Por: Carlos Alexnder Vanegas Arango 

Soy negro y en mi casa me enseñaron a ser responsable. Me enseñaron a sentirme igual a todos, me dijeron que yo era persona, que yo valía, que mis ideas merecían respeto, que mi cuerpo, mis creencias, mis decisiones, mi identidad merecen respeto. Me enseñaron que todos tenemos derecho a tener una identidad, cualquiera que ella sea.  

Nuestra identidad forjada en luchas nos ha convertido en actores sociales válidos que ahora podemos incidir en la vida económica, política, social, laboral sin aparentes restricciones, y todo eso a un alto costo porque sabemos que descender de los esclavos negros trae consigo una mirada poco generosa de la sociedad colombiana, pese a que Colombia es un estado fundado en el respeto por la dignidad humana.

Sabemos que somos iguales y eso es muy esperanzador y al mismo tiempo retador, aunque ha sido muy difícil para la humanidad plasmarlo en las leyes y casi imposible materializarlo en el día a día, aunque cada vez es más frecuente encontrar a personas de origen afro, asumiendo importantes retos en el estado, la academia, la ciencia, los medios de comunicación y en general en todos los roles de la sociedad.

Ahora me pregunto que, si por ser negro debo recibir un trato menos exigente, o si puedo construir una capa con mi color de piel, mi cultura, mis creencias y convertirla en un escudo que me libre de responder por mis actos o cumplir con las leyes. Yo creo que no, que de ser así estaría declarando mi propia incompetencia y mi falta de capacidad para asumir los retos por los que mis antepasados han libraron una intensa lucha que, en muchos casos, les arrebató sus vidas. Nadie debiera escudarse en la trinchera del racismo para negarse a asumir sus responsabilidades laborales, sociales, familiares o de cualquier naturaleza.  

Ahora bien, si mis responsabilidades se derivan de un cargo público, con mayor razón no puedo evitar la crítica o el reclamo que justamente la comunidad me hace. No puedo calificar como racistas a mis interlocutores, porque el servicio público exige compromisos en el marco de la constitución y las leyes. Se jura servir a los colombianos cuando se asume un cargo público y en ese momento nos convertirnos en servidores públicos, con una enorme carga sobre nuestros hombros.

Ser negro no me hace irresponsable, ser mujer tampoco la hace, ser indígena, ser campesino, obrero, estudiante, todos debemos responder por lo que hacemos. Entendiendo las diferencias, los contextos y la forma como se responde; pero cuando se trata del estado, en la medida en que existe el derecho para acceder a los cargos públicos, en esa misma medida surge la obligación de responder ante la constitución, las leyes y el pueblo colombiano.

La responsabilidad, como las oportunidades, no tienen color de piel.