Por: LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS  

HIPOCRESÍA: “Fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan”. Diccionario de la Real Academia Española, 2016.

Me refiero a aquellos cuya disposición interna más significativa es el disimulo y la mendacidad.  Las personas insinceras que procuran elegir una fachada exterior aceptable para encubrir sus carencias, sentimientos y designios internos.  Personajes públicos con una imagen de transparencia y autenticidad que oculta a personas que en la realidad son turbias y poco confiables como servidores públicos, las mismas que en determinadas ocasiones suelen desgarrar sus vestiduras en forma teatral ante realidades de por sí evidentes, no porque se sientan ofendidas o afectadas, sino para disminuir su propia culpa o real condición.

¿Por qué fingir virtudes o devoción?: La persona imputada necesita sentirse valorada, respetada, aceptada y querida por los otros.  Piensa y siente que el resto solo la aceptará si se muestra “buena gente”.  Cree que si se muestra con debilidades no será aceptada ni respetada.  Este es el mismo trato que se da a sí misma: Es incapaz de aceptar sus propias debilidades.  Más profundamente, esta necesidad de sentirse respetado y aceptado se relaciona con la necesidad de ser confirmado como individuo íntegro.  La individualidad de la persona imputada está patológicamente dada si es otro el que la confirma, ya que el imputado es incapaz de ser y sentirse un individuo de carácter por sí mismo.  Su mundo interno no es lo suficientemente estable, fuerte y autónomo como para autoabastecerse de sentimientos de seguridad, basado en sus propias emociones y capacidades personales y profesionales.

La persona hipócrita reproduce en el mundo adulto sus vivencias infantiles de sentirse desvalida y desprotegida cuando los otros, sus padres o mayores, no aceptaron sus debilidades, cuando sentía el temor intenso de que si sus padres o los adultos no lo querían podría morir, ya que efectivamente en los primeros años se depende totalmente de los adultos que están a cago nuestro.  Este modelo se reproduce socialmente en la valoración que se hace de los personajes que hemos denominado servidores públicos.  Se muestran hipócritamente “buenos y honrados” para ser aceptados, para que les confirmen su existencia como personas importantes y valiosas para la sociedad, ya que ellos no son capaces de sentirse valiosos por sí mismos.  Existen psicológicamente a través de otros.  Esto les pasa a todas la personas o servidores públicos a distintos niveles.

Lamentablemente, nuestra sociedad está enferma de hipocresía y gazmoñería en el sector público y privado, y estas pautas son introyectadas profundamente en la mente de estas personas, impidiéndoles aceptar verdades que son evidentes, pero que entran en conflicto con la gran mascarada social.

La hipocresía es la madre de todos los prejuicios, nublando de comprensión de cualquier conocimiento que se aparte de lo convencional.  Hace que gente inmoral y corrupta parezca ser puritana, decente y honesta; que personas que jamás practican la ética en forma sincera se consideren éticos ciudadanos; que sujetos no muy dignos denostan a quienes descubre su real condición; que servidores públicos inmorales observen una conducta exterior devota y caritativa; que delincuentes de guante blanco y corbata se camuflen en instituciones respetables, y que la morbosidad sexual se disimule bajo un manto de pureza y castidad.

Si comprendemos la verdadera moral podremos superar nuestros defectos y carencias en vez de gastar nuestras energías en esconderlos, servirlos y protegerlos, aprendiendo a valorarnos por nosotros mismos.  La convicción razonada de actuar correctamente nos permitirá perder el temor a no ser queridos ni aceptados por los demás, ya que habremos logrado nuestro propio desarrollo, de acuerdo a la pautas éticas y morales superiores.  Nada peor que la moral acaramelada o interesada de un servidor público que teoriza sobre situaciones ideales desconectadas de la realidad de la vida.

LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS          –              Medellín, diciembre 5 de 2020