Por: Misael Cadavid MD

En nuestra época y desde hace ya algún tiempo, determinadas virtudes han sido  muy anheladas y buscadas  en el mundo, como la inteligencia, la fortaleza y la valentía.

Sin embargo, si lo que se quiere es encontrar la verdad y vivir de una manera genuinamente conectada con la fuente de la vida, es difícil pensar que exista una virtud auténticamente más importante y esa es la humildad.

La misma palabra es reveladora. “Humildad” viene de la palabra en latín “humus”, que significa “tierra“, y la cual está presente también en “humano“. La esencia del ser humano, es la humildad.

La humildad es la virtud suprema en todas las religiones, donde es sinónimo de la grandeza de espíritu.

Posiblemente, la clave de la espiritualidad en las diversas profesiones y ocupaciones es la humildad.

Habitualmente, la persona humilde expresa su sensibilidad de una manera general  y no en lo particular  y  reconoce que su existencia es un regalo que le viene de Dios o del maravilloso azar de la evolución biológica.

La humildad consiste en saber que no hay ninguna fuente de energía que impulse aquello que se llama ego y  le permita levitar con prepotencia y soberbia.

De igual manera, es característico de la humildad que conlleve indefectiblemente a una libertad espiritual.

Y es que la humildad es una purificación vivencial al servicio de los demás.

La humildad purifica el alma al eliminar los beneficios personales.

Tomar conciencia de que la vida es efímera, es la virtud de la humildad, la desnudez del espíritu.

La desnudez del espíritu es lo que nos hace transparentes y altruistas  y con los cuales se trasciende lo mundano.

La humildad es siempre una forma de vida, pues está libre de la obsesividad personal  y se irradia a su objetivo  de manera clara.

Definitivamente la inteligencia está asociada a la humildad.

La humildad es amor que no repara en sí mismo.

La humildad es el estado natural del alma, pues la persona humilde se desnuda de todo artificio, de toda falsa conceptualidad, de las vestimentas aterciopeladas de la sociedad y del ego.

Es por esto que, siempre he pensado que las grandes obras de arte son de alguna manera expresiones de humildad, pues es la humildad la que permite acceder a la simplicidad de la vida.

Por eso, creo que en la sencillez y en la humildad está el secreto de lo verdaderamente grande.

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