Por: LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS              

 La política de principios y convicciones responsables es edificante y democrática. 

La politiquería irresponsable engendra resentimiento social y conduce al caos.

El resentimiento es una operación mental para descargar en otros la responsabilidad del propio fracaso, para sublimar la impotencia y, en último término, para construir una tabla de valores que convierte en malhechor al triunfador y feliz, y hace bueno al fracasado y amargado.  Los pueblos resentidos por la politiquería están condenados al caos, la pobreza, el sufrimiento y el fracaso, ya que su falta de generosidad ética y moral hace que reciban equivalentemente a su propia semilla, y así ocurre con todos los que basan su existencia en el odio, el narcisismo, la soberbia, la malignidad, la corrupción, la mentira y la perversidad.

Muchos gobernantes resentidos que en la historia de la humanidad fueron blandos o débiles con las turbas envidiosas y resentidas contemporizaron con ellas para congraciarse, ante el temor de ser ellos mismos un blanco de esta funesta pasión.  En su condición de impotencia el resentido buscará siempre un justo medio, pero no el centro virtuoso de su carácter y personalidad, sino el punto exacto de indefinición y ambigüedad que le permite eludir la envidia popular pidiendo perdón por todo aquello que no signifique acceder a los requerimientos envidiosos.

Todos los que conocen en carne propia la virulencia de la envidia y el resentimiento encuentran difícil ser exitosos, ya que saben que, si lo logran, serán blanco inevitable de esta pasión y en forma inconsciente prefieren a veces fracasar antes que constituirse en envidiados triunfadores.  Esta tarea improbable de sacar adelante un pueblo resentido es de alta complejidad, ya que en esas condiciones ni siquiera es posible mantener el orden público, puesto que se enfrenta al hombre con el hombre, a la mujer con la mujer y la pasión envidiosa estalla con fuerza incontrolada, victimando siempre a los ciudadanos de bien que por alguna causa constituyen un símbolo de orden, mérito y disciplina profesional y personal.

Lamentablemente, las instituciones encargadas de exaltar los valores superiores se confunden y terminan a veces, en forma abierta o indirecta fomentando mediante la politiquería el resentimiento y la envidia y, por desgracia, esa clase de siembra es siempre bien acogida por los que predican la violencia y la desestabilización social con fines igualitarios.  Igualar “hacia abajo” ha sido siempre el propósito de los flojos, politiqueros, cobardes, resentidos, amargados y fracasados, ya que esto les evita el esfuerzo de emular a los que han alcanzado posiciones más elevadas bajo comportamientos dignos de reconocer.  En realidad, pareciera más fácil envidiar que emular, pero el sujeto ignora o no se convence jamás, que la primera de estas posibilidades es un “vicio justo” que conlleva a su propio castigo.

La hipocresía generalizada es el refugio de la envidia y el resentimiento, ya que impide llamar a cada cosa por su nombre, y es el principal escollo para desenmascarar este pecado capital en el ejercicio de la politiquería.  La salvación de los pueblos depende, en su etapa elemental, de la creación de centros de pensamiento y de investigación de la violencia, el resentimiento y la envidia, con el único objeto de estudiarla a fondo y divulgar sus nefastos efectos, ya que toda hermandad comunitaria será imposible sin ello, pues mientras se refugie en el subterráneo del disimulo y la ignorancia seguirá devastando la patria colombiana.

Si se conocieran en detalle sus características y su mecanismo fuera de dominio público, podría constituir materia obligada de la educación básica de las personas, con el objeto de que aprendieran a reconocerla y evitarla.  Al salir a la luz y transparentarse sus síntomas, maniobras, astucia y estrategias, sería mucho más difícil ser envidioso y resentido, ya que el que lo fuera recibiría la reprobación pública, lo que hoy día no ocurre, permitiendo así su explosiva proliferación.  Una vez que el enorme poder destructivo de la envidia y el resentimiento fuera puesto al descubierto en forma descarnada, los colombianos y partidos políticos debieran comprometerse en pacto solemne con la verdad y la justicia y, a no fomentar la envidia y el resentimiento en los pueblos con fines de aprovechamiento politiquero, proselitista, partidista y sectarista.  Es preciso comprender, de una vez por todas, que la envidia, el resentimiento y la politiquería mata más gente en Colombia que el hambre, el sida, la violencia o el peligro del Covid 19.  Me refiero por cierto a la muerte de las posibilidades y expectativas de la persona humana afectada por el terrible virus de la mentira, el engaño, el narcisismo, la envidia, el odio, el rencor, la politiquería y el resentimiento.

LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS                                  Medellín, febrero 12 de 2021