimos noticias diariamente de que un sacerdote ha incurrido en delitos de violación de menores o pederastia y ello no indica que todos sean malos, al contrario, hay verdaderos apóstoles y guías espirituales en cantidades superiores.

Cuando un docente acosa a una estudiante no quiere decir que todos los profesores son malos; contrario a este sentir, todos en nuestra formación académica hemos encontrado verdaderos maestros que honrosa y meritoriamente merecen llevar ese título.

Nos llena de rabia cuando los jueces fallan por dádivas y no en derecho, cuando tuercen la veracidad de los hechos para favorecer a una de las partes, cuando persiguen inmisericordemente a unos y exoneran a otros por los mismos hechos; pero en realidad nuestros jueces buenos son más. Son la inmensa mayoría que juraron defender de la justicia por encima de todo en una recta aplicación de la ley. La institucionalidad de la justicia es suprema y los buenos son más.

Cuando un médico le falta al juramento hipocrático no quiere decir que todos los médicos son malos, al contrario, en esta pandemia han demostrado que son los mejores, que su vocación es inagotable, que son unos verdaderos salvadores de vida, muchas veces a cambio de su propia vida evocando el mismo principio aristotélico de su formación humanística y científica. Ellos, al igual que nuestro Ejército, Policía, Armada y Fuerza Aérea, son unos verdaderos héroes; estos nos han librado durante años de los terroristas y delincuentes y durante décadas han defendido nuestra soberanía, y  aquellos nos han protegido de enfermedades, nos han curado y nos  liberarán  en esta época de la peor pandemia y amenaza que nos haya llegado a los humanos. Loa a nuestros verdaderos héroes de carne y hueso y defensa permanente a nuestras instituciones.