Por Iván de J. Guzmán López

Sabedor de mi admiración por el poeta Raúl Gómez Jattin (1945-1997), en cierta oportunidad un amigo me contó que en noviembre de 1994, varios personajes de la cultura cartagenera convencieron al poeta para que viajara a Cuba a someterse a un tratamiento en el Hospital Psiquiátrico de La Habana. Días antes de abordar el avión que lo llevaría a la isla, le dijo (el vate de Cartagena) a su amigo, el teatrero  Iván González: “Tengo miedo de curarme la locura, ¡porque se me acabaría la vida de poeta!”.

Observando las informaciones de prensa, me doy cuenta que la lucha frontal contra minas antipersonal, que viene dando la Oficina del Alto Comisionado para la Paz, en hombros del doctor Juan Camilo Restrepo Gómez, está acabando con este flagelo; pero, contrario al temor del poeta cartagenero (en el sentido que se le acabaría la vida de poeta), el ir sumando municipios libres de sospecha de minas antipersonal, le está dando al Alto Comisionado para la Paz, un músculo tremendo para seguir adelante en su lucha tesonera por esa ansiada paz. Así lo dicen los hechos:  

La meta de 180 municipios libres de sospecha de minas antipersonal en Colombia, trazada en el Plan Nacional de Desarrollo del gobierno del presidente Iván Duque, se cumplió el pasado 23 de septiembre de 2021, hecho que se celebró en  el municipio de Yolombó, con la asistencia de las autoridades regionales y nacionales. Ese día, en todo el territorio colombiano, se llegó a la cifra de 456 municipios, lo que pone a Colombia en lugar inmejorable, ante el concierto mundial en la lucha contra este flagelo mundial.

El acontecimiento no es letra menuda, si nos atenemos a que ello nos permite aspirar a la candidatura de la Presidencia de la Convención de Ottawa, que versa sobre la prohibición del empleo, almacenamiento, producción y transferencia de minas antipersonal y sobre su destrucción. Dicha candidatura, haría que el mundo entero pusiera los ojos en Colombia, como la “capital del mundo” en materia de esta lucha, nos dejaría como ejemplo internacional, y en inmejorables posibilidades de entrar rápidamente en un verdadero proceso de Paz con Legalidad, donde quepan todos aquellos grupos ilegales que ofrezcan muestras de verdadera voluntad de paz. Valga decir, que acaben con el secuestro, el terrorismo y los atentados contra la población civil.

Hemos dicho (desde esta y otras columnas), que la paz es un imperativo, y no nos cansaremos de repetirlo. Vivimos en un mundo globalizado, en el que los problemas viajan de punta a punta del planeta, en segundos. Los conflictos bélicos, es decir, las guerras, han sumido al ser humano en la decadencia más profunda durante siglos. Hoy en día, en pleno siglo XXI, la paz no está presente en todas las naciones. Terrorismo, conflictos armados, tensiones entre potencias económicas, guerras intestinas son causantes de un panorama desolador, vergonzoso, y  que hoy, como nunca, son causa de muertes y sufrimiento.

La paz es un imperativo, y esta lucha, en la cual muchos municipio colombianos van saliendo de la lista de territorios con sospecha de minas antipersonal, nos enorgullece, y nos hace ver en la verdadera dimensión humana que tenemos los colombianos, donde el 99% de sus habitantes queremos llegar a una paz duradera, anhelada y necesaria.

Esperemos que al señor Alto Comisionado para la Paz, no se le acabe la “locura” de amor por Colombia, para que siga siendo trabajador, soldado, luchador de día y noche por la paz; esperemos que la locura le siga en el cuerpo y en el alma, para que siga siendo “poeta” de la Paz.

1 Comentario

  1. Muy importante este artículo que nos pone en conocimiento de todo lo que hemos avanzado en el campo de librarnos de esta “maldita plaga” cobarde que acaba con campesinos y niños. ¡Que bueno saber que tenemos un gran gestor de Paz, Juan Camilo Restrepo.

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