Por: IVÁN ECHEVERRI VALENCIA

En un país político como el nuestro, donde se vive intensamente los certámenes electorales, tanto por los que desean acceder a un cargo público como por los votantes por encontrar alguien que les ayude a remediar  sus necesidades colectivas y personales, dieron lugar a un proceso muy movido y beligerante. Las actividades previas fueron intensas acudiéndose a la creatividad y a toda clase de argumentos, artimañas y presiones. Los nervios de los candidatos y el apasionamiento de sus seguidores originaron cierta ansiedad, la que se manifestó en brotes de perturbación del orden público y en ataques personales. 

En Antioquia, se presentaron algunas quejas que fueron atendidas inmediatamente, pero la verdad sea dicha, las elecciones trascurrieron en paz y con total transparencia. El gobernador a la cabeza del Comité de Seguimiento Electoral, garantizó total imparcialidad.

Los que no obtuvieron los resultados que esperaban se encuentran apesadumbrados, buscando responsables por todas partes, sin hacerse su propia reflexión, del cual fue su falla o la de su partido o movimiento político.

Un caso diciente es el Centro Democrático, con la pérdida de la gobernación de Antioquia y alcaldía de Medellín,  miran para todos lados a quien poderle indilgar la responsabilidad, unos dirigen el dedo acusador al presidente Duque por su flojo comienzo de gobierno y por las medidas económicas y sociales que se enuncian, las cuales  trascendieron y que son de gran impacto negativo para la clase media y popular; otros han enfilado las baterías hacia varios de sus miembros por su flojo compromiso con los candidatos y por comportarse como buñuelos, es decir, volteándose de manera soterrada y maliciosa a favor de otros aspirantes. Pone fin a esta discusión el expresidente Uribe reconociendo la derrota de su partido y responsabilizándose de ella.    

Pocos analizan el comportamiento de la juventud, de los indecisos, los sin partido y militantes cansados y hastiados de tanta irascibilidad de algunos dirigentes quienes se han empeñado en los últimos tiempos a polarizar a los ciudadanos con posturas de miedo y odio como una estrategia de obtener votos. La mayoría de los que acudimos a las urnas lo hicimos a conciencia buscando otras alternativas y posibilidades que nos permitiesen tener otras miradas de cambio al actual ambiente hostil y de injusticia social en que nos tienen incursos.

Soy optimista que personas como Aníbal Gaviria, en calidad de gobernador que ha sufrido las consecuencias de la guerra como el secuestro de su señora madre y la muerte en cautiverio de su hermano Guillermo, así como su experiencia en cargos similares al que va ostentar a partir el primero de enero, son prenda de garantía para aclimatar la paz y continuar por el actual sendero de desarrollo y liderazgo que lleva nuestro departamento.

La alcaldía de Medellín, queda en las mejores manos como las de Daniel Quintero, persona que se ha hecho a pulso, haciendo honor a la raza antioqueña de ser capaz de sobreponerse a todas las vicisitudes económicas y sociales. Su vida ha sido toda una lucha, un reto, nada le ha quedado grande. El liderazgo y sensibilidad social del alcalde electo le ha permitido encabezar grandes causas en contra de la corrupción y el de ocupar importantes posiciones nacionales.

Nadie puede sentirse derrotado, la marea comienza a bajar, porque ganamos con dos grandes líderes que  llevarán  Antioquia y a Medellín por el camino correcto.