Por: LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS 

                                                           “Ata tu carro a una estrella” Hazlo.  La estrella está

                                                                   adentro tuyo.  Deja de marchar al paso del buey”

Los antioqueños, en época de crisis estamos llamados a comprender que inteligencia y consciencia son facultades absolutamente diferentes en la dimensión de nuestros gobernantes, directivos, ejecutivos y empresarios líderes dinámicos e inspiradores.  Una es cerebral y la otra emana del ser.

La inteligencia se forma mediante el aprendizaje memorista y se desenvuelve en el mundo de la información.  Es una capacidad innata en cada ser humano.  La consciencia vigílica se desarrolla mediante el aprendizaje en niveles óptimos de vigilia y tiene que ver con el mundo del significado.  No es una capacidad innata y solo existe en estado latente.

La persona inteligente se iguala al ignorante o al simple en el hecho de que carece de consciencia evolucionada, pero el que llega a poseer ésta última jamás será un bobo.  La capacidad significativa de la consciencia superior hace a esta visualizar con entera claridad los efectos positivos de actuar siempre ajustando los propios actos a las pautas éticas más elevadas, desde los escenarios donde se desarrolla.

Nunca encontraremos a un gobernante, ejecutivo, directivo o empresario consciente que daña intencionalmente a otra persona, ya que el más alto código moral es inherente a la posesión de la consciencia superior.  Si la parte mayoritaria de la Humanidad Antioqueña alcanzara la evolución de su consciencia, se acabaría la violencia y se pondría fin a las guerras sin sentido, la delincuencia y el terrorismo.  Los delincuentes se convencerían de que “la ley de la naturaleza” no puede ser violada y, que jamás “el crimen paga”.  No se consumirían drogas y la gente sería pacífica, estable, armónica y profunda.  Nadie robaría ni perjudicaría a otros.  El más perfecto entendimiento reinaría en la universidad, el Estado, la empresa y la familia y sería un modelo perfecto de acción ética y moral.  No existiría la juventud delincuente ni descarriada; ni el vandalismo para exigir sus derechos porque tendrían suficiente ilustración sobre el cumplimiento de sus deberes, antes que exigir sus derechos con violencia.

No habría pleitos irracionales, en las instituciones educativas, empresas, familia y Estado, porque las personas se pondrían de acuerdo amistosamente ante cualquier diferencia.  Sin guerras, el ejército de Colombia solo cumpliría funciones de paz en nuestro territorio.  Dejaría de existir la drogadicción, porque las personas recobrarían el sentido superior de la existencia y, al cesar el consumo, se acabaría una de las fuentes más importantes de corrupción. 

Los líderes sociales más importantes serían aquéllos con un más alto nivel de consciencia superior, lo que podría ser determinado en forma científica, mediante artefactos sensibles a esta clase de fuerza.  Sin guerras, el ejército colombiano solo cumpliría funciones de paz y, bajo la dirección de los “sabios conscientes”, tendrían la misión de difundir las normas éticas y morales más elevadas y actuar como “cruzados” de una nueva civilización de la cultura antioqueña. 

He imaginado una utopía en pocas líneas, mostrando lo que podría ser el mundo de la educación, de la empresa y la gobernabilidad una vez culminada una cruzada moral y ética de carácter técnico que pudiera convencer a los antioqueños para que entrara por su propia voluntad, al camino del cambio ascendente de sus consciencias, para que de esta manera se pueda consolidar el aprendizaje: “En un nivel de consciencia superior, la corrupción no tiene cabida”.

Esto no es una quimera; solo es necesario devolver al individuo el yo que le ha sido arrebatado por el lavado de cerebro de la publicidad, la propaganda y el adoctrinamiento y, enseñarle cómo puede transmutar su bajo nivel de consciencia ausente de significado en una consciencia significativa de incalculable valor que le permita vencer los obstáculos para progresar y acceder a la felicidad y el bien supremo que reclama Antioquia.  Cabe señalar que, aunque jamás se produzca un consenso en este tema, que es lo más probable, cualquiera puede, en este mismo instante, tomar camino por sí mismo, sin esperar a que otros se pongan de acuerdo, dejando a un lado la mediocridad, el conformismo y la politiquería, acercándose un poco a lo que hoy en día parece una quimera, pero que en el siglo XXI puede dejar de serlo, para entrar en armonía con la sociedad, la educación, la gobernabilidad, la empresa, la familia y la naturaleza.

Cordialmente,

LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS          –             Medellín, agosto 15 de 2020