Por Iván de J. Guzmán López  Ivanguzman790@gmail.com

Atentados tan monstruosos y despiadados como los perpetrados en la tarde del martes 22 de junio de 2021, contra la Brigada 30 del Ejército Nacional, en Cúcuta, Norte de Santander, donde 36 personas resultaron heridas tras la explosión de un carro bomba, y el reciente ataque del viernes 25 de junio de 2011 a la aeronave Black Hawk en la que viajaba el presidente Iván Duque Márquez, impactada en 6 oportunidades cuando aterrizaba en Cúcuta, procedente del municipio de Sardinata (Norte de Santander), nos está repitiendo que los interesados en crear el caos y la confrontación en Colombia, no descansarán en el logro de ese propósito.

Sin duda, no les interesa la paz; no les sirve un estado de paz, para sus oscuros fines políticos. No hay duda que, ante la incapacidad que demuestran para ejercer la política, no les atrae en lo más mínimo, la paz. Sólo les sirve un estado de guerra, en contravía con el bienestar de las inmensas mayorías, que ven en un estado de paz la única posibilidad para salir de las crisis coyunturales que no dejan caminar al país por senderos de reconciliación, prosperidad y democracia.

Para los teóricos, “la paz, definida en sentido positivo, es un estado a nivel social o personal, en el cual se encuentran en equilibrio y estabilidad las partes de una unidad. También se refiere a la tranquilidad mental de una persona o sociedad. Definida en sentido negativo, es la ausencia de inquietud, violencia o guerra”. En otro ámbito, más personal, “paz es lo contrario de la guerra, es el estado interior (identificable con los conceptos griegos de Ataraxia, entendida como tranquilidad, serenidad e imperturbabilidad en relación con el alma, la razón y los sentimientos;  y Sofrosine, o encarnación de la moderación, la discreción y el autocontrol. En una palabra romana, la Sobrietas, la sobriedad), exento de sentimientos negativos (ira, odio). Ese estado interior positivo es deseado tanto para uno mismo como para los demás, hasta el punto de convertirse en un propósito o meta de vida”.

Pero la paz personal no puede entenderse de forma aislada; debe ser refractada al colectivo, como un ejercicio de crecimiento personal dialectico que ambicione y logre construir la paz social. La paz de las naciones, la paz social, debería ser una ambición democrática; el supremo deseo de las naciones. “la paz social, debe entenderse como consenso: el entendimiento tácito para el mantenimiento de unas buenas relaciones, mutuamente beneficiosas, entre los individuos; y a distintos niveles, el acuerdo entre distintos grupos, clases o estamentos sociales dentro de una sociedad”. Es claro que el consenso se diferencia de “una mayoría” en el sentido que cuando una mayoría se pone de acuerdo también hay una minoría que disiente, en cambio en el consenso no hay disenso. Parece ser que aquí está el aceite que enciende la pradera y que no hemos podido evitar, o nos empecinamos en evitar. “Una decisión por consenso, no obstante, no implica un consentimiento activo de cada uno, sino más bien una aceptación en el sentido de no-negación. En este tipo de modalidades de decisión encontró su fundamento la democracia griega”.

Ya en el ámbito supranacional, atendiendo al Derecho Internacional, “el estado de paz es aquel en el que los conflictos internacionales se resuelven de forma no violenta; y, particularmente, se denomina “paz” al convenio o tratado (tratado de paz) que pone fin a la guerra”; esto lo saben y lo aplican los estudiosos de la irenología, saber de las Relaciones Internacionales, ocupada del estudios de la paz y los conflictos.

Otra arista que deriva en violencia e intereses oscuros, es la que deja un proceso de paz que no describe claramente los esfuerzos de las partes interesadas en lograr una solución duradera a largos conflictos. Es un paño de agua tibia en la isquemia social, que más tarde puede derivar en consecuencias más delicadas que la misma guerra que se intenta sofocar.

En definitiva, modernamente la paz no puede tomarse como ausencia de conflicto; más bien debe entenderse como un estado del alma y de la comunidad cultural, educativa, económica, social y política, por hacer de esos conflictos oportunidades valiosas de crecimiento personal, de riqueza social y de madurez política y democrática.

Nos preguntaremos, al final de este camino conceptual, la paz ¿para qué?

En términos sencillos, tenemos que decirle a los que promueven la violencia, cometen atentados y están interesados en incendiar la patria: la paz sirve para pensar, planear y ejecutar las tareas necesarias para crear las bases del desarrollo pleno y el crecimiento de los colectivos humanos; sirve para ejercer el postulado democrático (de los servidores públicos y agentes privados) de incrementar la calidad de vida de los ciudadanos y de la nación, en la medida que no permiten el desvío de recursos a particulares (como lo hace la corrupción o la guerra o el narcotráfico) y se invierten más recursos en el desarrollo de la educación, en el pleno empleo, en la salud, en la recreación y en la cultura de los ciudadanos.

Desde un punto de vista espiritual o personal, la paz sirve para vivir en comunión con uno mismo y con los hombres, con el medio ambiente y con la vida, permitiendo la realización plena de un proyecto de vida y el crecer del sentimiento de patria, muy especialmente entre los jóvenes, llamados al relevo administrativo, cultural, social,  político y democrático de nuestras naciones.

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