LA SENSATEZ, LA INTEGRIDAD,
LA ÉTICA Y LA COHERENCIA DEL EDUCADOR:
BÁSICAS COLUMNAS DE LA EXCELENCIA EDUCATIVA
La superación de los problemas formativos en la nueva generación que se levanta pasa, a mi juicio, por animar la educación, lo que equivale a vigorizarla y vivificarla desde las aulas escolares en cualquier nivel educativo.
Por: Luis Fernando Pérez Rojas
Llevado por la inspiración socrática, en mi larga carrera educativa, me animo a explicar el siguiente decálogo del educador, justamente cuando nos preparamos a celebrar el día del maestro y su injerencia en la educación para construir desde las aulas escolares un hombre y una mujer nuevos, de pensamiento crítico, firme carácter, idoneidad profesional, ciudadanos íntegros y líderes inspiradores en la construcción de la Colombia nueva que soñamos.
DECÁLOGO DEL EDUCADOR AÑO 2022
Compromiso con la verdad: la verdad es siempre alumbradora y ha de guiar la praxis formativa, so-pena de quedar a merced del engaño, la arbitrariedad o el dogmatismo.
- Impulso del bien: sin cimientos éticos no hay genuina educación. Por lo mismo, todo educador debe respetar y defender la dignidad humana de los miembros de la comunidad educativa y de la sociedad, para que no se produzcan atropellos de ningún tipo sicológico, social, político e ideológico.
- Cultivo de relaciones cordiales y respetuosas de la diferencia: la relación magisterial ha de fundamentarse en el elemental principio de empatía, respeto, confianza, credibilidad y ayuda a las personas que favorezca la sana convivencia, fundamentada en la integridad de quienes hacen parte de la comunidad educativa.
- Confianza en la virtualidad formativa del diálogo: lo que se traduce en el fomento de un auténtico intercambio conversacional con los alumnos, docentes, administrativos y directivos, presidido por el respeto a la diferencia, la escucha, la verdad y la empatía.
- Apertura a la auto-formación: ante la vertiginosa caducidad de muchas informaciones el educador ha de estar presto al aprendizaje permanente. Sin actualización constante el educador queda irremisiblemente obsoleto.
- Disposición a investigar: el educador debe observar sistemáticamente la realidad y pertinencia de la educación que se brinda con la intención de mejorarla. Es una tarea que redunda positivamente en el quehacer al interior de las aulas escolares. La llamada “investigación-acción” constituye un buen ejemplo de las opciones con que cuenta el educador para su acrecimiento y el enriquecimiento de la vida escolar desde el nivel preescolar hasta el nivel superior.
- Respeto del secreto profesional: los datos obtenidos en el curso de la actividad educativa han de tratarse, salvo justificadas excepciones con suma reserva y prudencia, de modo que no se quiebre la confidencialidad ni se vulnere la intimidad de las personas o miembros de la comunidad educativa.
- Fomento de la cooperación y de la actuación colegiada sin menoscabo de la independencia docente: la combinación de autonomía e implicación en un ambiente laboral de cordialidad y compromiso se presenta como la composición institucional más apropiada.
- Estímulo de la vertiente social de la educación: de manera que se promueva una convivencia fundada en la paz, la libertad, la justicia, la verdad, la coherencia y la participación responsable.
- Aprecio de la cultura en sus diversas manifestaciones: en cuanto vía de progreso personal y social. Sin amor a la cultura la formación disminuye hasta extinguirse. Por eso, las raíces culturales han de encontrarse en todo linaje de educación a cualquier nivel en que se desarrolle.
Ojalá este conjunto de respetuosas sugerencias animen a profundizar en las condiciones que posibilitan una praxis educativa de calidad. Ante las variadas y complejas situaciones que el ejercicio de la profesión plantea, hoy, el educador se encuentra muchas veces desorientado. La ambigüedad, laxitud y desconocimiento de muchas prescripciones deontológicas, algunas periclitadas, obligan a un replanteamiento ético y enseñanza de las mismas para que tengan significación en la educación actual del presente siglo XXI. La ética socrática, centrada en la areté (virtud), es eminentemente práctica, susceptible de aprenderse y mutatis mutandis, brinda una base deontológica que ilumina el desarrollo de una pandemia racional cordial y dialogada.
A LOS VERDADEROS MAESTROS RESPONSABLES Y COMPROMETIDOS CON LA EDUCACIÓN DE CALIDAD: ¡VAYA MI ABRAZO Y SINCERAS FELICITACIONES!!
LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS Medellín, mayo 12 de 2022