Por:  IVÁN  ECHEVERRI  VALENCIA

Recordamos  encierros obligatorios cuando en 1970  el Presidente Carlos Lleras Restrepo, decretó el estado de sitio y el toque de queda en la capital de la república, por el descontento de los seguidores del General Gustavo Rojas Pinilla, cuando éste perdió  las elecciones presidenciales.

En septiembre de 1977, Alfonso López Michelsen, ordenó el toque de queda en la Bogotá, derivado de un paro cívico convocado por las centrales obreras en todo el país, que terminó en  serios disturbios.

En la Presidencia de Julio  César Turbay Ayala,  en 1978,  ordenó el toque de queda en Bogotá, ante una reacción subversiva, siendo el último decretado por parte del gobierno nacional. A partir de 1988 la facultad de decretar los toques de queda, les fue otorgada a los alcaldes populares.

Después de varias décadas y por cuenta de las movilizaciones sociales y los graves disturbios perpetrados por encapuchados el 22 de noviembre del 2019, el alcalde de Bogotá, decretó el toque de queda en varias localidades y luego en toda la ciudad.     

Ahora bien, desde el 25 de marzo pasado, nos encontramos en un confinamiento obligatorio, esta vez decretado por el presidente Iván Duque,  no solo en la capital sino en todo el país. Este aislamiento de 24 horas, se ha venido prologando por el crecimiento de personas contagiadas y de muertes  en varias regiones de país, irá en principio, hasta el día 27 de abril, fecha en que se evaluará nuevamente la curva de contagio.

Colombia, no estaba ni está aún preparada para atender esta pandemia importada, que ha afectado a países desarrollados y los que nos llevan años luz en la ciencia médica, en tecnología, en infraestructura, en la  mecatrónica, en capacidad hospitalaria  y en trabajadores de la salud; hoy, esos países  económicamente fuertes, viven un verdadero calvario, porque el coronavirus  ha desbordado todas sus capacidades logísticas y sanitarias.

El gobierno nacional ha hecho todos los esfuerzos económicos y ha actuado a marcha forzada en todos los frentes, tratando de aminorar todos los efectos negativos de esta inesperada e inimaginable pandemia.

 Estamos en una contra reloj, preparándonos en la mejor forma para cuando nos llegue el pico más alto de la expansión del virus, tengamos alguna  capacidad de respuesta y así salvar el mayor número de vidas humanas. Ardua tarea, muchas veces incomprendida y no entendida por quienes insisten en motivaciones egoístas e innobles.

Utilizando un término militar, este acuartelamiento obligatorio o distanciamiento social ha sido muy duro para quienes nos gusta la calle y compartir con amigos y, más  aún  para quienes no pueden salir a trabajar en búsqueda del sustento diario y el de su familia y, que decir, de los que han sido despedidos injusta e insolidariamente de sus trabajos tanto en el sector público como en el privado.

Con estupor y enojo conocemos las denuncias de los órganos de control, dando cuenta que algunos mandatarios están hurtando, contratando ilegalmente y traficando con las ayudas humanitarias, destinadas para los más pobres y vulnerables, actuando en medio de la calamidad como auténticos pillos de la peor calaña a los que les debe caer todo el peso de la ley.

Llegó la hora de descubrir a todos los avivatos que están recibiendo subsidios solidarios con cédulas de personas fallecidas y falsas; de los colados que han estafado al SISBEN, a Familias en Acción, al programa del Adulto Mayor, al de Jóvenes en Acción, al de Desplazados y Víctimas del Conflicto,  

Los ciudadanos debemos seguir atendiendo seriamente los protocolos y recomendaciones que nos han dado las autoridades sanitarias, porque debemos seguir protegiendo  la vida, la de nuestras familias y amigos.

Este aislamiento por la vida, lo debemos aprovechar para sacar muchos aprendizajes y, si lo hacemos responsablemente, con creatividad y honestidad,  vamos a salir todos ganadores.

1 Comentario

  1. Siempre el doctor Echeverrí, ha sido un asiduo comentarista de los hechos de la vida cotidiana y en esta cuarentena, que mejor provecho puede sacar del encierro, que echar mano a la pluma y con ojo de lince seguir de cerca los asuntos de la contratación pública, que también conoce por su experiencia administrativa y decirnos dónde están los que pecan por la paga, o mejor se la roban en nuestras narices.

    Dicho lo anterior, resalto que el alcalde Quintero, pide a la personería y controlaría municipal,que hagan su oficio, más que bien.

    En mis tiempos se hacia el control previo y esa auditoria me parece que servía en mucho para frenar el apetito desmedido de los ordenadores del gasto. Debería imponerse nuevamente por Decreto de Emergencia Económica y no sé si tocará con norma constitucional, pues algún mico deben haber metido para cambiarlo. No soy experto en nada pero especulo como buen contertulio de cantina.

    No tengo más que decir, pero seguiré con mucho gusto leyendo al doctor Iván mi paisano, a pesar de que a veces lo veo como un liberal muy a la izquierda, tal vez me equivoque.

    Finalmente, reitero que hay que ponerle tate quieto a los picaros, sean verdes, amarillos o rojos, en fin de cualquier color. Leo en Twitter que Claudia López, la alcaldesa verde de Bogotá, está pagando atún a $20.000 y mascarillas a $6.000, así no hay presupuesto que aguante. ¡No hay derecho! Si sigue por ese lado la queman viva y se le acaba su embeleco de candidata presidencial.

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