Por: MANUEL ANTONIO PÉREZ PUERTA
Para evitar el desplome del país ya no hay nada que hacer. Para qué más muertos de jóvenes pacíficos en las barricadas y en las marchas y de vándalos, con hambre muchos y sin futuro todos, para qué responder estos con furia a sus atacantes, hombres y mujeres también del pueblo que con escasa educación toman las armas del estado para sobrevivir a duras penas. Para qué más enfrentamientos entre indígenas y las, irónicamente, mal llamadas personas de bien.
Todo es inútil, puede el ejército copar todas las calles, desmantelar una a una las barricadas, impedir cualquier intento de protesta, retornar a la fuerza a sus resguardos a los indígenas.
Podemos acallar a la prensa, encerrar a los marchantes, a la casi toda corrupta clase política; incluso podemos cerrar el congreso, acabar con las cortes, o desde la izquierda acabar con la economía de mercado. Es inútil, Colombia terminará derrumbándose dolorosamente porque ya nada, pero nada, puede cambiar su trágico destino, sostener sus pesadas, obsoletas y agonizantes estructuras.
Los próximos gobernantes, ya se llamen los que diga Uribe, los de Petro o los del centro verán el desplome final y definitivo del viejo país, y luego de un doloroso parto el renacer del nuevo en manos de las nuevas generaciones a las que inútil y dolorosamente hoy intentamos acallar.
La explicación es sencilla aunque dolorosa, en las últimas tres o cuatro décadas el mundo cambió dramáticamente; dos o tres de las últimas revoluciones tecnológicas han llevado a cambios tecnológicos, económicos, sociales y políticos a los cuales nuestro país hizo caso omiso y siguió como si nada sin cambiar el rumbo. Nuestra clase política y dirigente siguió con sus ruines métodos de corrupción y enriquecimiento a ultranza agudizando la desigualdad, deteriorando el sistema productivo y acabando con toda esperanza para las nuevas generaciones.
Todo eso se agotó, ahora el país se derrumba y serán los jóvenes a quienes corresponderá levantarse sobre las ruinas enfrentando un país devastado y con el agravante de la pesadilla del cambio climático que heredan igualmente de las anteriores generaciones.
Excelente certeza en que hemos dejado el país con vuestro ser concreto no sabe pelear con un gran amor, sino con su YO O EGO bueno para nada en su propia vanidad.
Ay país hermoso que le hemos dado al son de la vida procreada de nuestro Ser Superior; quien nos enseña cada segundo su amor solemne para aprender a discernir todo egoísmo y orgullo por ser cada lamento primero frente al planeta que llevamos a su acabose.
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