Por: Balmore González Mira

Uno de los principales sectores de impulso y reactivación de la economía en el país es el turismo, nos visitan millones de extranjeros durante todo el año, en principio con el loable propósito de conocer las maravillas de nuestra tierra, nuestra cultura, costumbres y hasta hermosas mujeres, lamentablemente llegando a un turismo sexual muy despreciable para el valor que deben tener los seres humanos; y finalmente buscando también un turismo de drogas, absolutamente degradante y reprochable como el anterior.

Pero en lo que respecta al turismo, en el buen sentido de la palabra, somos un destino deseado y privilegiado en el mundo, además por nuestras riquezas naturales, ambientales y lo exótico y paradisíaco de nuestras tierras y por la exquisita gastronomía que sabemos preparar y deleitar. Muchos mochileros, básicamente estudiantes de otras latitudes y continentes, nos visitan con el propósito de aumentar sus conocimientos académicos, obviamente también empresarios para hacer inversión y paseantes de capacidad económica grande que nos dejan gastos en moneda extranjera que beneficia altamente nuestra economía. Esto último ha ayudado a los empresarios hoteleros y dueños de restaurantes a reactivar la economía en la época de la “pospandemia” como un milagro financiero que ha hecho que se abran y construyan más hoteles y se disponga más oferta gastronómica en los diversos lugares de nuestra geografía.

He venido observando y escuchando que la clase media y baja de Colombia que hace turismo y quiere disfrutar de parte de la gastronomía, en parte este auge extranjero la ha perjudicado en lo que tiene que ver con el valor sumado a los servicios prestados (“propinas voluntarias”), unos de ellos preguntados y consultados con el consumidor y otros colocados directamente por los dueños de restaurantes sin previo aviso del y al cliente. Esta costumbre tan arraigada en otros países, jamás es colocada en las facturas de cobro, generalmente es un tema voluntario que en cierta medida es valorado por el usuario quien califica cuántos dólares o pesos entrega de más, por el ya de por sí, costoso valor de las comidas. Algunos cercanos me insistieron en hacer esta nota a la cual accedí bajo los siguientes criterios. Primero, que en la inmensa mayoría de veces la comida que nos sirven es deliciosa y bien preparada;  segundo, que es de por sí, ya costosa. Tercero, que algunos empleados de restaurantes se quejan de que no les entregan la totalidad a ellos. Y cuarto, que debería ser obligación preguntar primero al cliente antes de facturar, o dejarlo a su criterio. 
Me decía una familia de 5 miembros que salir a almorzar cada ocho días es un privilegio de pocos, que si un padre de familia se gana un salario mínimo, ir a un buen restaurante le cuesta 250 mil pesos y con el “servicio voluntario” eran 275, lo que significa un 27.5% de sus ingresos mensuales. Imposible. Ni siquiera a quien gana 3 salarios mínimos mensuales le daría, pues con cuatro fines de semana serían $1.100.000 lo que implica más del 33% de sus ingresos de 3 millones de pesos, con lo cual ya es catalogado dentro de la clase trabajadora que gana alto.

La deliciosa gastronomía popular o el corrientazo seguirá siendo una alternativa para los estratos 1,2 y 3 que definitivamente no tienen la forma de acceder nunca a un buen plato, en un buen restaurante, porque su valor representa para estos, lo que sería el costo de su mercado mensual para toda la  familia.

Algunas iniciativas de restaurantes de manera colectiva en algunas localidades han ofrecido ofertas gastronómicas con el famoso dos por uno en días de semana no feriados, incentivando un poco el consumo y la posibilidad de que algunas familias puedan consumir sus platos, creo, por lo dicho, que cuando se hagan ofertas o promociones es bueno no cobrar el “servicio voluntario”, ni siquiera insinuarlo, pues hay casos tan típicos de nuestra gente, que a veces ofrecen un descuento en el consumo del 10% por pago en efectivo y vuelven y lo suben en el 10% que suman en las cuestionadas propinas.

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