Por: Balmore González Mira

Cuando despunta el verano por estas latitudes la crisis se hace evidente, tenemos poblaciones que padecen una sequía descomunal, que pareciera que no pertenecieran a nuestro país, uno de los territorios más rico en aguas y biodiversidad del mundo. Al norte de nuestra geografía, en La Guajira nos han tenido acostumbrados a que en las rancherías   no haya agua y que sean muchas las horas que una familia camina para obtener un poco del preciado líquido, allí abundan las enfermedades gastrointestinales y la desnutrición de niños que en muchas ocasiones enlutan a estás etnias por falta de una gota de agua.

Las noticias nos han mostrado lo que pasa en otro punto cardinal, al oriente de país en los santanderes, también la crisis es notable y sus comunidades padecen una sequía descomunal por estas calendas.

Al occidente de nuestro mapa y muy especialmente en el turístico y emblemático municipio de Arboletes en el Urabá antioqueño la falta de agua tiene golpeada a esta población; y así por varios municipios de Colombia el verano ha evidenciado la falta de responsabilidad en el manejo de las aguas, tanto por parte de las autoridades, cómo por la misma población que no hace uso racional del escaso líquido y que hasta la misma agua potable es mal usada y derrochada en muchas ocasiones. El occidente antioqueño nos debe preocupar en la medida que tenemos municipios con escasez dónde hay depredadores humanos que no tienen conciencia de su cuidado, pero por fortuna también tenemos municipios dónde este preciado tesoro está siendo bien tratado y protegido por habitantes y autoridades.

Es hora de poner en práctica las áreas de educación ambiental obligatoria en todas las instituciones educativas, desde el preescolar hasta las maestrías, pasando por la básica primaria y los pregrados, pues es evidente que somos irresponsables permanentes con el medio ambiente; contaminamos sin compasión, dañamos sin piedad y derrochamos el agua sin consideración. Los Ministerios del Medio Ambiente y de Educación tienen una tarea mayúsculas en transformar la que debe ser la cátedra más importante en los pensumes educativos y llevar allí a verdaderos instructores, que los hay por montones y muy seguramente algunos desempleados, tales como técnicos, tecnólogos y profesionales en    áreas ambientales, de fauna y flora que podrían perfectamente ser los docentes que requiere el país en esta materia para comenzar la implementación de una verdadera revolución en educación medio ambiental.