Por: Luis Fernando Pérez Rojas

 La empatía, es una oferta de compañía y compromiso para generar un gran propósito nacional

 que le dé sentido a una vida nueva a los colombianos y, no a una nueva vida ciudadana.

Muchos de nosotros somos amigos de gente a la que podríamos, si lo planificásemos, ver en persona, pero a la que preferimos “ver” online.  Nos hemos acostumbrado a experimentar esta “comodidad” como la forma normal de pasar tiempos juntos como colombianos.

En todas las generaciones, hay personas que nos hemos acostumbrado a redirigir las conversaciones -desde felicitar por algún acontecimiento o dar el pésame por alguna circunstancia adversa- a través de nuestras pantallas tecnológicas.  Ya no esperamos que nuestras amistades se presenten físicamente, y quizá ni siquiera deseamos que lo hagan.  Su presencia empieza a antojársenos como demasiado trabajo emocional.

Existen numerosas cosas positivas con respecto a lo que las relaciones online nos puedan aportar para establecer relaciones y conversaciones sobre el gran propósito de construir un nuevo proyecto de nación.  Alguien como ciudadano, socialmente aislado, alejado de sus pares ciudadanos, puede utilizar internet para intentar abrirse a los demás, para intentar encontrar a alguien que hable directamente con él o ella de sus problemas como colombianos.  Pero puede que esta persona no hable directamente con ella.  La empatía no consiste exclusivamente en dar a alguien información o ayudarle a encontrar un grupo de apoyo para luchar por Colombia.  Consiste en convencer a esa otra persona de que estarás disponible para ella todo el tiempo que haga falta para lograr este gran propósito.  La empatía implica quedarse con alguien el tiempo suficiente como para que vea que te interesa saber cómo se siente el pueblo colombiano y que no solo quieres decirle lo que tu harías en su condición de ciudadano.  La empatía por la solidaridad colombiana requiere tiempo, coraje, disciplina emocional y racional, pero sobretodo honestidad y sentido de pertenencia por Colombia.

Con la problemática actual que padecemos los colombianos, hoy, me atrevo a decir que a medida que nuestras comunidades se han atrofiado, hemos pasado de vivir en comunidad de verdad a hacer un esfuerzo para sentir que todavía seguimos viviendo de esa manera como colombianos.  Así pues, cuando hablamos ahora sobre comunidades, hemos pasado “de una relación a un sentimiento patriótico”.  Hemos pasado de estar en una comunidad a tener la sensación de estar en una comunidad de colombianos ¿hemos pasado también la empatía a la sensación de la empatía? ¿de la amistad a la sensación de la amistad?  Debemos prestar mucha atención a esto cuando nos llamamos a dialogar, para llegar a acuerdos en beneficio del pueblo colombiano.  Se nos ofrecen inteligencias artificiales como compañía política y social.  Se las denomina un nuevo tipo de amigo como estrategia de conversación por Colombia.  Si nos conformamos con una “sensación de amistad” con otras personas, la idea de que una máquina tecnológica nos haga compañía no parece una pérdida tan grande.  Pero lo que está en juego es muy valioso: Quizá sea lo más valioso que una persona pueda ofrecer a otra para generar cara a cara confianza y credibilidad.

¿Hemos sacrificado los colombianos la conversación como contacto directo por la conexión tecnológica?  Estamos sumidos en la cultura digital y en un estado de constante conexión, pero hemos perdido contacto personal cara a cara para luchar por Colombia.  Hemos desarrollado afición por las interacciones sociales virtuales dentro de los ámbitos del trabajo, la familia, la amistad, la educación y las relaciones sentimentales y patrióticas, sin advertir el peligro que ello comporta en estos momentos de crisis.  Casi sin darnos cuenta, hemos abandonado la conversación cara a cara.  Con esta afirmación no estoy en contra de la tecnología, sino a favor de la conversación persuasiva e íntima capaz de explorar las sutilezas de las relaciones humanas.

Finalmente, en la interacción entre las nuevas tecnologías y el ser humano debemos analizar las desastrosas consecuencias de la pérdida de la conversación que hemos experimentado en los últimos años, que hace peligrar lo que nos define como seres humanos y como colombianos.  En defensa de la conversación para dialogar con veracidad y sensatez es una cautivadora apología del valor fundamental de las conversaciones cara a cara, entre el gobierno y el pueblo en todos los ámbitos de nuestra vida nacional y una llamada a recuperar el terreno perdido para lograr la convivencia pacífica en búsqueda de la paz sostenible, de la justicia, la libertad y la verdad que nos permitan volver a retomar el destino armonioso de la patria, mediatizado por un profundo respeto por las diferencias políticas, económicas, religiosas, culturales, educativas, étnicas y raciales.

LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS                                Medellín, mayo 22 de 2021