Por: Emperatriz Echeverry Arenas
Para servir y ser felices, nada nos llevaremos cuando partamos hacía el encuentro con nuestro creador, y recordemos que un día más es uno menos de existencia.
Recuerdo que cuando he viajado al llegar a mi destino, lo primero que he tenido que hacer es registrarme, requisito obligatorio en los imponentes resort, o en los cruceros, e inmediatamente me han puesto un brazalete en la muñeca y me han explicado que no puedo perderlo, porque es mi pasaporte para salir e ingresar de nuevo, una vez pase la puerta principal, además me permite el acceso a todas las instalaciones, eventos, concursos y actividades, pudiendo disfrutar sin restricciones de todo lo que acontece dentro del lugar.
Y efectivamente así es, cada día está lleno de sorpresas, se puede recorrer aquellos increíbles, lujosos y magníficos lugares, bañarnos en cualquiera de sus hermosas piscinas, ir al sauna, al jakussi, al teatro, a las discotecas, de compras, participar de todas las actividades recreativas, escalar, comer exquisitos platos de diferentes lugares del mundo, todo allí es mágico y encantador.
Aunque también hay algunas personas que prefieren quedarse en sus habitaciones, siempre me he preguntado. ¿Cómo es posible que no quieran disfrutar de estas maravillas?
¡Si ya todo está pago!
En aquellos lugares también hay acceso a los diferentes restaurantes que forman parte del complejo, personalmente esto ha sido lo mejor para mí, dado que es otro de mis grandes placeres, y allí siempre hay y habrá un impresionante y apetitoso surtido de comidas, postres y bebidas.
Pero solo hay una regla:
“Todo se tiene que consumir allí, no está permitido sacar aunque sea una mínima porción de comida… “.
Así es la vida.
Al nacer Dios nos pone un brazalete llamado “Vida” y a través de él tenemos acceso a este fascinante mundo creado por ÉL, podemos ver, sentir, palpar, disfrutar y admirar la madre naturaleza, compartir con los animales, respirar aire puro, todo depende de nosotros si queremos o no gozar de las bellezas naturales, apreciar sus paisajes, deleitarnos con sus atardeceres, acariciar y oler el bosque, querer sentir la frescura de los ríos y la tibieza de los mares, todo es un regalo, la sonrisa del niño, la ternura de una madre… que bella es la vida; mientras nuestro corazón palpite tendremos la oportunidad de disfrutarla con intensidad, con pasión y agradecimiento.
Dios nos la da; igual pasa en los resort y los cruceros, ellos están diseñados para brindarnos bienestar y confort; en este mundo podemos aplicar la misma regla: “Nada nos llevaremos al morir, todo se consume acá, acá se disfruta y se vive a plenitud si lo queremos y lo deseamos, nada nos pertenece, ni los hijos, porque nosotras solo somos el medio para que ellos lleguen a este mundo, prestamos nuestro cuerpo, allí se forman y luego nacen, nuestra misión es solamente formarlos y enseñarles a crecer y después volar, sin ningún manual lo hacemos, por eso cometemos tantos errores, porque se nos olvida que la mejor lección para ellos es enseñarles a amarse, amar, respetar nuestro entorno, y ser felices, pero eso lo aprendemos con la sabiduría que los años nos da, por esa razón vemos como los abuelos son el pozo de ternura, compresión y tolerancia, yo no quiero ser la excepción, pido a Dios, me dé la oportunidad de ser abuela para poder sacar otra vez la niña que está dentro de mí y de esta forma compartir con mi pequeño pedacito de cielo lo que no pude hacer con mi hijo, por mis tantas obligaciones que tuve que cumplir.
La diferencia entre un hotel y un Resort es muy sencilla, el primero se hizo solo para dormir y estar encerrado, y el segundo, es para recorrerlo y disfrutarlo.
La vida no es un hotel, es un Resort, por eso,… NO nos quedemos encerrados en la habitación de nuestra mente, de nuestros problemas, de nuestras preocupaciones, en la amargura, en las lamentaciones o en el dolor, si estamos respirando es porque aún tenemos puesto el brazalete…
Disfrutemos hoy de la naturaleza, de los animales, de la compañía de los seres queridos, de los bellos amigos que nos alegran la vida, comámonos el rico postre, demos el abrazo sincero y apretado, regalemos ese beso, demos la sonrisa no nos cuesta nada, demos muchos… te quiero, te necesito, te amo, te extraño, me haces falta, amemos nuestro cuerpo, nuestra mente, démosle el descanso y sobre todo disfrutamos la vida porque nadie la vivirá por nosotros.
Mientras tengamos el brazalete… podremos comernos lo que nos gusta, podemos viajar así sea a Cañasgordas, podemos amar, tenemos las llaves para entrar al paraíso terrenal que Dios nos ha regalado, y ser felices, todo depende de cada uno de nosotros.
Estamos vivos, entonces que estamos esperando, para pasar la puerta principal y empezar a gozar, a disfrutar, a amar y a ser felices.
Un abrazo.
Emperatriz.
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