Por: Balmore González Mira

La educación en Colombia ha tenido unas etapas que nos llevan a concluir que algunas han sido un cúmulo de errores y una cadena de fracasos los que han acompañado a este sector.

Los valores educativos invertidos que  contrastan con las comodidades que el hombre ha buscado y con la oferta que el mercado le entrega sin medir las consecuencias del daño que se produce con los productos que utilizamos, por decir lo menos; la falta de conciencia para la sostenibilidad ambiental, ayudado ello con un crecimiento demográfico desbordado que poco cuida a un planeta que por culpa del hombre hoy luce como un típico basurero, sólo se logrará recomponer desde la Educación ambiental integral, comenzando por la familia y la escuela, y como un instrumento diario de vida.

Si analizamos únicamente lo que ha pasado en las dos últimas décadas que hacen parte de este  siglo, la educación no ha sido bien fundamentada y menos en materia ambiental, y no es un asunto de falta de recursos, considero que ha sido timidez del esquema educativo nacional que no ha capacitado suficientemente a los docentes y que no ha incorporado en los proyectos educativos institucionales, (PEI) una buena planeación y estructuración de lo que debe ser la formación de la humanidad en materia ambiental. Es decir, la ausencia total de una política pública de estado en materia de educación ambiental, porque solo nos quedamos con el florido discurso de que tenemos una Constitución ecológica, que lamentablemente tampoco conocemos.  Digamos también que no son suficientes los docentes que tienen esta sensibilidad que ayude y contribuya a una formación integral en las nuevas generaciones.

Una posibilidad que hoy vemos es la implementación seria de segundas acciones que podríamos denominar educativo-sancionatorias, que deben comenzar por corregir acciones indebidas de los ciudadanos a través de sanciones que se aplicarían en forma mixta,  recibiendo  talleres de formación en  protección y conservación del medio ambiente y luego con un trabajo social preventivo o restaurativo en lugares donde se produce el hecho dañino, por ejemplo a quien arroja basuras indebidamente,  enseñarle cómo funciona un programa o un plan integral de residuos y luego llevarlo al trabajo social con la recolección de estas en su comunidad, con pólizas de protección que el mismo infractor deba cubrir.

Si alguna estructura en el país pudiera servir para llevar a cabo cualquier proyecto de sensibilización, es la educativa, más de 200.000 docentes trabajando en esa  dirección, llevarían un exitoso proyecto sobre el tema que se proponga. Hoy vemos con suma tristeza como nuestras dos últimas generaciones poco saben de historia, de ciencias sociales y de geografía, en una descomunal ignorancia en lo que los ha sumido ese modelo educativo impuesto con propósitos no precisamente estructurales para una sociedad moderna como la nuestra. Los jóvenes no saben,  por ejemplo, de la existencia de nuestros ríos y su historia, lo fundamentales que fueron y son en materia de seguridad alimentaria, de transporte y de conservación del ecosistema; de la tarea que cumplieron ellos y nuestros páramos en la  campaña libertaria, de lo que significan nuestras cordilleras y formaciones montañosas, del valor inmenso del Río Cauca, del Magdalena, del Amazonas, del Atrato y miles más,  y del valor inconmensurable de tener dos mares;  y ahí es donde el nudo en la garganta salta para decir que  desafortunadamente quien no conoce a su país, quien no conoce su historia y quién no conoce lo que tiene, jamás podrá defenderlo, jamás podrá cuidarlo, jamás podrá conservarlo. Hora de revolcar la Educación para que las nuevas generaciones despierten en conciencia y no sean manipulados en sus ideales mentales por quienes aprovechan su falta de preparación académica para pescar  en río revuelto.

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