Amylkar D. Acosta M1

Excelentísimo Monseñor Luis Mariano Montemayor, Nuncio apostólico de su
Santidad el Papa Francisco y del Estado de la Ciudad del Vaticano en Colombia,
bienvenido a nuestra tierra. La Guajira y los guajiros estamos de plácemes con su
visita, con su presencia. Muy complacidos, además, de saber que usted presidirá el
tradicional festejo de la fiesta patronal de nuestra Señora la Virgen de los
Remedios. Después de 14 años de abstinencia, desde cuando Monseñor Aldo
Cavalli nos visitó en 2009, nuevamente tenemos el privilegio, porque es un
privilegio, de tener entre nosotros nada menos que al Vicario del Papa en nuestro
país.
A nuestro pastor y guía espiritual, Monseñor Francisco Ceballos, Obispo de nuestra
Diócesis de Riohacha, deseo expresarle mis agradecimientos por encomendarme el
honor de darle la bienvenida, de saludarlo en nombre de la feligresía y de todos los
estamentos de Riohacha y de La Guajira. Como católico, como guajiro y sobre todo
como fiel devoto de la Vieja Mello, que es como la llamamos cariñosamente, me
siento honrado por ello.
Arriba usted a la Península de La Guajira, la esquina oceánica de América, como la
llamó el pensador antioqueño Luis López de Mesa, descrita magistralmente por uno
de nuestros juglares, Hernando Marín, como “una dama reclinada, bañada por las
aguas del Caribe inmenso…Majestuosa encabezando el mapa…luciendo con
soltura y elegancia una gigantezca manta y joyas de misterio”. Y otro de nuestros
juglares, Rafael Manjarrez , en una de sus más bellas canciones se pregunta “por
qué La Guajira se mete al mar así, como si pelear quisiera, como engreída, como
altanera” y él mismo se da la respuesta, que es “para que el mundo supiera que hay
una princesa aquí”. Es más, si hipotéticamente se le quitara La Guajira al mapa de
Colombia, este quedaría decapitado!
La Guajira ha sido bendecida por Dios, al dotarla de ingentes recursos naturales
renovables y no renovables. Es el único Departamento del país que cuenta con
todos los pisos térmicos, desde el sol canicular y el desierto de su territorio más
septentrional hasta el pico nevado de Colón, el más elevado en el mundo a orilla
del mar, en uno de los flancos de la Sierra Nevada de Santa Marta, declarada por
parte de la UNESCO como Reserva de Biosfera, del Hombre y de la Humanidad en
el año 1979. De allí la enorme biodiversidad que la caracteriza, en donde se da
desde el cardón entre dunas que, al decir de otro juglar de nuestra música vernácula
Leandro Díaz, “en tierra mala ningún tiempo lo derriba, en cambio en tierra mojada

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1 Miembro de Número de la ACCE

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nace de muy poca vida…que no lo marchita el sol” y en contraste se da también el
café orgánico con denominación de origen en la Sierra.
Además de biodiversa, La Guajira es multiétnica, poblada predominantemente por
afros y mestizos, cuenta con la más numerosa y diversa población indígena del
país, sobresaliendo entre ella el pueblo Wayüu, asentado en la Alta Guajira,
secundada por los arhuacos, los wiwas, los kogis y los kankuamos, que habitan la
Sierra Nevada. Cabe destacar que esta población aborigen conserva intactas sus
costumbres, su cultura ancestral, sus hábitos, ritos y mitos, así como sus
habilidades para las artesanías.
Mención aparte merece el reconocimiento que le hizo la UNESCO en el 2010 al
Sistema normativo de los Wayüu aplicado por el pütchipü´üi, más conocido como
“palabrero”. Este Sistema está basado en los principios de la reparación y
compensación, los mismos que inspiran la Justicia especial para la paz (JEP)
acordado con las FARC para ponerle fin a un conflicto armado que había perdurado
más de 50 años. Ha cobrado tanta importancia y relevancia que la Universidad del
Rosario ofrece la cátedra de dicho Sistema normativo (¡!).
La Guajira sobresale en el contexto nacional también porque históricamente ha
servido de despensa minero – energética del país, gracias a sus enormes reservas de
gas y de carbón, convertido en el segundo renglón de exportación del país. Y en
momentos en los que se impone la necesidad de la Transición energética desde las
energías de origen fósil hacia las fuentes no convencionales de energías renovables
(FNCER) para contribuir a la descarbonización de la economía y así combatir el
Cambio climático, nuevamente La Guajira se destaca por el mayor potencial de las
mismas en Colombia. Y no es para menos, habida cuenta que la velocidad del
viento en su territorio es el doble del promedio a nivel mundial y la radiación solar
supera en un 60% dicho promedio.
Pero, no todo es color de rosa en La Guajira, pues sigue siendo un territorio muy
rico pero habitado por gente muy pobre. Así lo muestran las estadísticas y los
deplorables indicadores de su condición social. Según cifras de 2020, el
Departamento cuenta con 1´093.671 habitantes, de los cuales el 69% viven en
condiciones de pobreza monetaria, que representa el 3.9% de personas en esas
condiciones a nivel nacional (¡!). Son indignantes los registros del número de niños
menores de 5 años que se desgajan del árbol de la vida como si fueran racimos
acabados de nacer. Sólo el año pasado de los 292 niños que murieron por causas
asociadas con el hambre y la desnutrición 76 tuvieron lugar en La guajira, con
prevalencia en la comunidad indígena. El contraste no puede ser mayor!
Este cuadro dantesco se suele atribuir a la mal llamada maldición de los recursos
naturales, al asociar estas lacras sociales al denostado “extractivismo”,
atribuyéndole a las multinacionales su responsabilidad. Pero, la verdad sea dicha,
como lo afirma la CEPAL, los recursos naturales no son una maldición para los

países que los poseen y explotan, la maldición está en las equivocadas políticas
públicas, en la corrupción, el despilfarro y la ineficiencia en la inversión de las
regalías que se reciben a cambio. Con el optimismo panglosiano que me asiste, yo
aspiro y espero que tal situación cambie más pronto que tarde, pues, como dijo El
Quijote “ni el bien ni el mal son duraderos y siendo que el mal ha durado tanto el
bien debe de estar cerca”.
Riohacha, enero 31 de 2023

Articulo publicado por la fina atención Fabio Esteban Barrera Martínez