Por: LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS  

Los grandes maestros, suelen decir: “Los virtuosos y los corruptos son opuestos; es imposible no distinguirlos”.  Los virtuosos hacen que predomine la verdad, la virtud, la benevolencia y la justicia.  Los corruptos son aficionados al poder y al beneficio y hacen las cosas mediante halagos y engaños.  Los virtuosos realizan su voluntad y siempre ponen en práctica lo que aprenden.  Los corruptos, al ocupar una posición de poder, generalmente se entregan a su egoísmo, celosos de los inteligentes y envidiosos de los capaces; se entregan a sus deseos y se agarran a las posesiones materiales y de poder politiquero, sin que sea posible predecir hasta donde pueden llegar.

Por ello, una comunidad educativa universitaria florece cuando en ella hay personas virtuosas; y cuando se dan cargos a personas corruptas, la comunidad decae y la universidad padece estados de entropía.  Incluso aunque solo haya una persona corrupta en la Alta Dirección de la Universidad, con toda seguridad es imposible que la comunidad universitaria vivencie la paz, la armonía y la tranquilidad institucional.

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Cuando las personas te injurien, debes aceptarlo dócilmente.  Uno no debe escuchar a la ligera las palabras de los demás y establecer después puntos de vista estrechos.  En general, los halagadores y aduladores oportunistas tienen camarillas, y la inteligencia pervertida posee muchos métodos: A quienes tienen prejuicios en su corazón les gusta hacer público sus deseos privados, y aquellos que crean celos y envidias niegan unilateralmente la discusión común, el diálogo argumentativo y el consenso pluralista.

En general, los objetivos de estas personas, al interior de la universidad, son estrechos y restringidos, su visión es turbia y corta, piensan que quienes poseen diferencias individualistas deben ser personas extraordinarias y consideran a quienes socaban una discusión abierta como personas sobresalientes.  Sin embargo, mientras sepas que lo que estás haciendo es correcto al fin y al cabo y que el daño está en ellos mismos, con el tiempo todo ello se clarificará por sí mismo; no tienes que decirlo de forma especial y tampoco tienes que insistir en que estás en la posición correcta ofendiendo con ello a la gente.

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 Cuando existen mendicantes cuya conducta cotidiana no es virtuosa y se sabe de ello en la comunidad educativa universitaria, no hay nada de qué preocuparse; pero lo que es verdaderamente preocupante es que aquellos que no son internamente virtuosos sean llamados sabios y maestros por la gente.

En general cuando las personas son sinceras y se encaminan en la buena dirección de la universidad, pueden ser empleadas, aunque sean torpes.  Si son personas aduladoras y tienen segundas intenciones, al final serán dañinas, aunque sean brillantes con título de doctor.  En síntesis, si su orientación sicológica no es correcta, las personas son indignas de ser nombradas en puestos de servicio y liderazgo administrativo o docente, aunque posean talento y capacidad.

Finalmente, se precisa reconocer a un directivo y maestro cuando se tiene mérito.  La codicia, el poder autoritario y el odio son peores que los saqueadores; a ellos nos debemos oponer con sabiduría.  La sabiduría es como el agua: Cuando no se utiliza se estanca, cuando se estanca no circula, y cuando no circula, la sabiduría no actúa. ¿Qué puede hacer entonces la sabiduría respecto a la codicia, al poder autoritario y al odio?  Los verdaderos maestros y directivos destacados de la educación deben siempre permanecer en los claustros universitarios, de lo contrario, la injerencia politiquera y la mediocridad destruyen la solidez científica, tecnológica, cultural, académica y humana de la universidad, bien sea de carácter oficial o privado.

Lo que la comunidad educativa universitaria debe tener en mente es el equilibrio, la verdad, la legalidad y la sinceridad; aunque sufran cientos de decepciones, permanecerán serenos e imperturbables.  Pero si existe alguna inclinación o desviación y pasan los días y las noches en pequeños esfuerzos con el objetivo de obtener algo para la satisfacción de intereses personales, políticos o grupistas, temo que sus enormes cuerpos no quepan entre el cielo y la tierra.

LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS