Por: Sergio Zuluaga Peña.*

Cada vez más las personas antes de morir deciden que sus cuerpos en la medida que se pueda (hay razones legales que a veces lo prohíben o lo posponen), se cremen, y aquellos que no lo decidieron en vida la tendencia es que la familia así lo decida al momento de su entierro.  Ahora bien, no hay una norma coercitiva que diga que se debe hacer con las cenizas de los seres amados o no, por ello muchas terminan en los lugares menos imaginados, lo cierto es que se calcula que cerca del 80% de la cenizas no terminan en los cementerios, ello significa que los familiares pueden sin lugar a dudas hacer lo que quieran con los restos de sus muertos.

Los cementerios tiene la gran oportunidad en primer lugar de seguir siendo el destino de las cenizas de los seres que mueren, pero obvio que no en bóvedas cuadradas y tétricas, lo mejor sería convertir nuestras cementerios en bosques, aquellos que tiene la grandes superficies de terreno pueden convertirse en el lugar donde se depositen las cenizas que nutran las terrenos y se siembren árboles en honor a nuestros muertos y de paso se cree un pulmón de vida para nuestra sociedad, además donde hay árboles hay vida silvestre, pájaros, ardillas, insectos, etc., y sobretodo hay agua.

Pero al tiempo que se convierte y se nutre ese bosque con las cenizas de nuestros muertos, debemos aprovechar la energía de los hornos crematorios, que es una energía calórica que se desperdicia actualmente en aquellos cementerios que tienen hornos crematorios, idea que ya se desarrolla en algunas ciudades de Europa, y esa energía calórica se puede trasformar en energía que llegue a los barrios donde impacta el cementerio o al entorno de los alumbrados públicos o al sistema de transporte público limpio.

Por otro lado existen grandes superficies de cementerios que están muy bien ubicados en los centros de la ciudad y sub-utilizados, que pueden dar lugar a que se conviertan en centros de abastecimiento de energía  para vehículos eléctricos dotando estos espacios de celdas fotovoltaicas que proporcionen dicha energía a partir del sol.

Por último el Estado debería asegurar a las familias de cualquiera clase social pero en especial a las menos favorecidas darle una dingo destino a los cuerpos de sus muertos y garantizar el rito de despedida que cada quien considera que garantiza su adecuada despedida. Esto que parece tan sencillo es un proceso muy costoso para las familias de los muertos, se calcula que en Colombia en promedio un entierro con servicios funerarios cuesta cerca de 5 a 10  millones de pesos promedio, dinero que no está ahorrado y que impacta de manera terrible a las familias, dejándolas muchas veces endeudadas por años o en nanos de los paga diarios. La pandemia dejo entre muchas tragedias una que no se ha evidenciado mucho, pero no por ello menos real, las deudas que tiene que asumir las familias para para darle un digno fin al cuerpo de sus muertos.

Feliz fin de semana

*𝙰𝚋𝚘𝚐𝚊𝚍𝚘, 𝙿𝚑𝙳 𝙳𝚎𝚛𝚎𝚌𝚑𝚘, 𝙼𝚊𝚐í𝚜𝚝𝚎𝚛, 𝙻𝚎𝚐𝚊𝚕𝚝𝚎𝚌𝚑, Mercadólogo, 𝙰𝚎𝚛𝚘𝚗𝚊u𝚝a.

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