¿Dónde están las promesas que se han hecho en materia social y económica, para que el campo pueda ser realmente la gran despensa de paz y alimentaria del país?

Autor: Héctor Jaime Guerra León*

Colombia es sin duda alguna un país eminentemente rural y a pesar de que en las últimas décadas se ha venido observando una desbordada conurbación- sobrepoblación, ello obedece precisamente a que constantemente muchos de sus habitantes se han tenido que ir migrando hacia los centros urbanos, generando -con ello- inmensos problemas y dificultades, no sólo a las grandes ciudades- que se ven “en calzas prietas” para atender a los nuevos e improvisados pobladores- casi siempre desplazados, sino también a sus familias que en medio de los más lamentables estados de pobreza y de descomposición social y familiar, tienen que afrontar tan desafiantes retos, como el de verse obligados a vivir lejos de su tierra y sometidos a extraños y muy diferentes “modos vivendi, lo que les hace mucho más esquiva y difícil su situación económica en entornos sociales y territoriales totalmente desconocidos.

Es paradójico, pero cierto, los campesinos, que son los más legítimos –auténticos representantes de nuestra colombianidad, siguen –como lo han estado desde tiempos inmemoriales- sometidos al más cruel e injusto abandono, por parte de nuestra institucionalidad- gobernantes y, digámoslo con toda sinceridad, prácticamente no son tenidos realmente en cuenta sino para efectos de las elecciones. Periodo tras periodo son convocados para notificárseles la necesidad de votar y de sostener al régimen de turno, a través de las distintas expresiones que en la “democracia” se utilizan, para buscar que éstos nobles e ingenuos ciudadanos salgan masivamente a expresar su apoyo a uno cualquiera de los dirigentes y/o partidos que los convocan y logran convencerlos, para que les otorguen su respaldo. Pero pasado dicho certamen; esto es, el de las elecciones, todo vuelve a ser igual y este noble y significativo servidor- campesino, debe volver a su hábitat natural, el área rural, donde debe seguir tratando de sobrevivir, en medio de la desolación y la orfandad oficial, teniendo que sabérselas ingeniar para sortear todos los problemas que hoy lo tienen sometido a tener que aguantar, “contra viento y marea”, los más duros y deplorables vejámenes, tales como inseguridad, desprotección estatal, falta de asistencia social, deficiente servicio de salud, mediocre educación, vías de comunicación y viviendas insuficientes y, casi siempre, en muy mal estado. Muchos compatriotas, por efectos de la inclemente y criminal violencia que los rodea, hoy están prácticamente secuestrados-extorsionados en sus propias tierras, haciendo actividades ilícitas y en contra de su voluntad, como el cultivo ilegal de plantaciones- como coca, marihuana, amapola- so pena de ser asesinados o en el mejor de los casos desplazados, como lo hemos anotado antes y como lo reportan –permanentemente- las autoridades y los medios de comunicación.

A pesar de todo lo anteriormente expuesto, como lo hemos reiterado en algunas de nuestras participaciones en este medio, muchas fueron las promesas y las expectativas que se generaron en el proceso eleccionario del actual gobierno que, si alguna de ellas se cumpliera real y efectivamente, ello sería suficiente para el inicio de un gran proceso de redención y reivindicaciones sociales para este olvidado sector.

En el catálogo titulado “203 propuestas” aparece el capítulo el “Campo con progreso”, en el cual este gobierno hizo 10 importantes promesas a los habitantes del campo- los campesinos, que sería importante conocer.

Se prometió otorgar crédito muy favorable para incentivar la productividad, brindarles permanente apoyo y seguridad, fortalecer la salud, generar procesos asociativos e integración, para el fomento y comercialización de sus productos; se dijo que se implementaría un plan que permitiera que las familias y especialmente los jóvenes desplazados, pudieran regresar al campo, a sus tierras, donde tendrían acceso a la información necesaria, a procesos productivos y educativos pertinentes; se habla de que al campesino adulto se le brindaría capacitación y, especialmente, alfabetización, que a la mujer rural se le brindaría una especial protección y apoyo, para que ejerciera su natural liderazgo y emprendimiento. Se les aseguró que se emprenderían procesos de modernización, para cualificar y mejorar la calidad de vida de los habitantes en el área rural.

Se les prometió, además, incentivos tributarios por mínimo 10 años para fortalecer la productividad rural, entre muchas otras propuestas-promesas, que hoy desafortunadamente siguen en la lista de espera.; pues semejantes compromisos no han pasado de ser eso, una simple promesa gubernamental que muy seguramente se mantendrá por mucho tiempo como tal.

*Abogado. Especialista en Planeación de la Participación Comunitaria; en Derecho Constitucional y Normatividad Penal. Magíster en Gobierno.