POR: LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS
Nadie cambia a nadie, pero tenemos el potencial de empeorar a los demás o ayudarlos a salir
a flote, para construir un nuevo proyecto de nación.
Los colombianos tenemos consciencia de que: El pensamiento consciente es virtual. Si no lo fuese, no podríamos producir pensamientos sobre el futuro para construir un nuevo proyecto de nación, pues es inexistente, ni rescatar el pasado pues no es posible volver allá. Durante años, en miles de datos, mientras se producía conocimiento sobre el propio conocimiento, y se confeccionaba pensamiento sobre el propio pensamiento, quedamos fascinados, aturdidos con la complejidad de la mente humana.
¡cuán extremadamente imaginativos, creativos y plásticos somos en nuestra mente! Usted y yo creamos en nuestros sueños personajes, ambientes y escenarios increíbles para construir la Colombia que soñamos. Durante el día, dibujamos en nuestra mente personas y circunstancias sofisticadísimas sin usar pinceles, verdaderas obras mentales, aunque algunas sean aterradoras, como la fobia social o la claustrofobia.
La hipótesis es que, en la esfera de la virtualidad, el HOMO SAPIENS desarrolló una plasticidad constructiva y una libertad creativa fascinante, estupenda, fluida. Incluso los pacientes psicóticos son extremadamente complejos cuando producen ideas paranoicas o de persecución, producto de vivencias en su pasado. Sólo quien vive en la superficie de su propio intelecto discrimina a los demás y no se fascina con la mente humana para construir país.
Pero, el pensamiento es virtual, ¡Existe entre padre e hijo un espacio infranqueable! Si el pensamiento es igualmente virtual, ¡Hay entre maestro y alumno más que algunos metros de distancia, hay una distancia insuperable! Del mismo modo, entre un psiquiatra o psicólogo y un paciente hay un antiespacio. Ésa es una de las tesis centrales de la psicología y de la sociología. Los psiquiatras y psicólogos nunca deberían controlar a sus pacientes ni dar diagnósticos cerrados, ni hacer intervenciones como si fuesen verdades absolutas, para construir un nuevo proyecto de nación. Deberían, sí, y con todas sus técnicas, estimularlos a ser autores de su propia historia, y lo mismo los educadores con sus educandos, comprometidos en el gran propósito de construir su propia historia como nación.
¿Por qué nadie cambia a nadie? Porque lo que es virtual no cambia la emoción, que es real, y mucho menos cambia las ventanas de Killer en la memoria, que son reales, ni cambia el yo de nuestros hijos y alumnos, que también es real. Tenemos que llevarlos, estimularlos, conducirlos para que ellos mismos se reciclen y se transformen en autores de su propia historia. Todos estamos inmersos en una soledad mayor de lo que imaginamos. No me refiero a la soledad de estar sólo en medio de la multitud, capitaneada por la discriminación o la exclusión social, ni a la soledad del autoabandono, conducida por acciones como castigar, excluir y disminuirse a uno mismo. Me refiero a la soledad paradójica de la consciencia o del pensamiento virtual. Todos estamos profundamente solos, mucho más de lo que los poetas escribieran en sus versos, los pintores dibujaran, los teóricos de la psicología y de la filosofía imaginaran. Pero alguien dirá: ¡Eso es muy triste y angustiante! ¡Grave engaño! Ese fenómeno es vital para nuestra socialización desde la familia y la educación en la construcción de un nuevo proyecto de nación.
La soledad generada por el pensamiento virtual produce un tipo de ansiedad vital, saludable, que nos hace establecer relaciones, casarnos con el proyecto de nación, tener amigos, crear grupos, desarrollar acciones de participación comunitaria, encuentros, para conseguir la realidad nunca alcanzada, para superar las ataduras de la propia soledad. Todos los días, lo que usted hace tiene sus objetivos para construir un país mejor: Luchar, trabajar, soñar, asistir a grandes encuentros; detrás de ello hay un objetivo que es superar la soledad generada por la consciencia humana, que es virtual.
La soledad es tóxica. Incluso un monje o un ermitaño construirán personajes en su mente para relacionarse, entretenerse, aunque eso termine por estresarlos. El amor humano es el fruto más extraordinario de esa soledad. Tenemos tanta necesidad de acercarnos al otro o a los otros, que desarrollamos el fenómeno de atracción del sentimiento más sublime, el amor. Podemos amar a alguien intensa y hasta descontroladamente. Pero como ya lo he mencionado, para ser sustentable el amor por Colombia necesita ser inteligente, regalo de sueños, elogios sinceros, apoyos sin exclusiones, y no dar lugar a exigencias, presiones, chantajes, amenazas ni celos.
En el fondo, los colombianos nos amamos cuando amamos a los demás. Sino nos amamos no amaremos a nadie más, tampoco nos amaremos a nosotros mismos y, por lo tanto, no seríamos capaces de comprometernos a luchar por la construcción de un nuevo país y amar la Colombia que soñamos. Pero amar no nos da el derecho a controlar, engañar, mentir, tener crisis de celos, elevar el tono de voz, restringir, hacer que el otro pierda su individualidad y gravite en nuestra órbita.
Quien tiene un amor inteligente por Colombia, hace todo para que los otros tengan su propia órbita. Un colombiano bien resuelto ama mucho más su patria; una persona mal resuelta, perversa y violenta más se compromete por la destrucción de la patria.
LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS Medellín, marzo 20 de 2025