¿Cómo convertirse en el gobernante-líder al que sigue la gente? ¿Cómo conseguir que otras personas,
ejerciendo su libre albedrio y su libertad de elección, decidan moverse juntas en aras de una visión común?
¿Cómo movilizar a los demás para que quieran luchar por aspiraciones compartidas? Estas son sólo
algunas preguntas que quiero abordar sobre el desafío de los gobernantes.
POR LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS
Pretender justificar los propios errores, fallas y defectos, constituye una costumbre en los políticos de hoy, seguramente tan antigua como la politiquería y la humanidad misma. Sin embargo, son muy pocos los gobernantes que advierten o reconocen que se están autoengañando y el tremendo daño que ocasionan con esta conducta ante el libre escrutinio público de sus gobernados. A fuerza de eludir la propia responsabilidad como servidor público, llegan a creer que la culpa de sus infortunios en la administración pública reside en las circunstancias sociales, la política, la familia, la oposición, la casualidad, la “mala suerte”, o en la ineptitud de sus más inmediatos colaboradores.
El gobernante mediocre, desde el momento en que acepta su propia mentira y no hay nadie que pueda desmentirlo, sella la inexorabilidad de su destino, formando pautas de comportamiento que originarán una “mala suerte” más efectiva que si los persiguiera el mismo demonio o adversarios precedidos de la mala fe. Si en un comienzo creyéramos en la explicación que un gobernante nos diese para justificar sus fracasos o conductas inadecuadas, descubriríamos pronto que las raíces de su infortunio, financiero, social, político, o administrativo, residen en la aceptación de situaciones fantasiosas y en un pertinaz rechazo de la realidad que les circunda.
El tiempo de los verdaderos gobernantes-líderes es el futuro. El trabajo de un excelente gobernante es el cambio. La mayor contribución que hace un gobernante-líder no es la cuenta de resultados de hoy, es el desarrollo a largo plazo de personas e instituciones para que se adapten, cambien, prosperen y crezcan. Nuestra aspiración es que nuestros gobernantes no se engañen a si mismos ni a la comunidad, sino que contribuyan a la revitalización de las organizaciones, a la creación de nuevos proyectos, a la renovación de las comunidades y un mayor respeto y entendimiento en nuestra nación. También tenemos la ferviente esperanza de que el excelente gobernante enriquezca su vida y la de su familia y su comunidad a cargo.
El liderazgo en los gobernantes es importante, no sólo en su carrera y su desempeño en la administración pública, sino en todos los ámbitos, en todas las comunidades y en todos los rincones del país. Ahora más que nunca necesitamos más gobernantes-líderes y ejemplares. Queda mucho trabajo extraordinario por hacer. Necesitamos líderes en los gobiernos municipal, departamental y nacional que nos unan y nos despierten.
Aceptar el desafío del nuevo liderazgo para gobernar es un reto personal -y diario- para todo el mundo. Sabemos que si un gobernante tiene la voluntad y la manera de liderar lo puede conseguir. El gobernante antes de autoengañarse debe preocuparse por gobernar con la verdad, la coherencia, la motivación, la visión y la legalidad. El pueblo está llamado a encargarse de explicarle a su gobernante cómo hacerlo con argumentación, objetividad, pertinencia y responsabilidad.
¡Todos los gobernantes están llamados a “Actuar”, que indica lo que se debe hacer, para que la práctica de su liderazgo sea algo habitual y natural en sus comportamientos y actitudes!
LUIS FERNANDO PÉREZ ROJAS Medellín, octubre 24 de 2025

