Autor. Héctor Jaime Guerra León*

Irradiar el bien, buscando siempre hacerlo llegar hasta el más humilde rincón de nuestra patria, sería el más grande honor que –hoy en Colombia-, pudiéramos hacerle al injustamente sacrificado en la Cruz”.

Después de haber recordado con respeto y gran atención los momentos, hechos y situaciones más trascendentales para el Cristianismo, como lo fuera el anuncio, nacimiento, vida, muerte y posterior resurrección de nuestro Señor Jesucristo, el pueblo de Colombia deberá seguir luchando intensamente en procura de materializar su redención de las muchas dificultades y adversidades que nos han venido hundiendo en el abismo de la zozobra y la desesperanza.

En la pasada semana tuvimos la oportunidad de regocijarnos con nuestro Supremo Creador y pedirle por la Paz, por los más humildes y necesitados, por nuestras necesidades y aspiraciones, y expresarle de todo corazón que uno de los anhelos más grandes y urgentes de nuestro país es –definitivamente- que podamos encontrar las fórmulas que nos permitan descubrir el camino que nos conduzca a una real reconciliación, a la unidad nacional, en torno a tareas y objetivos que hagan más grato y productivo vivir en nuestra patria y gozar realmente de las tantas riquezas y maravillas que generosamente nos brinda su geografía, su naturaleza; pero que paradójicamente, al contrario, nos hemos dedicado a destruirla, a ofenderla, a mal gastarla hasta ponerla en contra nuestra. Así de sencillo, ha sido tal el uso y el abuso, que pareciera que ya no es Dios, sino la misma naturaleza, la madre tierra, la que nos quiere castigar por nuestras exageraciones y malos comportamientos.

Es hora de reflexión y de alegría, ¡Cristo ha Resucitado!; pero también debe ser tiempo propicio para poner en práctica todas esas enseñanzas de sencillez, humildad, nobleza, rigor espiritual y moral que el gran maestro nos diera para que el ser humano pueda vivir en paz y prosperidad.

Es momento de júbilo y de liberación espiritual; pero también es la oportunidad para demostrarle a nuestro gran Hacedor, Maestro y guía espiritual, que todo ese tiempo de dolor, pasión y muerte que El sufrió en su paso por nuestro mundo, no ha sido en vano y que los múltiples ejemplos de la humildad y grandeza de nuestro gran Dios, realmente van a ser entendidos y puestos en práctica por quienes, como nosotros los colombianos, tanto requerimos de su mensaje y de su inmensa misericordia.

La Pascua, cuyo significado es la expresión de paz, libertad, alegría y armonía espiritual y liberación de lo mundano y material, por haberse dado el gran milagro de la Resurrección del hijo de nuestro Dios y salvador, el gran maestro Jesús, habrá de iluminar los corazones y las inteligencias de quienes pueden hacer el gran arreglo nacional, solucionando tantos y tan delicados flagelos-problemas que ponen en graves riesgos la estabilidad y grandeza de nuestra institucionalidad (sociedad-Estado), exhibiendo y mostrando que –ciertamente- la Semana Mayor ha dejado en nuestro interior el gran anhelo de la inmensa mayoría de todos nosotros, vivir en un país donde reine el amor, el respeto por el otro, donde la hermandad, la equidad, la igualdad y la justicia sean los más firmes principios y valores en los que se inspiran las acciones y decisiones de todos nuestros gobernantes y dirigentes.

Irradiar el bien, buscando siempre hacerlo llegar hasta el más humilde rincón de nuestra patria, sería el más grande honor que –hoy en Colombia- pudiéramos hacerle al injustamente sacrificado en la Cruz, por una paz y por un bienestar humano que ahora, inclusive, después de tantos años de luchas, ruegos y esfuerzos, incomprensiblemente no se ha podido lograr.

Hagamos que esta época, la Pascua, sea tierra fértil- productiva y momento propicio para el diálogo, el respeto por las diferencias y la reconciliación entre todo el pueblo y de manera especial entre quienes ahora tienen el inmenso e inaplazable compromiso de trazarle el rumbo a nuestras instituciones, de “enderezar” y reencauzar hacia el camino correcto que nuestros pueblos y nuestras comunidades- sociedad están reclamando desde tanto tiempo atrás y que no se ha podido lograr por la maldad, el oportunismo, la indiferencia y hasta la arrogancia con la que en no pocos casos se ejerce la gobernabilidad en nuestro país.

¿Será que es posible que algún día esos cambios puedan darse en nuestra maltrecha patria?

¡Felices pascuas!

* Abogado Defensoría del Pueblo regional Antioquia; especialista en Planeación de la Participación y el Desarrollo comunitario.; en Derecho Constitucional y Normas Penales. Magister en Gobierno.