La nueva Casa Arana

Por: Libardo Álvarez Lopera 

Hace 110 años, 40 mil indígenas Uitotos. Ocainas, Boras, Bora-Mirañes, Muinanes, Nonuyas y Andokes, eran víctimas de los más crueles tratos de que tenga cuenta la humanidad, por partes de la sociedad entre los británicos Peruvian Amazon Rubber Company y la peruana conocida como la Casa Arana, al mando del político de ese país, Julio César Arana del Águila. Esta sociedad se dedicaba a la extracción del caucho en la zona del Putumayo, involucrando a seis países: Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela. De los árboles sacaron caucho y riqueza, y de la humanidad de cada indígena usado, sacaron sangre y lágrimas. Hoy parece que la historia se repite con los mineros ancestrales de nuestro país, a los que les arrebatan hasta el último aliento de sus vidas y luego los involucran en una persecución sin cuartel, acusándolos de ser los causantes de todos los males que trae la minería ilegal.

La ley del embudo parece ser la que se le aplica a los mineros ancestrales asentados en el municipio de Buriticá y en todo el país, cuando se pone al Ejército de Colombia y a la Policía Nacional, en función de decomisarles todos sus equipos de trabajo, para darle tranquilidad a las grandes empresas multinacionales, que todo lo quieren para ellas y apenas unas sobras para quienes no ven siquiera la luz del día, por estar metidos en socavones profundos donde el aire es escaso y pesado, y las temperaturas superan lo soportable por un ser humano común y corriente.

Muchos de los “ejemplares” empresarios que dicen a boca llena trabajar por el progreso del país, solo quieren que les protejan sus intereses económicos, llegando incluso a crear una atmósfera generalizada de rechazo contra unos trabajadores que le arañan a la tierra, hasta con sus propias manos, un pedazo de roca para poderle sacar unas chispitas doradas que son el sustento para sus familias. Ni que decir de los grandes capitales que sacan de Colombia, dejándonos solo montañas de barro, desaparición de las fuentes de agua y una sociedad destrozada por la presencia del oropel.

Estos humildes trabajadores, que como parias recorren el país tras la ilusión de explotar una veta de la que muchos hablan, son también víctimas de grupos al margen de la ley que los esclavizan para sacar el mineral precioso e invertir sus ganancias en aumentar su poder mortífero sobre la sociedad. Definitivamente los mineros ancestrales se quedaron solos, aplastados entre el poder de unos empresarios con ilimitadas ambiciones y unos delincuentes organizados que convirtieron la minería ilegal en una fuente inagotable de recursos.

Pero los gobiernos nacional y regionales parece que no entendieran la diferencia entre un minero que a través de los siglos ha existido, incluso señalando las rutas de donde se encuentra la riqueza que provee la tierra, con aquellos que reclutados por las bandas criminales, destruyen el ecosistema de manera inmisericorde, con tal de sacar kilos de oro que comercian en el mercado negro, sin dejar ninguna riqueza por regalías al erario público y una estela de miseria y violencia a su paso por cada territorio minero de la patria.

Por eso la minería se ha convertido en una desgracia para los municipios donde se detecta la presencia de minerales valiosos en sus suelos. Lo que debería ser origen de recursos económicos y progreso para todos, se convierte en un infierno para los habitantes tradicionales de esas zonas. El Estado los abandona porque cree que con semejantes fuentes de dinerotienen para solventar todas sus necesidades y los empresarios insaciables, más las bandas delincuenciales, aprovechan esta ausencia de autoridad para imponer sus condiciones. 

Pero claro, es más fácil mostrar resultados positivos contra el flagelo de la minería ilegal, persiguiendo mineros ancestrales que no tienen forma de eludir la contundencia de la ley, que atacar la raíz de todos los males; porque esa raíz tiene influencias por un lado y armas por el otro, para defender a como dé lugar, los privilegios que le han extirpado al cuerpo de la sociedad menos favorecida. 

De nuevo hago un llamado a los legisladores, a las autoridades, a los empresarios mineros y a los miles de mineros ancestrales, para que se llegue a una concertación, donde todos los sectores legales involucrados en esta actividad milenaria, puedan convivir y sacar provecho de lo que nos tiene guardado la madre tierra. Solo formando un frente compuesto ante todo por la legalidad, se logrará comenzar a combatir a aquellos que han hecho de la minería, una máquina dedicada a destrozar la naturaleza y una fuente inagotable para financiar su criminal accionar.

José Eustasio Rivera, hubiera tenido hoy suficiente material para escribir una nueva versión de su novela “La Vorágine”, inspirada en la violencia contra los obreros de las caucheras, versión minería de oro. Lasprácticas de la azarosa Casa Arana, parecen extenderse hoy en día por todas las zonas auríferas de Colombia. Los mineros ancestrales se quedaron solos, a merced de quienes se llevan todo lo bueno y dejansólo los desechos que ellos mismos producen, y que quieren hacer ver como su gran contribución a un mejor nivel de vida de los más pobres de los pobres.

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