Por Iván de J. Guzmán López – Periodista – Escritor

Es medio día, y como si el sol quisiera asomarse a toda costa a mi biblioteca, un haz se filtra por la entreabierta persiana que da al mirador. Tengo delante de mí las notas que me cuentan los pasos dichosos de un antioqueño, sin duda, paradigma de trabajo y estudio.  Sus logros son diatribas al eterno llamado de la mediocridad; sus esfuerzos son un canto al espíritu rebelde que se atreve a transitar el sinuoso camino hacia el logro de los sueños; camino este sembrado de espinas siempre, pero al fin coronado de mieles.

Tengo ante mis ojos complacidos, las noticias del antioqueño Juan José Jaramillo Vélez (hijo de José Raúl Jaramillo Restrepo y Ana Isabel Vélez Vélez), quien culminó la carrera de Ingeniería Mecánica en nuestra histórica y querida Universidad Nacional de Colombia, en su sede de Medellín, y en 1999, a un mes escaso de haberse graduado, marchó a los Estados Unidos, para adelantar su Maestría en Ingeniería Mecánica en la North Carolina State University, entre los años 2000 y 2002.

“Mi interés –dice Juan José– siempre se enfocó en el diseño mecánico y las pocas oportunidades disponibles en el mercado laboral de Medellín, eran cargos de mantenimiento o gerencia. La idea era salir 6 meses a reforzar el inglés, pero surgió la oportunidad para aplicar al postgrado y no regresé. El primer destino fue Raleigh, en Carolina del Norte; vi que las becas de postgrado eran alcanzables, después de cumplir ciertos exámenes. Esto es algo que los estudiantes en Colombia necesitan saber: estas becas son numerosas en muchos países y se pierden por falta de candidatos. En los noventas, pocas universidades colombianas (con excepción de la Universidad de los Andes) se preocupaban por equilibrar su pénsum académico para facilitar la homologación del pregrado y así proporcionar acceso a postgrados o a licencias profesionales en otros países. El énfasis en la preparación de matemáticas y ciencias descuida la necesidad de enseñar contenido técnico en inglés y esa es la principal razón por la cual la mayoría de las becas terminan en manos de estudiantes asiáticos, cuyas universidades sí son conscientes de esa necesidad. El primer trabajo fue en Pennsylvania, con automatización de manufactura. Luego vino la oportunidad de vincularme a la industria petrolera con Schlumberger (Schlumberger Limited, es la compañía de servicios de campos petroleros más grande del mundo. Emplea a aproximadamente 100.000 personas que representan a más de 140 nacionalidades, que trabajan en más de 85 países) por más de una década en Houston y desde hace unos años en Inglaterra”.

Levanto la mirada para digerir el camino que este colombiano ha recorrido, y es entonces cuando me encuentro con el gran pensador, filósofo, psicólogo y sociólogo argentino José Ingenieros. Incapaz de resistir la tentación de abrir su célebre obra El hombre mediocre, leo: “Cuando pones la proa visionaria hacia una estrella y tiendes el ala hacia tal excelsitud inasible, afanoso de perfección y rebelde a la mediocridad, llevas en ti el resorte misterioso de un ideal”. Más adelante, afirma Ingenieros: “Sin ideales sería inconcebible el progreso. El culto del hombre práctico, limitado a las contingencias del presente, importa un renunciamiento a toda perfección. El hábito organiza la rutina y nada crea hacia el porvenir; sólo de los imaginativos espera la ciencia sus hipótesis, el arte su vuelo, la moral sus ejemplos, la historia sus páginas luminosas. Son la parte viva y dinámica de la humanidad; los prácticos no han hecho más que aprovecharse de su esfuerzo, vegetando en la sombra. Más ha hecho la imaginación construyendo sin tregua, que el cálculo destruyendo sin descanso. La excesiva prudencia de los mediocres ha paralizado siempre las iniciativas más fecundas. Los idealistas aspiran a conjugar en su mente la inspiración y la sabiduría; por eso, con frecuencia, viven trabados por su espíritu crítico cuando los caldea la emoción lírica y esta les nubla la vista cuando observan la realidad. Del equilibrio entre la inspiración y la sabiduría nace el genio. En las grandes horas de una raza o de un hombre, la inspiración es indispensable para crear; esa chispa se enciende en la imaginación y la experiencia la convierte en hoguera. Todo idealismo es, por eso, un afán de cultura intensa: cuenta entre sus enemigos más audaces a la ignorancia, madrastra de obstinadas rutinas”.  

Esta es la crónica breve de un antioqueño con ideales (la civilización sería inexplicable en una raza constituida por hombres sin ideales ni iniciativa, nos recuerda Ingenieros). Esos ideales, ajenos a la mediocridad y al tropicalismo dañino de nuestro medio, ya le están dispensando frutos:

Tengo dos patentes otorgadas y varias en trámite. Ambas patentes facilitan la extracción de muestras de petróleo en condiciones de alta presión y temperatura, la innovación está en permitir llevarlo a la superficie sin que sus fases líquidas y gaseosas se separen. Este proceso permite a los ingenieros de petróleo analizar el potencial del yacimiento; empresas exploradoras (Ecopetrol, Shell, BP, etc.) se basan en estos análisis para tomar la decisión de invertir el capital necesario para desarrollar el proyecto.

El proceso de una patente empieza con el trabajo de diseño para solucionar un problema práctico. En general, métodos convencionales son suficientes, pero de vez en cuando el problema requiere ideas novedosas. El siguiente paso es involucrar a un abogado de propiedad intelectual para que evalúe el potencial y verifique que la idea no está cubierta por otra patente y que sea en realidad algo innovador, algo que traiga algún valor comercial y represente una ventaja económica frente a los competidores. El proceso dura entre 3 y 5 años”.

Regocija, en lo más profundo del alma, el saber que Juan José Jaramillo Vélez, hace parte de una buena porción de jóvenes colombianos (en especial antioqueños, hay que decirlo) que van por el mundo eludiendo las ruinas de la mediocridad, blandiendo tres armas fundamentales: el ideal, el estudio y el trabajo. Y reconforta saber, en el caso particular de Juan José,  que  a la vez que siembra y cosecha, enseña: 

A mi juicio las universidades tienen la obligación de formar empresarios en vez de empleados. Países como Israel o Singapur, enfocan sus esfuerzos en fomentar la creatividad y prefieren que sus estudiantes tengan oportunidades de incubar ideas mientras están en unas edades en las que se les permite “fallar” sin consecuencias posteriores. La segunda parte de esa ecuación es que la banca de inversión les preste apoyo y financie las mejores ideas. Apostar en la innovación no es una obra de caridad, es increíblemente rentable y no es exclusivo de los países del primer mundo”.

Ahora ya no es medio día, pero el sol persiste en acompañar mi contento. Desde mi biblioteca, repleta de espíritus honrados y rebeldes a la mediocridad, sembrada de pensamientos, novelas y poemas, nacidos de lo mejor del alma humana, pienso en la modesta dicha de Juan José, y la alegría sencilla, llana y merecida de  José Raúl y Ana Isabel (sus padres), los mismos que vieron (temerosos) marchar al hijo con las manos vacías, y ahora las muestra a ellos, llenas de fertilidad y holgura.

Sea pues esta columna, la oportunidad festiva para aplaudir a Juan José Jaramillo Vélez, al hombre, al antioqueño que ha visto, allende las fronteras patrias, un ancho campo para imaginar, para crear, para dar vida a los más bellos ideales, que seguramente acariciaba desde niño en los dulces anaqueles de su pecho.