Por: LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS

 Decía Aristóteles: “La primera y verdadera amistad será la de los hombres y mujeres virtuosos y buenos, que se aman en tanto que son buenos y virtuosos”.

Hemos considerado el mes de septiembre como el mes del amor y la amistad, por ello quiero dar a conocer que, según el mismo filósofo, Aristóteles, existen tres clases de amistad: La amistad virtuosa y buena, la amistad que se forma por placer y la que se contrae con miras de interés y utilidad.  En relación a este importante tema, solo quiero referirme a quienes siendo amigos de una persona la perjudican sin querer hacerlo.  Son el bien intencionado que, deseando apoyar al amigo o amiga en todo, evitan criticarlos para hacerles ver los errores que cometen en su vida mostrándoles lo que pueden estar haciendo mal y que, como es sabido, se ve claramente desde afuera y muy oscuramente desde adentro.

Sintiendo afecto por el amigo o la amiga, tratan de complacerlos y evitarle la visión de realidades que aquél o aquella no advierten.  Se las arreglan para hacerle sentirse bueno, aunque no lo sea tanto.  Posiblemente, puede también ser malo o mala, visto desde afuera, pero el amigo o la amiga, que le estima a pesar de todo, rara vez le hará ver aquella realidad.  Pareciera que el concepto real de amistad es “defender al amigo o amiga por sobre todo”, aunque esto signifique condenado a permanecer esclavos de sus vicios y defectos.

La falsa amistad no se refiere a tener un amigo o amiga que no te quiera, sino al hecho de que al querer hacerte un bien termine por perjudicarte.  Tal es el caso como, por ejemplo, cuando alguien solicita un favor muy importante a un amigo o amiga, el que accede apresuradamente, con la buena intención de favorecerle, pero que llegado el momento no cumple con lo prometido, tal vez porque ha dudado y no desea hacerlo o bien porque el asunto es complejo y requerirá de mucho esfuerzo.  El caso es que el solicitante incauto queda en mala situación, porque se ha confiado en obtener lo que pensaba.  Casos como estos se presentan a granel, de prometer ayuda en la amistad en casos de adversidad y solo se recibe frustraciones, engaños y mentiras.

Hay miles de variables de esta situación y todos la hemos sufrido alguna vez en la vida.  Lo peor de todo, es que muchos amigos y amigas van a la cárcel por culpa de un falso amigo a quien me atrevo a denominar: “Un falso positivo de la amistad” y otros terminan arruinándose por ingenuidad cuando confían en un amigo o amiga deshonesto, egoísta y perverso.  Todo esto, la mayoría de las veces, con buena intención o con maldad de por medio, estará por esclarecerse.  Es frecuente que los buenos amigos y amigas sean en realidad malos amigos o amigas, debido a que no entienden que la verdadera amistad no puede convertirse en tapadera de vicios, defectos o actos incorrectos, sino que consiste en desear el bien real a los amigos y amigas y ayudarles a que lo consigan, aunque para ello sea necesario hacerle ver sus defectos e inconsecuencias, mostrándoles como realmente son desde afuera para que, conociéndose más a sí mismo, puedan aprovechar esto en su propia autorrealización.

Ayudarle a no volarse en proyectos fantasiosos que puedan ser irrealizables, a no autojustificar sus fracasos, a enfrentar su propia realidad tal como es percibida desde su entorno.  Esto es lo que “el buen amigo o amiga” suele no hacer, sino que en vez de ello se dedica a reforzar las conductas inadecuadas de su compinche palmeando su espalda y “acariciándolo” emocionalmente para hacerle sentir lo buen compinche que es, esperando que éste o ésta le devuelva la mano en forma equivalente.  La forma más probable de extraviar el camino en la vida consiste en estar rodeado de amigos o colaboradores incapaces de decirnos la verdad sobre nuestras propias actuaciones, que no se prestan a ser espejos fidedignos que nos permitan conocer mejor nuestras fallas y debilidades.  Pareciera que la menor crítica amenazara con estropear la amistad lo que efectivamente ocurre en muchas ocasiones, puesto que es evidente que hay sujetos “incriticables”, debido a su narcicismo que los mantiene separados de la realidad objetiva.

Las amistades tienen una influencia en la vida moral y ética de una persona que es preciso comprender que muchos amigos y amigas a quienes queremos como hermanos pueden ser nuestros peores verdugos si por tratar de agradarnos se abstienen de opinar verídicamente sobre nosotros, induciéndonos así a reforzar nuestros defectos, vicios o malos hábitos.  Para ser genuina, la verdadera amistad no debe tener caretas, ya que la hipocresía bien intencionada termina por debilitar o destruir a quienes nos abstenemos de criticar.  Debemos, por tanto, aprender a distinguir entre “amistad falseada” y “amistad verdadera”, si es que queremos que ésta entregue sus más bellos frutos y no nos lleve a la frustración y desesperanza.

Hay quienes, habiendo sido defraudados por un amigo o amiga muy queridos, se han desilusionado de la amistad, argumentando que “la lealtad no existe y todo es interés”, lo que, siendo evidente en algunos casos, no es verídico cuando un amigo o amiga nos reprende con firmeza y carácter por una actuación incorrecta que hemos cometido.

LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS                          Medellín, septiembre 3 de 2021