El uso indiscriminado de los recursos naturales está dejando al medio ambiente, animales y personas en el más tremendo caos y amenaza seriamente con matar la tierra”.

Por: Héctor Jaime Guerra León*

Una de las mayores contradicciones que hay entre las relaciones sociales de producción, entendidas para estos efectos como las formas de asumir el uso y explotación de las riquezas naturales, llámense renovables o no renovables, es el enorme contrasentido existente entre dicha explotación y la suerte que rodea a los territorios y/o a las personas- nativos, que hacen parte o que se ven afectados por este tipo de explotaciones.

Usualmente habrá de entenderse que la riqueza genera riqueza (abundancia y bienestar) y si es la natural, pues con mucha mayor razón debiera de ser así, pero en el caso de nuestro país; pues no nos atreveremos a decir que ello sea así en otras latitudes de nuestro planeta, estar cerca, rodeado y/o afectado por la influencia de una explotación de nuestros recursos naturales, pareciera que es la mayor de las malas suertes, o lo peor, que le pueda suceder a uno cualquiera de los colombianos.

No he conocido en los múltiples estudios que he podido revisar, ni en los constantes debates y análisis que se han hecho sobre este tema, el primer caso concreto en el que no existan serias dificultades y graves consecuencias asociados con la pobreza, por no decir miseria económica, en aquellos lugares en donde por alguna razón existen y se explotan las grandes e invaluables riquezas e inigualables recursos naturales que frente al mundo entero se tienen en Colombia.

¿Por qué siendo que a algunos territorios la naturaleza los ha provisto de las más diversas y valiosas riquezas, sus habitantes son los más pobres y abandonados por el poder del Estado y la sociedad en nuestro país?

La razón la encontré fácilmente. No es necesario ser muy erudito, para darnos cuenta que una de las mayores causas de este contradictorio y enorme problema subyace muy bien camuflado al interior de nuestra sociedad, que no ha querido entender y tomar conciencia seria y real del grave daño que le hemos venido causando, no solo al medio ambiente, a nuestro planeta y a la única casa que tenemos como raza humana. Ello se debe igualmente a un Estado indolente y descuidado, que bajo el imperio de los intereses particulares, ha entregado unos recursos que como los aludidos son de la Nación y, por ende del pueblo entero, de los ciudadanos, al uso exclusivo y descarado de grandes emporios corporativos y económicos, casi siempre foráneos, que desde los tiempos de la conquista, se están llevando (por no decir robando) esos recursos, dejando al pueblo y a su hábitat colombiano, en el más cruel y deplorable estado de desamparo y de pobreza. En “La Minería sin Control, Un Enfoque desde la Vulneración de los Derechos Humanos” importante trabajo investigativo que publicó en el 2015 la Delegada para los Derechos Colectivos y del Ambiente de la Defensoría del Pueblo, se evidencia con toda claridad la magnitud de este inmenso problema que hoy corroe a nuestra madre tierra y, con ello, a toda nuestra sociedad, dejando advertir el más incierto y nefasto de los futuros que podamos esperar; no obstante nadie absolutamente nadie hace algo efectivamente encaminado a remediar tan delicado asunto.

Encontré también que básicamente cuando explotamos nuestros recursos, en mayor o menor grado, sea legal o ilegalmente, lo que se le está causando a nuestra naturaleza – nuestra madre tierra-  son perjuicios irreparables, pues dichas actividades “Deforestan, erosionan, inundan y destruyen la calidad del suelo, producen sedimentos y alteran el cauce de los ríos; destruyen la flora y fauna; afectan la salud de las personas y el medio biológico”; deteriorando todo lo existente en sus alrededores y dejando al medio ambiente, animales y personas en el más tremendo caos.

Hoy, solo como ejemplo de los muchos que lamentablemente existen, en nuestra Amazonía, mientras se ha prometido que ello no ocurriría, se está realizando, según informes de destacados medios de comunicación, la más vandálica y gigantesca incursión de deforestación que se haya dado en los últimos tiempos, dejando miles de hectáreas y extensos territorios totalmente despoblados –como verdaderos desiertos en medio de la selva; con todo lo que ello significa no solo para el medio ambiente, para la vida de los animales nativos, numerosos asentamientos humanos y para el mundo entero que empieza a sentir, quién creyera, los graves efectos de este devastador fenómeno, con el notable aumento en la intensidad del calentamiento global, lo que se conoce como “la amenaza mundial del cambio climático”.

Pero lo peor aún no es eso, lo que sí rebosa la copa por el abuso y las desmesuradas sinrazones que rodean esta triste practica social, es que mientras esto ocurre y ante la impotente vista de todo el mundo, en esas zonas desde donde arbitrariamente se extraen esos cuantiosos e irredimibles recursos, sus habitantes –que en el fondo son o debieran ser sus dueños, no son restituidos siquiera con obras de inversión social, asistencia pública necesaria o justamente compensados, por la ofensa o el saqueo a que son sometidos, sino que quedan –casi siempre- en medio de los más tremendos desastres sociales que –infortunadamente- dejan ese tipo de explotaciones, como la miseria social y sus aliadas más frecuentes en este tipo de situaciones como lo son prostitución, drogadicción, el abandono, desengaño y descomposición social que a todo nivel generan ese tipo de catástrofes ecológicas.

*Abogado Defensoría del Pueblo Regional Antioquia. Especializado en Planeación de la Participación y el Desarrollo Comunitario; en Derecho Constitucional y Normatividad Penal. Magíster en Gobierno.