LA DEMAGOGIA POLÍTICA, UNA MENTIRA Y UN MAL EJEMPLO MORAL

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El Diccionario de la Real Academia Española, nos entrega las siguientes definiciones de la palabra demagogia:

  1. “dominación tiránica de la plebe con la aquiescencia de ésta”.
  2. Halago de la plebe, para hacerla instrumento de la propia ambición política,

POR LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS

 No me cabe duda de que los casos de demagogia política representan una conducta manifiestamente inmoral, por el hecho de manipular a la gente para utilizar este poder con un propósito personalista y no con el fin de servir a los reales intereses del pueblo.

¿Cuándo existe demagogia y cuándo no?  Sólo un tribunal superior de ética, formado por hombres y mujeres buenos, apolíticos y autoridades en el tema, podría determinarlo con precisión, lo que sería muy beneficioso, no sólo para la salud mental de las naciones sino también para asegurar la libertad ciudadana de pensamiento, puesto que no hay atropello más grande a la dignidad humana que abusar de personas modestas que, por necesitar ayuda, se alucinan con engañosas o ambiguas promesas.

Tengo la profunda convicción de que, a los ojos del ordenamiento superior de la Naturaleza, que emana del Creador, constituye la demagogia política un gran pecado, de aquellos que la justicia humana no sanciona, pero que la ley natural no puede perdonar.

Sería injusto suponer, no obstante, que el halago de las pasiones de la plebe es sólo una cuestión limitada al ámbito político.  La muchedumbre es halagada y atraída de mil maneras distintas por fuentes externas interesadas en aprovecharse de su poder de algún modo.

Seguramente, hay muchos escépticos que dudan que sea posible controlar la conducta de las personas, pero en realidad ésta es una ciencia bastante adelantada, que data ya de la época del psicólogo ruso Ivan Pavlov, que a principios de siglo comenzó a experimentar exitosamente con la conducta animal.  La investigación de la modificación científica de la conducta se extendió posteriormente a los seres humanos con los trabajos de los americanos Watson y Skiner.

En su aspecto represivo esta técnica derivó en el conocido “lavado de cerebro”, que se utilizó ampliamente en Rusia y en las guerras de Corea y Vietnam.

Esta es una forma de tortura sicológica utilizada para modificar dramáticamente la conducta de las personas y consiste en inducir la desorientación mental manteniendo indefinidamente despierta a la víctima o sometiéndola a una prolongada fatiga, incomodidad, desnutrición y ansiedad.

El lavado de cerebro continúa usándose hoy día, con renovadas técnicas, como una forma “pacífica”, pero no inofensiva, de modificar la conducta del individuo.  Por una parte, por fuentes externas casuales y otras que lo hacen de forma deliberada.  Entre las casuales o “normales”, la más poderosa es el estilo de vida que caracteriza a la existencia civilizada.

Nuestra vida cotidiana actual posee al menos dos elementos de coerción con características similares a aquellos del lavado de cerebro, esto es, la desorientación y la ansiedad.

No hay nada más desorientador y estresante que la creciente complejidad de la vida en las grandes ciudades, el vertiginoso crecimiento de la información cultural, la confusión de los valores, la saturación informática de los medios de comunicación, la violencia, el ruido, la delincuencia, la corrupción pública.

La pérdida del control de la propia mente es fomentada por el persistente lavado de cerebro provocado por la desorientación y ansiedad que constituyen parte de nuestra vida, normal, pero antinatural.

Una parte muy considerable de las enfermedades y trastornos mentales emanan de la incapacidad del individuo por sintetizar en su mente en forma comprensiva las complejas realidades de una civilización que no propugna el desarrollo superior de la consciencia individual, limitándose sólo a la explicación intelectual memorista.

Las partes de una realidad total, que debieran estar significativa y armónicamente unidas en la mente de las personas, permanecen disgregadas, aisladas, contradictorias y no subordinadas al yo, que se limita a ser un espectador pasivo de estímulos desorientadores, mentirosos y angustiantes.

Las fuentes externas de influencia sobre el inconsciente radican en la publicidad y la propaganda política.  Publicitariamente, se ha establecido que se puede influir sobre la motivación del consumidor y o elector, con la promesa de satisfacer sus necesidades básicas ocultas.  Para esto, se han llegado a determinar ocho necesidades inconscientes, que se emplean en la motivación de la venta de un candidato o programa de gobierno para una elección popular.

Estas consisten en vender demagógicamente:

Seguridad emocional, afirmación del propio valor del candidato o propuesta de gobierno, satisfacción por el propio yo, escapes creadores, objetos de promesas rotas, sensación de poder, sensación de arraigo, inmortalidad de los partidos o grupos a seguir.

Estas constituyen ocho vías probadas de la manipulación del inconsciente, sin que las personas normales estén en condiciones de protegerse de esta invasión demagógica y mentirosa para engañar al pueblo.

LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS                          Medellín, septiembre 13 de 2024