POR: LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS 

La Universidad Colombiana responde justamente al afán de prestar a la sociedad un servicio educativo,

humanístico y científico, enteramente desinteresado, en el campo de las actividades que son

conformes con la naturaleza de la Institución Universitaria, siempre de acuerdo con la constitución

y las leyes vigentes alejadas de toda inspiración religiosa, política, grupista, o partidista.

A nadie que no sea loco o ignorante se le puede ocurrir que la Universidad Colombiana responda a la pretensión de obtener un provecho politiquero o económico.  Bien saben los amigos de la Universidad el enorme déficit que se ha de cubrir cada año a pesar de las diversas ayudas que es lógico y justo conceden a las instituciones públicas de acuerdo con la función a que estas últimas corresponden de estimular las iniciativas que surgen libremente en la sociedad, por las que se emprenden obras de interés social que atienden necesidades que en otro caso debería cubrir directamente la Universidad privada con mucho más costo.

Tampoco puede pensarse en que los docentes que allí se desempañan se sientan atraídos únicamente por incentivos económicos, porque cualquiera de ellos ha dejado para venir, o puede encontrar si se marcha, puestos igual o mejor retribuidos.

Resultaría también por su puesto fuera de lugar atribuir a la Universidad Colombiana una intencionalidad de partidismo científico, ideológico o político.  El espíritu del Proyecto Educativo Institucional de la Universidad es radicalmente incompatible con cualquier intento de convertirla en un instrumento destinado al desarrollo de un sistema científico concreto o a la preparación de líderes de una determinada ideología o de un particular pensamiento económico, social o político.

Precisamente la Misión Educativa que anima el quehacer de la Universidad Colombiana es excelente acicate para el trabajo universitario porque el estudiante “ha de tener hambre de saber” y no puede admitir el miedo a la ciencia, porque cualquier labor, si es verdaderamente científica, tiende a la verdad.  Esa misma Misión Institucional lleva a respetar las legítimas ansias de verdad: El hombre y la mujer tienen obligación grave de buscar al Señor, de conocerle y de adorarle, pero nadie en la tierra debe permitirse imponer al otro o a los otros la práctica de una fe o creencia de la que carece; lo mismo que nadie puede arrogarse el derecho de hacer daño al que la ha recibido de Dios.

El afán común de realizar el quehacer universitario de un modo conforme con el sentido cristiano y científico de la vida es precisamente la mejor garantía del respeto delicado a la libertad de las conciencias que se vive en la Universidad oficial o privada.  Y es justo que la Universidad exija de todos también el debido respeto a sus fines fundacionales, a su propia identidad institucional.

Aun quien dejándose llevar de fanatismos o sectarismos no admita ni respete la libertad de los demás, podrá reconocer está realidad evidente.  Es tan patente a lo largo de los años la pluralidad científica, ideológica y política de docentes, alumnos y graduados, que si la Universidad Colombiana se hubiera propuesto inculcar una particular ideología habría que reconocer, sin paliativos, su más rotundo fracaso.  Esa manifiesta diversidad, siempre respetuosa con todo parecer legítimo, es justamente consecuencia directa de los objetivos que se pretenden en la tarea educativa que la Universidad pública o privada lleva a cabo.

La Universidad Colombiana nunca debe dejarse someter a grupos de presión o intereses particulares que cualquier tipo, porque entiende que la legítima libertad en la investigación y en la enseñanza resulta de todo punto esencial para el desempeño de su función de servicio.

Por principio, la Universidad no debe hacer discriminaciones de ningún género.  En la admisión de sus alumnos no debe distinguir entre niveles sociales de procedencia, ideologías personales o familiares, razas ni ideas religiosas.  Es razonable que conceda cierta preferencia a quienes residen en su entorno inmediato, pero los demás vienen a ella desde las más diversas regiones y desde los países más remotos.

La Universidad de Colombia, oficial o privada, no es una Universidad sólo para ricos, ni sólo para pobres, no es para blancos ni para negros; no es para conservadores, liberales ni para progresistas.  Es para cuantos tengan condiciones para aprovechar sus enseñanzas y acudan a ella animados de recta intención, cualquiera que sea su capacidad económica, su origen, raza y su modo de pensar.

Nunca ha sido concebida, ni podrá serlo, como un reducto defensivo, aislado del flujo cultural de su tiempo, que busca proteger de posibles contaminaciones del ambiente, o proporcionar refugio para convicciones endebles; menos aún se la puede tomar como plataforma desde la que lanzar a diestra y a siniestra todo género de ataques porque la Universidad, cualquiera que ella sea, no es anti-nada.

Lo que siempre ha pretendido y pretende la Universidad Colombiana, desde ya antes de su nacimiento, es prestar un servicio generoso a la verdad, universal y trascendente.  El carácter objetivo de la verdad que se anhela conocer, la libertad de espíritu con que se busca y enseña la verdad, el compromiso de fidelidad que la misma verdad reclama en la enseñanza, explican la grandeza y desinterés de este servicio, del todo incompatible con miras de parte.

Hoy, en el siglo XXI, quien no entienda que la libre iniciativa de la sociedad sea capaz de emprender gustosamente, con entusiasmo y sacrificio, una tarea de auténtica y desinteresada función social, con espíritu de verdadero servicio a los demás, tiene una idea triste y mezquina del hombre y la mujer, no comprende la generosidad, no sabe lo que puede el amor por Colombia.

LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS                             Medellín, mayo 6 de 2023