Por: LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS      

En estos momentos de crisis y de violencia, las Universidades Antioqueñas están llamadas a entender que entra dentro de sus obligaciones el contribuir a la más plena formación humana y ética de sus alumnos.  Con facilidad se comprende que este aspecto educativo no se puede cubrir mediante unas cuantas asignaturas, sino que afecta a la vida entera de la universidad y reclama, como elemento básico imprescindible la mayor coherencia entre el orden de valores superiores y los principios éticos que se proclaman y la realidad de la propia vida personal.  Lo verdaderamente importante es que cada uno de los educadores y directivos, con sus peculiaridades, virtudes y deficiencias, ofrezca un ejemplo vivo de comportamiento humano, se esfuerce con sinceridad por ser para sus alumnos en todo momento luz que descubre horizontes insospechados, que advierte aspectos desatendidos, que mueve a pensar críticamente de un modo más profundo.

Así se estima el desarrollo y maduración de la personalidad y carácter de los alumnos, fundamental objetivo de la formación humana y ética, proceso en el que toda la universidad participa de una u otra forma.  A esto ha de añadirse la organización de muy diversas actividades culturales, conferencias, mesas redondas, simposios, foros, seminarios, coloquios, etc., grupos de teatro, poesía, cine, música u otras expresiones artísticas, que son ingrediente imprescindible de la vida universitaria y frecuentan y encausan el interés de la comunidad educativa por las más variadas manifestaciones del espíritu humano.

Todas las actividades, como toda la vida de la universidad, se hallan empapadas de amor y respeto por la libertad personal y desarrollan al mismo tiempo el inherente sentido de responsabilidad y respeto por la dignidad humana.

Recuerdo ahora el caso de un político e intelectual que visitó no hace mucho una de las universidades antioqueñas y, después de dar una conferencia sobre su especialidad, mantuvo un abierto y animado diálogo con los estudiantes.  Pude saber más tarde que, de regreso a su lugar de residencia comentó complacido que pocos grupos de universitarios había encontrado en su vida con el grado de conocimiento e interés por las cuestiones públicas y la incidencia de la moral y la ética, de interés general que había apreciado en los alumnos de dicha universidad, y se admiraba del acierto e incisividad de las preguntas, de la serenidad con que exponían sus ideas, del respeto que mostraban para el parecer ajeno y sus diferencias.

Pienso que los universitarios antioqueños se interesan por las grandes cuestiones que afectan a los hombres y mujeres y por los temas sociales y políticos que se debaten, y que toman postura ante ellos en grado no inferior a los de cualquier otra parte del país, pero que han aprendido a manifestar su parecer de forma serena y racional con rechazo del recurso a la violencia y al vandalismo.

La universidad antioqueña está en la obligación de respetar delicadamente la libertad y el modo de pensar de cada uno y reclama a su vez de los alumnos de pregrado y posgrado un comportamiento leal con la comunidad educativa universitaria y con la tarea colectiva, de manera que estén dispuestos a trabajar y a no entorpecer el trabajo de los demás, ni mucho menos a prestarse de idiotas útiles de intereses exógenos, políticos, partidistas, grupistas o de otra índole que solo buscan desestabilizar la institucionalidad y poner a los estudiantes como carne de cañón para saciar sus apetitos inmorales, deshonestos y perversos que tanto daño le vienen causando al gobierno nacional, departamental, municipal y, en especial, a los hombres y mujeres de bien que juntos venimos construyendo país con sentido ético, moral, ciudadano y profesional.

LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS           –                Medellín, septiembre 17 de 2020