Por: Sergio Zuluaga Peña.*

Cuando empieza una revuelta social, la principal fuerza impulsora es el descontento popular con las miserables perspectivas económicas de la mayoría de las personas,  una de las características de la revuelta social es su énfasis en exigir una mejor gobernabilidad y una distribución más justa de las oportunidades económicas.

Lo sorprendente de los levantamientos que hemos presenciando, es la ausencia relativa de cualquier motivación ideológica distintiva. Los jóvenes mujeres  y hombres, que son impulsados a la acción  comparten su mismo anhelo, bastante universal, un deseo de prosperar económicamente y un profundo sentimiento de frustración y desesperación ante los obstáculos insuperables del camino.

En mayo de 1968 se vivió sin lugar la mayor revuelta juvenil de la cual se tenga memoria cercana, que dejó una huella legendaria en el imaginario popular y, la más famosa de sus consignas fue: “LA IMAGINACION AL PODER”.  Hoy nuestro país enfrenta una falta de solución a problemas complejos como la desigualdad, la corrupción, el populismo, sólo por mencionar algunos de esos problemas; y la esperanza y la emoción de la democracia para nuestros jóvenes no existe, y peor aún estamos ante la mayor crisis  de legitimidad del Estado que jamás hemos presenciado, crisis persistente, por la incapacidad del gobierno para responder eficazmente a los problemas económicos y sociales, por esa misma  incapacidad de cumplir las expectativas de la población con respecto a la prestación de los servicios públicos y sociales, por sumergir a nuestra generación y las futuras a tener que responder por  una deuda pública aplastante, un gasto insostenible en la coerción militar y un terrible  estancamiento económico.

Por lo anterior debemos ser conscientes que ante las nuevas elecciones democráticas a la presidencia necesitamos escoger un líder innovador y disruptivo capaz de enfrentar estos problemas complejos desde un ángulo nuevo, un líder lleno de imaginación que sea capaz de rodearse de gente joven y experimentada que hagan de la consigna LA IMAGINACION AL PODER, el slogan y la forma de solucionar estos caros problemas que nos agobian  y, que sólo podremos enfrentar  con nuevas miradas, con ideas frescas, con puntos de vista desprovistos de etiquetas y prejuicios

Si aceptamos que los agravios económicos están entre las principales fuerzas impulsoras detrás de los levantamientos, es necesario aceptar que el resultado inexorable de una pandemia  son las dificultades económicas para la sociedad,  la situación que ha conducido  a los levantamientos de nuestra sociedad en estos últimos días  no es  cíclico ni es el resultado de un choque externo repentino, las quejas se han acumulado durante el período de estancamiento  económico y social en la pandemia y obviamente de su pésima gestión por parte del Gobierno sumado al mismo comportamiento del pos-conflicto y, ello es apenas obvio porque, si  se gobierna mal en épocas de normalidad,  peor aún en épocas para las que nadie estaba preparado.

Ahora bien, ante la angustia económica y social la gente considera que debe tomarse las calles para derrocar la estructura político-social disfuncional que les ha fallado económicamente, pero paradójicamente, al hacerlo, empeoran drásticamente la situación económica general, al menos a corto plazo. 

Es claro que antes de los levantamientos  de la pandemia y el pos-conflicto, los indicadores macroeconómicos que en general habían sido entre regulares  y apenas  normales comparado con los demás países latinoamericanos, dejando claro que el tema  de la distribución de la riqueza siempre ha sido extremadamente desigual,  frente a los fenómenos de pandemia  y el pos-conflicto  estos  indicadores han empeorado y,  en últimos años se  han mostrado un declive económico muy serio y duradero.

El dramático empeoramiento de las condiciones económicas hace que la situación sea inherentemente difícil, la transición hacia la pos-pandemia  es  exponencialmente más difícil. Para ser muy claro, incluso en las mejores circunstancias, la transición a la  pos-pandemia conllevará un cambio significativo y una incertidumbre tenaz. Esto se traduce directamente en perspectivas económicas malas, que lamentablemente, reduce la probabilidad de que su propia transición sea exitosa. En nuestra situación ya difícil, se agrava por el legado de la mala gestión económica derivado de un pos-conflicto  y un pésimo manejo durante la pandemia.

El pesado legado autoritario en el panorama institucional y la cultura política, agravada por errores políticos masivos, pero evitables, más las posibilidades reducidas de una transición exitosa  a la pos-pandemia darán lugar a continuos  levantamientos populares  a nivel nacional y pueden conducir  a una mal peor, un populismo nacionalista, que viene siendo gestado y de seguro va a  nacer  de la experiencia común de resistencia y lucha, un sentido resultante de autodeterminación y sentimiento de solidaridad.

Los levantamientos también vienen siendo  avivados por el sentimiento  de que a la legitimidad popular, los derechos les han sido violentados y usurpados por los gobernantes locales y nacionales,  que desesperados se tornan autoritarios y combinado con la desastrosa experiencia de las privatizaciones extremadamente corruptas y mal manejadas de la década anterior en temas como la salud y los servicios públicos en general, esto nos ha llevado a tener unas expectativas económicas muy pesimistas y peor aún  con respecto a la justicia social.

El resultado es una imagen muy poco realista del papel económico del estado. Esto es,  no se distingue suficientemente entre lo regulatorio, distributivo, y papel realmente productivo del Estado. La bonanza de las llamadas locomotoras  minera y petrolera que había permitido al estado evitar muchos ajustes estructurales dolorosos en el pasado, ese  dinero fácil que había protegido notablemente el empleo improductivo del sector público, deje un legado de muy alto desempleo juvenil, productividad laboral muy baja, tasas de participación en la fuerza laboral muy bajas, especialmente para las mujeres, y una dependencia muy alta del sector informal, infraestructura social por debajo o fuera de lugar de la inversión dejó incapacitado al Estado para  responder a las exigencias del pueblo.

La brecha extrema entre los superricos y el resto de la sociedad, y lo fiscalmente insostenibles de la dependencia de los subsidios, que distorsiona los precios, lleva a la sociedad a una alta polarización. Como resultado de las rentas del petróleo y otros comodities,  nuestra  economías no es muy productiva  y se centran en las redistribuciones a través de redes del subsidio, a menudo en la forma de empleo ineficaz del sector público, en lugar de la producción de riqueza. En consecuencia, la economía está mucho menos integrada en el mundo global o comercio regional  y, corregir estas deficiencias estructurales, dejadas por décadas, ahora de alguna manera tendría que suceder milagrosamente o solo ejercitando la imaginación en el poder.

En las intensas condiciones de agitación política después de estas rebeliones que suceden lo suficientemente rápido como para pretender que existan respuestas económicas y sociales iguales  de rápidas, para satisfacer las expectativas populares poco realistas, debemos prepararnos para ajustes y desajustes inesperados por ello se hace necesario una reflexión profunda de cómo se debe pensar el Estado Colombiano y las decisiones que hemos de tomar en las urnas próximamente, o para parodiar con otra frase de mayo del 68 “SEAMOS REALISTAS ; PIDAMOS LO IMPOSIBLE”, los invito a que sin ningún temor y por vez primera ante las elecciones presidenciales que se aproximan  COLOMBIA DEBE PENSAR EN GRANDE¡.

*𝙰𝚋𝚘𝚐𝚊𝚍𝚘, 𝙿𝚑𝙳 𝙳𝚎𝚛𝚎𝚌𝚑𝚘, 𝙼𝚊𝚐í𝚜𝚝𝚎𝚛, 𝙻𝚎𝚐𝚊𝚕𝚝𝚎𝚌𝚑, Mercadólogo, 𝙰𝚎𝚛𝚘𝚗𝚊u𝚝a.

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