Por: IVÁN  ECHEVERRI  VALENCIA

La Policía Nacional es un cuerpo armado permanente de naturaleza civil, a cargo de la Nación, cuyo fin primordial es el mantenimiento de las condiciones necesarias para el ejercicio de los derechos y libertades públicas, y asegurar que los habitantes de Colombia convivan en paz. Artículo 218 Constitución Política de Colombia. 

Con los últimos hechos que se han presentado en el país, debido a  los presuntos excesos de la Policía Nacional, se ha abierto nuevamente el debate sobre la estructura y funcionamiento de tan importante Institución, creada por la Ley 90 de 1888 como una especie de gendarmería.

El Decreto 1.000 del 5 de noviembre de 1891, la organizó como cuerpo de Policía Nacional y se eliminan las policías de orden departamental, municipal y cuerpo de serenos.

En 1937 se creó la Escuela de Cadetes de Policía General Santander y solo entra a funcionar en 1940. En 1950  nace la Escuela Gonzalo Jiménez de Quezada.

El 9 de abril de 1948, por una sublevación en Bogotá, tras unirse a la revuelta,  fue liquidada y sus funciones asumidas por las Fuerzas Militares y otros servicios regionales y locales. En el Gobierno de Laureano Gómez en 1950, se rehízo la Policía Nacional,  bajo la tutela del Ejército Nacional. En el año de 1953 se incorpora al Ministerio de Guerra, como el cuarto componente  del Comando General de las Fuerzas Armadas. Durante el Frente Nacional en el año de 1960, es separada de las Fuerzas Militares, teniendo una mayor autonomía en sus funciones policiales y asume un carácter  civil.

Con la Constitución Política de 1991, se reafirma como un cuerpo armado civil, separándola completamente del Comando General de las Fuerzas Militares. La profesionalización de la Policía Nacional se logra en 1995, con el nivel ejecutivo  y cuatro especialidades: Policía Urbana, Policía Rural, Policía Judicial y Cuerpo Administrativo.

El conflicto armado en Colombia, ha alterado su naturaleza de una Policía Civil a una con más énfasis en lo militar, y son las circunstancias de orden público, las que le han obligado a preparase en la táctica militar para poder cumplir con sus funciones y contrarrestar los ataques de que han sido objeto las poblaciones por parte de las guerrillas, narcotraficantes, paramilitares, grupos ilegales y delincuencia común.  

Con este breve recuento solo pretendo recordar lo que ha sido históricamente nuestra institución policial en su larga trayectoria de 131 años;  actualmente cuenta en su planta de cargos con más de 161 mil personas, no hay empresa en Colombia y en Latinoamérica, que tenga esa cantidad de servidores.

Nuestra institución policial ha contado con más gloria que descalabros que afecten su moral. Durante la época de la guerra contra el narcotráfico murieron miles de policías, han sido secuestrados, torturados y asesinados por las Farc, el Epl, el Eln y últimamente son objeto de atentados por parte de las disidencias, bandas criminales e infiltrados en las movilizaciones sociales.

Un oficial, suboficial, un administrativo, un agente o patrullero de la  policía es un ser humano, que tienen toda clase de miedos, calamidades y que viven bajo fuertes presiones. Deben realizar su trabajo en lugares inhóspitos del territorio nacional, en ciudades o en zonas urbanas azotadas por la criminalidad y, cuando salen de su casa, no en barrios de clase media y alta, sino en lugares donde deben convivir hasta con los mismos malhechores, lo hacen con la dignidad y entereza de cumplir con su deber y en hacer honor a su lema de: “Dios y Patria”.  El escritor y ex-agente de la policía española, Esteban Navarro decía: “Estar alejados de los seres que queremos es de las cosas más tristes que hay en la vida. En la Policía nos entrenaban para muchas cosas, pero no para soportar la soledad”.

En una Institución tan grande en la que pueden cometerse errores por parte de algunos de sus miembros, no es justo entrar a generalizar y a satanizar que todos sus integrantes son malos.

Se tenía presupuestado que al entrar el país en una etapa de consolidación de la Paz, tanto el ejército como la policía, podrían cumplir otras funciones de protección de las fronteras y ser más civilistas; pero por la incertidumbre con el actual gobierno de consolidarla y el resurgimiento de la violencia, todos los planes se han echado a perder.

Los hechos lamentables acaecidos en la ciudad de Bogotá y en otros lugares del país, nos invita a que revisemos y reflexionemos, sin ningún sesgo político ni de solidaridad de cuerpo, qué es lo que está pasando al interior de la Institución, en sus procesos de incorporación de personal, en su preparación en las escuelas de formación y en la retroalimentación de conocimientos en normas, en estudios psicológicos, en factores de convivencia y en derechos humanos.

Se espera un enrarecimiento del ambiente, para los meses previos a la contienda electoral del 2022, en que se va a recrudecer la polarización de la nación, los ataques de la guerrilla y la violencia, por lo que la Fuerza Pública, debe prepararse adecuadamente para no caer en la trampa, en provocaciones, en desafueros o excesos que conlleven a actos brutales que tengamos que lamentar.

Debemos reprobar cualquier exceso policial o militar, como también los ataques, improperios de que son objeto, por parte de la turba, y reconocer que cuando actúan lo hacen en cumplimiento de la Constitución y de la Ley. Los ciudadanos soñamos y anhelamos la paz, con un país más equitativo y, debemos tener en cuenta que: “debajo de cada uniformes existe un ser humano que vive y siente igual que tu”.

Es imperioso restablecer la confianza en la Policía por parte de los ciudadanos. Pero también es necesario que la sociedad y especialmente los jóvenes respeten la autoridad.

Urge que el Gobierno Nacional, conforme una comisión de las más altas calidades, totalmente independientes al cuerpo policial y a partidos políticos, para que miren lo que está ocurriendo, hagan todas las recomendaciones para salvaguardar tan importante Institución y se apliquen las reformas que sean necesarias.