El gobierno colombiano tiene que aceptar que la juventud trabajadora y estudiosa,

como sector pensante, crítico y de opinión independiente, tienen el derecho a la

libertad de pensamiento y a expresar su profunda insatisfacción, que los oprime y

desespera por falta de oportunidades para servirle a la patria.

Por: LUIS  FERNANDO PÉREZ ROJAS   

Los colombianos desde el despertar de la historia, siempre hemos honrado y respetado a la juventud inspiradora e innovadora, corajuda, honesta, honrada, ética, veraz; jóvenes líderes transformadores y visionarios los reclama la sociedad, los requiere Colombia y los exige la patria.

Los colombianos tenemos consciencia que en la vida real no tratamos con jóvenes extraterrestres, sino con seres humanos inteligentes y críticos de carne y hueso: Hombres y mujeres que están llenos de contradicciones, que algunos son apáticos y veleidosos, fuertes y débiles; otros, tristemente celebres e ignominiosos, jóvenes en cuyo torrente sanguíneo los virus luchan permanentemente por fomentar el odio, el rencor, la maledecencia y la violencia.

Los colombianos nos beneficiamos mucho de encontrarnos con jóvenes de diversas clases sociales, y esos encuentros con personas de culturas tan diversas, tienden a ampliar nuestros conocimientos generales para interactuar con un profundo respeto por la diferencia.  Pocos jóvenes se sienten satisfechos con observar objetivamente desde distintas orillas ideológicas, incapaces de influir positivamente en el diálogo constructivo y asertivo, frente a los acontecimientos económicos, políticos, sociales, culturales y educativos, entre otros, que a todos los colombianos nos afecta.

Los colombianos debemos concienciarnos de que la juventud está hecha del barro de la sociedad en la que vive y que por eso, son seres humanos sensibles y susceptibles que se deben respetar en su propia cultura y creencias.  Que la juventud tiene fortalezas y debilidades para adquirir un compromiso serio y responsable con la patria.  Que nuestro deber es trabajar con ellos por un país mejor, más humano, más justo, más libre, más pacífico y más educado.

Todos los jóvenes colombianos, incluso los que parecen ser indiferentes al acontecer nacional, poseen un núcleo de decencia, mesura, tolerancia, prudencia y sensatez, y así, se consigue llegar a sus corazones juveniles para construir la paz, que son capaces de soñar y construir para comprometerse con el cambio que la nación reclama.  Para el estado colombiano su tesoro más valioso es su gente, especialmente los jóvenes estudiosos, talentosos, disciplinados, honestos, creativos, inteligentes, con un gran propósito de servirle a Colombia.  Ellos son nuestra esperanza, los que nos permiten cosechar los beneficios del resto de nuestro más significativo legado.

La juventud colombiana está llamada a tener un respeto nacional por la democracia, la paz, la libertad, la verdad, la ética, la honestidad, la educación, la sana convivencia, e incluso sentir placer por cooperar y sentir una profunda admiración por el respeto a la dignidad humana y profesional, por todos aquellos seres humanos revestidos de humildad, sabios, sencillos, empáticos y leales por naturaleza, y que tienen una confianza y credibilidad absoluta en la juventud estudiosa y trabajadora de Colombia, sin importarles su condición política, económica, educativa, social y cultural.

En Colombia, hay hombres y mujeres, demasiado jóvenes, de excelente calidad humana, académica, intelectual y profesional que desean fervientemente poner sus vidas al servicio de la humanidad, que anhelan la paz y la estabilidad social, jóvenes que merecen unos ingresos decentes y justos por sus servicios a la sociedad, buenas condiciones integrales que les permita dignificar su lucha por un país mejor, que se les respete en sus diferencias, para mantener una verdadera estructura democrática de la sociedad de la cual hacen parte.

La juventud promisoria de Colombia debe ser garante de poseer consciencia crítica de que nuestra libertad nunca podrá ser completa, o nuestra paz y democracia jamás serán sostenibles, si no se cubren las necesidades básicas y fundamentales de nuestro pueblo.  Los jóvenes de paz y libertad están llamados a luchar contra la criminalidad, el terrorismo, el vandalismo, la corrupción, la mediocridad, la mentira, el engaño, entre otros, si de verdad deseamos aprender a vivir mejor.  Los jóvenes, en una inmensa mayoría, tendrán que ser seres humanos comprometidos con la constitución y las leyes y ser capaces de producir riqueza humana, espiritual y material en la sociedad donde actúan. 

El gobierno nacional debe animar a la juventud viendo lo bueno que hay en ellos.  Los colombianos sabemos que existen hombres y mujeres jóvenes demasiado estructurados, excelentes y con deseos de superación constante en todos los rincones de la patria y, en todos los sectores políticos, sociales, educativos, económicos y religiosos.  Es el momento oportuno para que estos jóvenes esperanzadores en la construcción de un nuevo proyecto de nación luchen para unir y no para destruir, para que de este modo reafirmemos nuestra humanidad común por la Colombia soñada y, hacer de nuestra amada Colombia un lugar especial de feliz convivencia para todos.  “Así de sencillo, debemos apostarle a la paz”.

LUIS  FERNANDO PÉREZ ROJAS                                          Medellín, junio 5 de 2021