Por: LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS

Leonardo Da Vince dijo: “La mentira es tan despreciable que, hasta alabando la majestad de Dios,

la rebaja.  La verdad es tan hermosa que, cuando exalta las cosas más ínfimas la ennoblece”.

El pueblo colombiano es consciente que el hombre y la mujer que se disponga a mentir, inventa milagros.  Que cuando se equivoca puede notarlo todo el mundo, pero cuando miente no.  Nuestra sociedad ha aceptado que cuando se sabe demasiado poco, y aprendemos demasiado mal es natural que se acuda a la mentira.  ¡Craso error!  Decían los abuelos que una de las diferencias más notables que hay entre un gato y una mentira, es que el gato sólo tiene nueve vidas.  Ellos, siempre nos dejaron el legado de aprender a decir no sé, si no queríamos ser convencidos por la mentira.

Hay quienes afirman que “el que no sabe mentir, no sabe lo que es la verdad”.  La verdad es que el que tiene la experticia de engañar tiene a veces éxito, pero siempre termina por desprestigiarse, reputacionalmente, ante los engañados.  No es ningún absurdo reconocer que peca el que miente, porque roba la verdad a sus palabras.  También es cierto que existen personas en la sociedad que con semillas de verdad se dedican a cultivar sus propias mentiras.  ¡Cuántas veces resulta de un engaño, contra el engañador el mayor daño!  Suele disfrazarse de hermosura el aspecto de fealdad y repugnancia que tiene la mentira.

En Colombia, está comprobado que una verdad a medias es una mentira completa y, que toda mentira es un dardo que pretende asesinar la verdad y la esperanza del pueblo.  Parece que es más fácil engañar a muchos que a uno solo y, que también hay para pícaros engaños.  Un antiguo profesor, que no tenía la dimensión de maestro, nos decía: “No hay que temer a la mentira cuando la mentira es útil”.   ¡Que desfachatez!  La palabra de la mentira tiene sus capciosos sortilegios.  La mentira en la política partidista o grupista produce siempre mucho más entusiasmo que la verdad, de ahí una confusión con los políticos, gobernantes y exgobernantes de nuestro país.

Cuando sospeches que alguien miente, finge la credulidad; entonces se hace desvergonzado, miente más gravemente, y tarde que temprano se descubre al embustero.  El que lance una mentira, rara vez se da cuenta del pesado fardo que echa sobre sí; para sostenerla necesita soltar otras veinte mentiras; muchos gobernantes, exgobernantes y politiqueros nos dan mal ejemplo de ello.  Estamos seguros que los políticos, gobernantes y exgobernantes embusteros tienen la memoria corta pero el fracaso asegurado y el castigo largo.  La mentira es un arma defensiva, y por esto, los débiles, hipócritas y torticeros mienten más que los fuertes de carácter en las circunstancias adversas de la vida.  Máximo Gorki decía: “No es tonto quien mentiras cuenta, sino quien las inventa.

También es aceptable que el que se miente a sí mismo, es el primero en ofenderse.  El tiempo es como el lobo, para la mentira, de eso no queda la menor duda y, además, hay evidencias de que al embustero no se le da crédito cuando dice la verdad.  Duele saber que, en los estrados judiciales, respecto a la mentira, la soportan con paciencia y dulzura.  No alcanzan a dimensionar que la mentira es un triste y ridículo sustituto de la verdad, pero es el único que se ha descubierto hasta ahora.  Hay políticos, gobernantes y exgobernantes que le rinden tributo a un recurso tan despreciable como la mentira, para engañar al pueblo colombiano.  También es cierto que nunca se miente tanto como en época electoral, durante la campaña partidista y después de la cacería de los votos.  ¡Qué vergüenza! 

Las grandes masas de gente caen más fácilmente de las grandes mentiras que de las pequeñas mentiras, decía Hitler, vergonzoso político alemán.  Hoy, los colombianos nos hemos acostumbrado que el decir mentiras es parte de la naturaleza de todo gobierno local, departamental y nacional.  ¡Que dolor de patria!  Lo peor de todo es que nosotros somos mentirosos por culpa de la imaginación, lo que vale decir: ¡Es la pecadora imaginación!  La mentira es lo absoluto del mal.  Mentir poco no es posible en la politiquería; el que miente, miente con toda la extensión y propiedad de la mentira; la mentira es precisamente la espada mortal para asesinar las ambiciones, los sueños y esperanzas del pueblo colombiano.

La mentira es la sal de la tierra, porque la sal del mar es sólo cloruro de sodio.  El que es embustero de joven, también lo será en la vejez.  También, la mentira de los prelados mata la verdad de su pueblo creyente.  Mentir a un ciego es mentir dos veces.  Lo que para la liebre significa la ligereza y para el pájaro las alas, es para muchos de las mujeres y los hombres su lengua falsa y engañosa.  ¡Que deshonestidad!  Una mentira es como una bola de nieve; cuanto más tiempo se le hace rodar, más grande se vuelve.  Finalmente, una verdad sin interés puede ser eclipsada por una falsedad emocionante.  ¡Más claro no canta el gallo!

LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS                             Medellín, marzo 7 de 2021