Por Iván de J. Guzmán López

La seudoizquierda, que en otra época era tan buena en asuntos de retórica, hoy ha descendido a las simas (con s) más profundas y vergonzosas de irrespeto por los ciudadanos, por el discurso bien sustentado en las ideas, los hechos y el uso exquisito del idioma (que es a lo que alude la retórica). El lenguaje del alcalde y el de algunos conmilitones suyos, ha caído en una cavidad grande y profunda; adicional, peligrosa y maloliente, mediante un discurso bajo, rastrero y propio de la pobreza cultural y humana, tan en moda hoy en día (sabrá Dios por qué), por algún sector de la dirigencia y la política.

Este fenómeno, de carácter local,  nacional e internacional (porque latinoamérica se ha llenado de  estos especímenes, paradójicamente denominados “progresistas”), viene haciendo carrera en nuestra querida ciudad de Medellín, lamentablemente con su primera autoridad, como lo es, por asuntos de la democracia, el alcalde de Medellín.

Para seguir con los dichos (cosa que mi amigo, el exgobernador Jaime Sierra García (q.e.p.d) me enseñó a querer y a otorgarle un valor de sabiduría excepcional y de sentido común), debo decir que el señor alcalde debe tratar de parecerse a la dignidad de su cargo; es decir,  no comportarse ni hablar como un rufián: “la mujer del César, no solo debe serlo, sino parecerlo”. Así, con esta frase, respondía Cayo Julio César a las más conspicuas matronas del patriarcado romano cuando le pedían que no se divorciara de su esposa, Pompeya, la que, al parecer, no había cometido acto impuro ya que su presencia en una Saturnalia, orgía permitida a las damas de la aristocracia, solo había sido como espectadora… “La mujer del César no solo debe serlo, sino parecerlo”, sentenció el Emperador.

Lo anterior, porque la taza está rebosada: nunca, en su larga historia civilista, Medellín había tenido un alcalde más empeñado en hacer política que en servir a su ciudad, poniendo a sus secretario a renunciar para hacer política; inventando cortinas de humo para evitar el debate, y denostando, en algunas oportunidades con rabia y virulencia, sobre empresas, instituciones y personas de las más altas calidades. Los blancos preferidos, últimamente, han sido Juan Camilo Restrepo Gómez, exalcalde encargado de la ciudad, mismo encargo que se constituyó en esperanza cierta para Medellín, y que hoy es considerado el alcalde que la ciudad requiere, por su experiencia en lo privado y lo público; por su don de gentes, por su respeto a la ciudadanía y a la institucionalidad, y, lo más importante, por encarnar los más altos valores de la antioqueñidad. El otro, blanco de mordaces e irrespetuosos comentarios es Federico Gutiérrez Zuluaga, exalcalde de la ciudad, el mismo que logró más de cinco millones de votos en su aspiración a la presidencia de la república y el cariño de millones de antioqueños y colombianos.

La calidad humana, las capacidades gerenciales y la altura moral de Juan Camilo Restrepo Gómez, no la tira el alcalde al piso con montajes burdos, en los cuáles pone la cara del exalcalde Restrepo  cada semana, al cuerpo cansado y patriótico de personajes tan dignos y representativos del millón de personas desempleadas que tiene la ciudad, rebuscándose la vida mediante la venta de BonIce y oros productos de subsistencia diaria. Lo que hace, alcalde, con estos montajes torpes al fin de cuentas, es hacer más amigable y popular al candidato Restrepo Gómez, y por derecha, denigrar del antiguo oficio suyo, de vendedor de confites en los  buses, que usted mismo cita y pondera cuando la embarra y necesita hacerse el mártir.

Como lo expresa mí querida amiga y colega Elbacé Restrepo, en su columna de El Colombiano del día domingo 2 de octubre de 2022, titulada,  “vendedor de paletas vs pastorcito mentiroso”:

“De la serie “insultos que no lo son”, recientemente el alcalde de Medellín le hizo una “amable” sugerencia al exalcalde Federico Gutiérrez: “Póngase a vender paletas o algo así”. Como siempre, después de tirar esos bumerang al aire, cuando siente que se devuelven hacia él y lo golpean, Daniel Quintero saca a relucir la historia de su vida una y otra vez, para tratar de desembarrar las embarradas constantes que comete.

Aunque ya perdimos la cuenta de las veces que el alcalde ha perdido la elegancia, la sindéresis y hasta la credibilidad en el debate, esta vez se retractó diciendo que vender paletas no es un insulto. Que es un trabajo digno. Que afortunadamente ahora sí les estamos comprando cositas a los vendedores ambulantes (antes de 2020 se morían de hambre en las calles). Que vender paletas no es denigrante. Que nadie tiene que sentirse menos que nadie en razón del oficio. Que él pasó de vender confites en los buses a ser ingeniero, empresario, viceministro y finalmente alcalde, puesto al que llegó para salvar a Medellín, a los vendedores, a los hijos de los vendedores y así sucesivamente hasta la eternidad. Ah, bueno… Muchas gracias en nombre de todos los mortales que habitamos este valle, ahora de lágrimas”. Elbacé, debe tener una lista longa de “las embarradas constantes que comete”.

Para seguir con el ramillete de dichos, debo recordar al señor alcalde la famosa sentencia de Antoine de Saint-Exupéry, en su inmortal creación,  El Principito: “Eres el dueño de tu vida y tus emociones, nunca lo olvides. Para bien y para mal”; y a sus electores, recordarles que en el mismo Principito, se cuestionaba Exupéry: “Me pregunto si las estrellas se iluminan con el fin de que, algún día, cada uno pueda encontrar la suya”.

Le sugiero a los electores del alcalde Quintero, observando los retrocesos sociales de Medellín y los irrespetos repetidos diariamente a instituciones y ciudadanos de todas las condiciones sociales, tratados de manera peyorativa, pendenciera e irresponsable de “pelagatos”, pensar en la dignidad y la responsabilidad que conlleva el ser alcalde de Medellín, y preguntarse si en la estrella que prometió ser el alcalde Quintero, encontraron la suya.

De acuerdo, apreciada Elbacé: “vender paletas no es denigrante. Pero perder la credibilidad, cual “pastorcito mentiroso”, sí que lo es”.