La prevalencia del amor.

Por: P. Jesús Martí Ballester | Fuente: Catholic.net

1. Amargamente manifestaba Teresa de Jesús al Señor: “Parece que pretenden deshacer este monasterio de descalzas”. – “Eso pretenden, le dijo el Señor, mas no lo verán, sino todo lo contrario” (Cuentas de Conciencia 48). Es lo mismo que le había dicho a Jeremías: “Lucharán contra tí, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte” Jeremías 1,4. Aunque nadie quisiera ayudarte, tú cuenta conmigo; aunque veas que se te cierran todas las puertas, no temas, que eso hará resplandecer más mi obra y mi mano poderosa sobre ella. Para eso te he elegido, no me llamaste tú a mí, soy yo quien te llamé cuando te ví en el seno de tu madre, mejor que hoy se ven a los bebés en las ecografías y te señalé, te marqué, ¿qué quieres? Me encapriché de ti, no porque eras elocuente sino porque yo te haría elocuente, no por lo que eras, que no eras, sino por lo que yo quería hacer en ti. No temas. Confía en Mí. ¿Crees que soy como tú, como vosotros, que prometéis y no cumplís, que llenos de fervor, comenzáis una empresa y la dejáis a mitad, que con tanta facilidad olvidáis lo que tanta pensáis amar? No. Yo soy Dios, y no hombre, no soy un enemigo a la puerta. Confía, confía estoy contigo, te llevo de la mano, aunque caigáis mil veces, allí estoy yo para levantarte del polvo, si te has roto a pedazos, yo te reconstruiré, oruguita de Israel, gusanito de Jacob. No les tengas miedo. Te haré más fuerte que ellos.

Los mismos que te niegan el pan y la sal, serán tus mejores amigos y tus más fervientes colaboradores. Cuando los hombres cierran una puerta, yo te abro una ventana. ¡Qué hermosa experiencia de intimidad y presencia de lo divino en lo humano!

2. Si Dios no le hubiera llamado, Jeremías no habría sido de la casta de los hombres que se presentan voluntarios, como lo fue Isaías, “Aquí estoy, llámame” (Is 6,9). Conociendo los talantes, cuando Dios quiere marcar a una persona, se adelanta y, pasando por encima de su psicología y sus ánimos, la forja ya desde su origen. Jeremías ha sido escogido antes de que fuera formado en la entraña, y consagrado profeta, antes de que saliera del seno materno. Es un hombre discutido, un profeta asediado, toda su vida será un continuo suplicio, hasta el punto de haber anticipado al Siervo Doliente de Yahvé. Es una persona profética que adelanta y hace presente a Jesús, como Siervo de Yahvé, a quien hoy vemos a punto de ser despeñado desde un monte de su pueblo, Nazaret, por sus propios compatricios..

3. Pero tanto Jeremías como Jesús, han sido enviados a anunciar la palabra, y la palabra no está atada (2 Tm 2,9). La palabra arde en el pecho como un ascua hecha llama. No puede ser acallada. La palabra y las obras, porque sus obras escritas, aunque nos transmiten verdades teológicas, han sido vividas antes dolorosamente por el profeta. La intensidad de sus palabras, pronunciadas con gran lirismo y con emotividad de poeta que vive y comunica, tienen como origen su inmersión en el mensaje que proclama, y la solidaridad con su pueblo doliente. Fracaso tras fracaso, frustrada su vida e inutilizado y destruido todo lo que ha emprendido, llega a clamar desgarradamente como Job: “Maldito el día en que nací” (Jb 20,16). ¿Quién quemó Montserrat? Y antes ha confesado que ha sido violado por el Señor: “Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir” (Jr 20,7). ¡Misterio de la voluntad de Dios y la voluntad libre del hombre! Quería callar y no podía. “Hacía esfuerzos por contener la palabra y no podía; la sentía dentro como fuego ardiente encerrado entre los huesos” (Jr 20,9). Y después se admiraba de lo que había dicho, y se arrepentía de haberlo dicho. Y piensa que no lo habría dicho. ¡Que desearía absolutamente no haberla dicho! Pero no había podido hacer otra cosa. El Espíritu Santo como que emborracha al profeta que llega a no tener conciencia de lo que está diciendo. Pero guarda memoria después y, cuando lo recuerda punto por punto se pregunta, ¿pero habré sido capaz de decir cosas tan claras y tan escocedoras? ¿Dónde me esconderé ahora? Ya no volveré más. Le pasó más de una vez al Cardenal Suenens en el Concilio. Cuando terminó la sesión se vio solo y en el descanso tuvo que tomarse el café solo y en un rincón, porque había propuesto en el aula normas que disgustaban a casi todos los Padres Conciliares. Había publicado un libro sobre la formación de las religiosas. Y se propaló la siguiente anécdota: El Papa Pablo VI ponderaba ante una Superiora General el gran servicio de su Congregación a la Iglesia: -“¿Cómo le podría agradecer, Madre, los grandes servicios de su Congregación?” – Santo Padre, entregándome en una bandeja la cabeza del Cardenal Suenens. Lo contó él mismo.

4. Jeremías, como el hombre acosado que sufre horrorosamente, se enmaraña en la dialéctica, no le funciona la razón, se deja arrastrar por el corazón e incurre en contradicciones alternativas, tratando de consolarse a sí mismo: “Pero el Señor está conmigo como fiero soldado, mis perseguidores tropezarán y no me podrán” (Jr 20,11). Para, a continuación, clamar desesperadamente: “¿Por qué salí del vientre para pasar trabajos y penas y acabar mis días derrotado?” (Jr 20,18). Y a pesar de todas sus contradicciones interiores, sigue sufriendo y persevera predicando.

5. Es difícil y duro ser profeta. Por eso son tan pocos los que toman en serio su Bautismo, que nos ha configurado profetas con Cristo profeta. Como comentario a mis libros, alguien dijo a mi hermana: “Dígale a su hermano, que lo haga un poco más dulcecito”. ¿No será que se ha confundido la misión de profeta, con la profesión de confitero? Se habla y se planea mucho sobre los temas que de alguna manera se relacionan con Dios. Se planean pantanos y canales de conducción del agua, pero no hay agua. Evidentemente es mejor hacer afluir manantiales, que diseñar pantanos. Los primeros cristianos no atrajeron al mundo pagano con muchos documentos y planificaciones pastorales, sino con el testimonio de sus vidas. Todo funciona, nada vive. Se inquietan porque la gente ha huido de la Iglesia. Porque la sociedad está sumergida en el materialismo, en el secularismo, pero si aparece algún zahorí, acreditado en descubrir alguna corriente subterránea, se le aparca en el ostracismo, para que no haga sombra a nadie. Se oyen pocas confesiones de profetas estilo Jeremías. Y sobre todo, se escriben pocas confesiones a lo San Agustín, porque no se recibe la lucidez para comprender que la atracción del mundo hacia Dios la ejerce el mismo Dios por Jesucristo, desde el ministerio de un hombre que viva en plena y total intimidad con Dios. Sólo así, se tienen fuerzas para ceñirse los lomos y enfrentarse sin miedo a los poderes de este mundo. Sólo con la seguridad de “que yo estoy contigo para librarte”.

6. Pero no sólo se le hace difícil al profeta serlo. Cualquier artista o persona con algo nuevo que decir se encuentra las puertas cerradas, sobre todo en su casa y entre los suyos. -¿A cuántas puertas había lla¬mado antes y no se abrieron? A la pregunta del entrevistador, contesta Antonio Canales: -Había momentos de desesperación. Le decía a Malen: « ¡Si no paro de tra¬bajar!, y otros porque viven en Miami son más famosos… ¡Yo me quedo viviendo aquí y encima me patean!». Salía de mi país y me con¬sideraban mucho. Y aquí nada. Iba a París, o a América, y la gente se vol¬caba conmigo. Aquí nada. Aquí te ponen muchas trabas, muchas. Somos muy malos con lo nuestro, con nuestros personajes. Te cierran puertas, te dan pisotones. Tiene que ser uno muy duro, muy constante y estar muy seguro para seguir, seguir, seguir… Hasta que un día te digan: «No queda más remedio que “chapó”!» ¡Pero lo que cuesta…! Y por citar un ejemplo intelectual la odisea de María Moliner, la más importante lexicógrafa de España, que vió obstaculizada su labor investigadora, tanto como Teresa de Jesús en su tiempo y en su Reforma.

7. El salmista “anunciará la salvación” porque se acoge al Señor y sabe que no será derrotado nunca” Salmo 70.

8. “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. Pero ni es suficiente leer ni basta con escuchar, hay que cumplir: La Palabra de Dios es leída ante la comunidad para recordar a los fieles todas las acciones e intervenciones de Yahvé en favor de su pueblo, en definitiva, la acción salvífica que garantiza la continuidad y fidelidad de Dios, incluso cuando el pueblo le ha sido infiel. Lucas nos recuerda la escena de la vida de Jesús en la que él mismo se puso en pie y abrió ante la comunidad el texto bíblico para hacer su lectura. Jesús lee y proclama por sí mismo la eficacia de la palabra de Dios. El texto que lee es su propia existencia, la razón misma de su vida entre los hombres. La evangelización que Jesús rea¬liza no es la simple lectura de la palabra de Dios, sino la afirmación vital y vivificante de la buena noticia que esta palabra trae consigo a todos los necesitados de buenas noticias. El evangelio no puede quedarse en la mera formu¬lación de una doctrina, que aprendemos, memorizamos y repetimos. Evangelizar es anunciar eficazmente, como Jesús en la sinagoga de Nazaret, con autoridad. Es pro¬¬clamar la palabra de Dios referida a la realidad, e interesada por ella, acogida, de¬nunciada e instalada en el proyecto de Dios. Leer la palabra de Dios sin evangelizar, sin abrir horizontes, equivale a esteri¬lizar el texto bíblico, que se nos da como garantía del interés de Dios por el hombre. Por eso entendemos que hoy es necesario que continuemos esforzándonos por hacer una lectura de la palabra de Dios, no la lectura de una página de periódico, colaborando al máximo para que sea una auténtica evangelización de modo, que al cerrar el texto podamos sentir su eficacia recordando las palabras de Jesús: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”.

9. Aunque no todos se han opuesto a Jesús en Israel, ahí están los Apóstoles y la primera comunidad de Jerusalén, base primera de la Iglesia, fracasa en su pueblo que se escandaliza de él y le rechaza. Le quisieron sus paisanos despeñar en Nazaret, porque no quiso allí hacer milagros como en Cafarnaúm, y porque les echó en cara que Elías fue enviado a ser socorrido por una viuda de Sión, ciudad pagana, cuando en Israel había muchas viudas, y que Eliseo curó a Naamán, el sirio, y él no había curado a los leprosos de Nazaret.

10. Entonces, como ahora, la falta de fe bloqueaba la acción de Dios. Los paisanos de Jesús, que le rechazaron por antipatriota, y por su origen humilde: “¿No es éste el hijo de José?”, ¿qué se ha creído?, me recuerdan a aquella mujer devota, que no quería rezarle a San Roque, porque lo había conocido “ciruelo”. Esperaban un Mesías en forma externa esplendorosa, desconcertante. Querían milagros, como Satanás en el desierto (Mt 4,3). Cuando Jesús les dijo que los profetas Elías y Eliseo, no habían encontrado fe en su pueblo, y que se fueron a ofrecer la salvación a los extranjeros de Sarepta y de Sidón y la curación a Naamán de Siria, como iba a hacer él: «Al oír esto todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del cerro donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejó.» Aquel día, en Nazaret, en su propio pueblo, comenzó la pasión de Jesús. Sus mismos paisanos lo sentenciaron a muerte. Tres años después, el pueblo entero lo empujará fuera de la ciudad de Jerusalén, lo subirá a un monte y lo crucificará. Desde el día en que habló en Nazaret se veía venir el trágico final. El proyecto de Jesús encontró oposición, especialmente en los que pretendían monopolizar a Dios. Pero Jesús no se amilanó ante las dificultades y, anunciando un Dios que es amor y gracia para todos, empezó a realizar su programa de amor.”Se abrió paso entre ellos y se alejaba”. “Timeo Jesum transeuntem”, escribe San Agustín. Temo a Jesús, su gracia, su palabra, su oportunidad de salvación, que se aleja. “Ningún profeta es bien mirado en su tierra” Lucas 4,21. Cuando el profeta es rechazado, algo se quiebra en su corazón, pues no es insensible como una piedra,. Pero es mucho más lo que se pier¬den quienes rechazan su mensaje.

11. Nadie es profeta en su tierra. La experiencia la padeció Jesús en Nazaret entre sus paisanos, en la sinagoga. Tras proclamar, de parte de Dios, la liberación a todos los pueblos de la tierra (Lc 4,14), Jesús dio por inaugurado «el año de gracia del Señor. Enrolló el volumen, lo devolvió al sirviente y se sentó» (Lc 4,21). Los libros se componían de piezas de papiro, cosidas unas a otras, y sujetas a dos cilindros que se enrollaban. El lector desplegaba el rollo de papiro, haciendo girar los cilindros en busca del texto deseado. «Hoy, en vuestra presencia, se ha cumplido este pasaje», comentó Jesús ante los oyentes.

12. Pero la autoridad que se había arrogado Jesús desmontando la imagen de Dios que tenían los judíos les enfureció: «Todos se declaraban en contra, extrañados de que mencionase sólo las palabras sobre el año de gracia del Señor.» Jesús había omitido la última frase del texto de Isaías, que era ésta: “anunciar un día de venganza para nuestro Dios”. Esta era la otra causa de que las palabras de Jesús no agradaron a sus oyentes. No podían comprender la omisión de la venganza de Dios contra sus enemigos y contra los pecadores porque ellos, que se habían hecho un Dios a su imagen y semejanza, no podían aceptar que Jesús terminara con la era del desquite de un Dios, pintado como vengativo, en que se habían educado. También la sura 2 del Corán ordena. “Matad a los infieles allí donde los encontréis, es la yihya. En la sinagoga de Nazaret, dijo Jesús: – Sin duda me recitaréis aquel refrán: «Médico, cú¬rate a ti mismo»: “haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm”; y añadió: – “Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra” (Lc 4, 23). Se había marchado siendo un chiquillo. Estudió fuera y la gente ya lo había olvidado. Llegaron noti¬cias de su éxito, cuando ya era famoso. Una comisión del pueblo fue a invitarle que volviera alguna vez por el pueblo y le pidieron dinero para arreglar las calles, para poner una fuente en la plaza, pera mejorar la iglesia, para abrir un asilo de ancianos. El día de la inauguración vino al pueblo. Todos decían recordarle muy bien. Muchos se presentaban como sus parientes. Le dedicaron la plaza, descubrieron una placa en su honor y lo declararon hijo predilecto del pueblo.

Había sido párroco 40 años. Murió. Sólo su sucesor le lloró. Este había transformado espiritualmente la parroquia. Sólo un grupito acudió a despedirle. De aquella parroquia transformada salió un sacerdote; cuando iba a la parroquia y les predicaba, les aburría y se molestaban. Pero, he aquí que le hicieron obispo, y en el pueblo le nombraron hijo adoptivo. El se lo creyó, y movilizó a toda la jerarquía de España para presenciar la distinción. Si los discípulos de Jesús van buscan¬do aplausos de satisfacción es que han olvidado el mensaje recibi¬do de su Maestro.

13. “Quedan la fe, la esperanza, el amor: estas tres. La más grande es el amor” 1 Corintios 13,13. El amor, que pasaba del eros de Platón, deseo, búsqueda de satisfacción, al ágape cristiano, entrega total. Pasará la ciencia, el saber y la elocuencia y pasará todo. Sin amor nada sirve para nada. Hasta el mismo Goethe proclama que la ciencia sin amor, no sólo no sirve, sino que puede llevar a la perdición. Y Baudelaire, que escribió “Las flores del mal”, cuya vida no había sido ejemplar, escribió también: “Si no tengo amor, no soy más que un metal que resuena”. Todo pasará. Envejece la ciencia y se oxida la investigación. Los sabios antiguos, quedan en pañales ante el avance actual, y lo mismo ocurrirá a los presentes en el futuro. El amor es lo que permanece: “Al final de la vida se nos examinará de amor”, escribió San Juan de la Cruz y esa frase no ha envejecido ni ha pasado.

14. El pueblo de Israel, que había nacido por la llamada de Dios, no había sido capaz de realizar su vocación. Al contrario, los profetas denuncian constantemente la injusticia y la opresión como prácticas habituales entre los dirigentes del pueblo, que convertían en nacionalismo vacío y excluyente la alegría de haber sido elegidos por Dios insistiendo en que Israel era el pueblo mejor, el más grande, incluso el más santo de todos los pueblos. Egoísmo, soberbia diabólica, carencia total de amor. Lejísimos del proyecto de Dios.

15. Jesús recuerda a sus paisanos que con su propia historia en la mano, no tienen derecho a adoptar una postura que excluya a los demás hombres del favor de Dios: la viuda de Sarepta y Naamán el sirio, eran dos ejemplos de los libros sagrados de Israel en los que se ve a Dios preocupado por todos los hombres sin tener en cuenta su raza, el color de su piel, su nacionalidad y ni siquiera su religión o la pertenencia a otro grupo. Si eres de mi grupo te ayudo, sino no me importan ni tus cosas ni tu vida. Llevaban en la sangre tan fuertemente arraigada su mentalidad y fanatismo que le empujaban a empellones para despeñarle. Hoy el mundo no es mejor. Actitudes semejantes las conocemos y las sufrimos. Tampoco es menester llegar a tanto: con dejar tu asunto en vía muerta, se facilita la exclusión. Tú no te mueves. Tú no sales en la foto, porque yo tengo todos los resortes para ello. Y el Reino se paraliza. Jesús se aleja.

16. Jesús tiene el respaldo del Dios creador y maravilloso libertador del Antiguo Testamento, y eso le da la autoridad no sólo para proclamar, sino vivir con toda radicalidad la experiencia nueva de sociedad humana y divina que está proponiendo. Dios es el que acompaña y legitima la obra mesiánica de Jesús. El poder político y la jerarquía religiosa le pondrá las trabas más fuertes a su ministerio, pero él, que se sentía respaldado por el Padre, sabía que tenía que luchar contra todo y contra todos para poder instaurar en medio de este mundo desequilibrado y deshumanizado el Reino de Dios.

17. Jesús es la encarnación de Dios en nuestra historia humana, asumida por El, para hacer posible el acceso al Padre, sin distinción de raza, de cultura, de idioma, incluso de religión. La cruz fue la forma más radical para humanizar la creación, obra de Dios. Nosotros también tenemos una tarea muy importante hoy. Tenemos que hacer posible que Dios reine en el mundo. El Reino de Dios aún necesita personas que, como Jesús, lleguen a comprometerse radicalmente a seguir su experiencia, para proclamar e impulsar su reino en medio de nuestro mundo. Personas que cambien sus vidas escuchando responsablemente la Palabra con el esfuerzo por llevarla a la vida práctica en el amor y en el desprendimiento: Los que siembran mucho, cosechan mucho; los que siembran parcamente, recogen parcamente…

18. Conviene que examinemos el contenido de nuestra fe en Dios que se ha revelado en un hombre como nosotros. ¿No queremos basar nuestra fe en milagros aparatosos? ¿Nos negamos a aceptar el único milagro de Jesús que es su palabra, el signo de su vida, el testimonio de su muerte y resurrección?

19. Ahora mismo nos está hablando y podemos taparle la boca. O podemos pasar la página, buscando que nos adormezcan con un caramelito. “Anuncia la palabra, insiste en toda ocasión oportuna e inoportuna… Vendrá un día en que no se soportará la sana doctrina” (2 Tm 4,2). “Cuando la verdadera doctrina es impopular, no es lícito buscar una fácil popularidad”, dice Juan Pablo II en su libro-entrevista Cruzando el umbral de la esperanza, Pág. 176.

20. Pero también podemos acoger y debemos, la palabra que cura y transforma, que causa en nosotros, con la eucaristía que vamos a hacer y a comer, la fidelidad de una vida entregada al reino sin condiciones con el ejercicio “del amor comprensivo, servicial, sin envidia, sin jactancia, que disculpa sin límites, espera sin límites y aguanta sin límites” 1 Corintios 12,31. Amor que es Caridad. El himno al amor de San Pablo de la carta a los Corintios es el himno al amor más célebre y sublime que jamás se haya escrito.

21. Dios escogió la necedad del mundo para confundir a los sabios, eligió la flaqueza del mundo para confundir a los fuertes y eligió la cruz para sanar el hedonismo. Cuando apareció el cristianismo, Platón, había escrito un tratado entero sobre eros. El cristianismo percibió que el eros, amor pasional de búsqueda y de deseo no bastaba para expresar la novedad de Jesús. Y sustituyó el eros por ágape, caridad. Hay una gran diferencia, como de inicio y desarrollo. El amor de deseo o erótico, es exclusivo; se consuma entre dos personas; la intromisión de una tercera persona significa su final, la traición. A veces hasta la llegada de un hijo pone en crisis este amor. El amor de donación, o ágape, abraza a todos, no excluye ni siquiera al enemigo. La fórmula del eros es la de Violeta en la Traviata de Verdi: «Ámame Alfredo, ámame cuanto yo te amo». La fórmula de la caridad es la de Jesús: “Amaos los unos a los otros «Como yo os he amado». Éste amor circula y se expande. El amor erótico, es el enamoramiento, que no dura mucho tiempo, o dura sólo enamorándose de varias personas una tras otra. San Pablo dice en cambio que la caridad «permanece», es lo único que permanece eternamente, incluso después de que hayan cesado la fe y la esperanza. Entre los dos amores sin embargo no existe separación ni contraposición, sino desarrollo y crecimiento. El eros, es el punto de partida; la caridad, el punto de llegada. Entre los dos amores existe todo el espacio para una educación del amor y un crecimiento en él. Sin límites… ya que el amor es como un niño recién nacido que sólo cuando llora se sabe que está vivo (Benavente), y la tendencia es huir de él cuando empieza a llorar o cuando hace llorar.

22. Desafortunadamente el mundo inculca a los jóvenes que el amor se reduce al eros y el eros al sexo. Que la vida es un idilio continuo en un mundo donde todo es bello, joven, saludable; donde no existe vejez, enfermedad. Es una mentira colosal que genera expectativas desproporcionadas, que desilusiona provoca frustración, rebelión contra la familia y la sociedad, y abre la puerta al delito. La Palabra de Dios nos ayuda a que no se apague el sentido crítico frente a lo que diariamente se le enseña en las revistas a todo color y en los medios.

JESUS MARTI BALLESTER
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Tomado de Catholich