Por: CR (RA) HORACIO LEMA

En este corto análisis ponderado en verdades y realidades sicosociales y culturales, podremos concluir que nuestro país no es como Venezuela y tampoco seremos otro Venezuela. Nuestro futuro está enmarcado y tipificado no por los que no quieren ser famosos sino exitosos; para nosotros los colombianos la vida arruga la piel, pero no vivirla con amor arruga el alma. Nos diferenciamos de cualquier otra cultura latinoamericana por las siguientes razones:

Somos el único país que ha sufrido por más de 50 largos años la maldad, en todas sus formas, de villanos exclusivos. Existen miles de familias colombianas que fueron afectadas en sus raíces por estos mismos bandidos, dejando dolor y desesperanza en sus hogares. La negociación que presuntamente traería la paz, les permitirá a esos terroristas llegar al poder y una vez allí, perseguirán a quienes consideren sus enemigos y favorecerán a sus amigos y familiares exclusivamente. 

El colombiano se caracteriza por ser eximio trabajador. Nuestros campesinos producen alimentos mostrando un balance de superávit en todos los mercados de las grandes ciudades. La Fuerza pública tiene un acervo cultural muy distante a la de otras latitudes, donde se han gestado carteles de narcotraficantes identificados por organismos internacionales, pero no castigados con la jurisprudencia disponible para ellos. La herencia que nos dejaron nuestros padres respecto a principios, valores y creencias continúan fortalecidos ya que más del 90% nos apegamos al cristianismo. Y resistiremos el ataque que hace hoy a la religión desde la ONU versión 2020 el globalismo internacional. Nosotros somos seres excepcionales cuando de defender lo nuestro se trata, la libertad y la propiedad privada la defendemos a muerte si es necesario.

Nuestra etnia logro una identidad dentro del contexto Nación, gracias al esfuerzo de nuestros ancestros y ni siquiera un mal que produce tan fuerte sobrecogimiento, susto y terror como la producción de droga nos ha podido destruir como sociedad.

Pero la lucha que debemos librar contra los narcotraficantes y populistas será muy dura. Nuestra mayor preocupación es la aberrante corrupción pues solo han transcurrido siete meses de la posesión de alcaldes y gobernadores en el país, y tenemos más de 800 investigaciones a 396 alcaldes locales y 27 gobernadores; las altas cortes fueron tomadas por delincuentes de medio pelo, que se hacen llamar magistrados, mercaderes de fallos judiciales caracterizados por ser acosadores sexuales y laborales. Esto si es un problema de marca mayor. Solo la opinión permanente utilizando los medios tecnológicos disponibles y la movilización ahora, no después, nos puede ayudar a combatir estos males que tienen postrado al país. No permitamos que el populismo y dictaduras sean el policía del pensamiento humano en nuestra sociedad. Seamos positivos, optimistas, esta y mil guerras más debemos ganar. No hagamos el juego a los bandidos manifestando pesimismo y desesperanza.

Reserva Activa dejemos de un lado a soberbios y orgullosos que no saben oír, sigamos adelante con humildad y esmero. Conformemos a nivel nacional un mando unificado con base de datos que nos reúna e identifique y con los votos de todos, familias y sociedad civil afecta, logremos obtener escaños en cámara, senado, asambleas y consejos a través de la selección de las personas que nos deben representar mediante consenso general y buscando avales con los partidos políticos que representan nuestros ideales. Compartamos mensajes optimistas, en lugar de los que asustan, algunos de los cuales ni siquiera son verídicos.  Escuchémonos, mantengámonos más disponibles que nunca, porque es un momento que bien puede llevar a la frustración.

Es oportuno tener en cuenta también esta crisis pandémica que ha demostrado la inequidad social que existe, y que se está profundizando aún más.  La pandemia nos da también la oportunidad de evaluar y, de ser necesario, ajustar nuestros valores y prioridades. Es tiempo para compartir esperanza en lugar de miedo. Tiempo de infundir optimismo en vez de negativismos.  El reto, creo, es más bien no volver a la “normalidad” conocida, sino idear y construir una nueva realidad: un mundo más justo, más equitativo, más balanceado, más sano, más amoroso, más lleno del amor de Dios. “Si vamos a contagiarnos de algo”, dice un mensaje “que sea de fe, esperanza y amor”

CR (RA) HORACIO LEMA