Por: Balmore González Mira

Miles de migrantes están llegando a nuestras tierras, por centenares están recorriendo el territorio nacional.  Atraviesan desde el sur del continente y del país con rumbo  norte, su destino es  conquistar el sueño americano, llegar, pisar, sentir el suelo de los Estados Unidos.

Hoy muchísimos de ellos están varados en las playas de Necoclí; hablo con sus habitantes, con sus pobladores y nativos y varias sensaciones se viven en ese hermoso balneario de nuestro Urabá. Unos hablan de crisis humanitaria, otros de oportunidades para la región; unos dicen que es una tragedia humana, otros advierten que hay que mirarlo con la óptica del humanismo para que solo sea un sueño que haya que cumplirle a quienes partieron con la esperanza de una mejor vida, dejando sus familias, sus tierras, sus costumbres, sus raíces y hasta su idioma y dialectos.

Unos claman a gritos declarar la emergencia humanitaria incluidas la de salud, alimentaria, servicios públicos y todas las conexas. Muchos preguntan dónde están las autoridades de migración, otros lo hacen con la ausencia de la ONU. La Organización de Naciones Unidas está ocupada ayudando en los procesos de consolidación de la izquierda y en proteger a los gobiernos de las dictaduras socialistas de Cuba, Nicaragua y Venezuela, manifiestan otros.

Algunos comerciantes dicen que esta población transitoria fue la redención de su pueblo para que no fueran a la quiebra después de una larga y dura pandemia, les hablan en francés pero les pagan en dólares, dinero que traen para cumplir su travesía continental. Dicen que hay abastecimiento suficiente. Los hoteleros formales, legales y ordenados los acogen, los registran y están a la espera de entregar todos sus reportes a las autoridades que las requieran. Los alojan bajo todos los parámetros de bioseguridad y les llaman turistas extranjeros de paso obligado.

Mucha comunidad lamenta que no haya más empresas de transporte marítimo formal que ayude a que estos seres humanos puedan ser transportados a sus destinos. Otros dicen que las comunidades aborígenes expiden normas para regular o prohibir el paso de migrantes sin que ello implique legalidad u obligatoriedad. No tienen esa facultad, no tienen esa potestad.  Autoridades de otros países frenan el paso de los desarraigados, lo condicionan y hasta lo prohíben. Los más sensatos dicen que hay que atenderlos bien,  respetando sus derechos humanos y haciendo toda la gestión para que puedan llegar al sueño americano, su único propósito.

Cubanos, que no van para Cuba, van para Estados Unidos buscando su Libertad; africanos buscando la luz; marroquíes soñando  un futuro, haitianos queriendo salir de la pobreza, y muchos más extranjeros que se confunden en un mar de gentes, algunos hablan español, otros inglés y muchos francés, en una torre de babel que solo quisiéramos descifrar para que estos humildes migrantes puedan tener un día un lugar donde descansar, donde llegar, donde trabajar, pero sobre todo,  donde sobrevivir.

Las autoridades deben reinventarse con estos visitantes de paso, no caer en lugares comunes y solo pensar en abrir un puesto de atención de migración, no sólo pensar en declarar una crisis humanitaria y creer que un Conpes sea la panacea a este fenómeno migratorio, que es absolutamente diferente al que hemos vivido con los vecinos venezolanos. Estos últimos vinieron para quedarse y aquellos están urgidos por seguir su camino.

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