Por: Balmore González Mira

Los años de servidor público me dan un poco de autoridad para hablar de muchas experiencias en lo laboral que pasan de anécdotas, unas mejores que otras; de cuentos, de picaresca,  y de realidades que todos los días se viven en el servicio público. De darme la suficiente ilustración para poder advertir que hay situaciones que pueden llenar de grises las relaciones laborales, dependiendo de las prevenciones, prejuzgamientos y comportamientos de los diferentes compañeros de institución que se tengan.

He laborado con verdaderos seres humanos, solidarios,  desprendidos y sabios, y con el conocimiento compartido que hace que ellos y sus compañeros crezcan diariamente; he conocido también, en un cargo donde estuve hace unos años, a la jefe inmediata que como ser humano, puede ser catalogada como la peor experiencia de mi vida laboral y de ella aprendí mucho, de ella aprendí demasiado, me enseñó  lo que aquí afirmo,  “jamás seré así”.

No hay nada más placentero que laborar con un superior al que se le pueda hablar, que escuche y que respete los criterios en la diferencia, que sea realmente un inspirador; recientemente un compañero me escribió este mensaje de despedida que me dejó reflexionando: “Muchas gracias, haberlo tenido como Jefe ha sido un privilegio, su paciencia, liderazgo y el saber escuchar, son virtudes que son difíciles de encontrar en un jefe. Mi Dios le pague”. De pronto este es el mejor regalo de alguien a quien siempre consideré y sigo considerando un excelente servidor. Ese servidor que no tiene horarios, que indaga, investiga, ayuda y no está pendiente de una hora para salir y no aquel que no puede entregarle un minuto de más a la institución que lo emplea, que le ha permitido crecer, que lo deja estudiar y en muchas ocasiones es su único ingreso y soporte de vida económico para él y su familia.

Siempre y en cada institución donde se llega hay preferencias por unos y animadversión hacia otros; en muchas ocasiones a unos se les castiga por lo que hacen o dejan de hacer y a sus pares se les aplaude por exactamente lo mismo o en circunstancias idénticas, sólo por amiguismos o conveniencias.

 Sin pretender hacer manuales de comportamiento lo mejor que puede pasar en las relaciones labores es que haya respeto, pero también confianza, que haya diversos criterios pero también solidaridad, que los comentarios sean positivos y no destructivos, que la armonía sea vivencia y no sólo ejemplos de papel y discursos superfluos. Las relaciones labores no son fáciles, pero tienen que hacerse amigablemente sostenibles; a veces tensas y muchas veces complicadas, por ello todos debemos poner el granito de arena y aceptar que diaria y permanentemente nos equivocamos, aceptar los errores y pedir perdón cuando a ello haya lugar. Los espacios laborales son los lugares donde más tiempo pasamos despiertos en nuestras existencias, por ello deben ser los mejores lugares y los mejores momentos de nuestras vidas, después de nuestros hogares, pues allí se forman nuestras segundas familias y las personas con que más tiempo interactuamos. El servidor público tiene que estar preparado diariamente para dar soluciones y no para generar problemas, debe ser parte de la solución y no del problema, debe ser propósito, proactivo y positivo, de lo contrario, apague y vámonos, porque como le escuché un día a alguien, sino vives para servir, no sirves para vivir.

Get Outlook for Android