Por: Balmore González Mira

Muy joven, tal vez sin pensar en otra cosa mi personaje dejó sus estudios, quería ser comerciante, era su vocación; con mística lo ha hecho toda la vida. Creció económicamente, forjó su nombre al lado del de su padre, un legendario finquero y comerciante de la región. Ha trabajado toda la vida en lo que aprendió viendo a su progenitor, ha atendido personalmente su negocio y varias décadas después del fallecimiento de su mentor, lo mantuvo al servicio de todo el municipio y parte de la región.

Hace 22 años las farc lo secuestraron, como uno más de los millones de colombianos víctimas de sus infamias, y lo hicieron  coincidiendo con el cumpleaños número 15 de su hija. Meses antes había adquirido un crédito por 50 millones en un banco comercial del lugar, bajo la modalidad de hipotecario, es decir, en su casa que muy seguramente valía el doble,  le prestaron el dinero, para invertirlo en su próspero negocio.

En infame momento del secuestro logró salvar su vida al negociar su liberación con los terroristas en 80 millones, lo cual desbalanceó notoriamente sus arcas. Esta historia no tiene nada de diferente a la que sufrieron miles de colombianos.

Durante el secuestro y al momento de su liberación ya había empezado a incurrir en cesación de pagos y esta mora se convertiría en un acto criminal financiero mayor que el de las farc y eso ya es decir mucho.

Su casa, la que soportaba el crédito hipotecario del banco,  fue rematada y se supone que con ello quedaba saldada la deuda. Perdió su libertad, su capital y su casa; recibió una pequeña indemnización cómo víctima que apenas si le solventó una décima parte de sus pérdidas acumuladas,  que no le alcanzaba para recuperarse. Pero la gran sorpresa fue que ahora, 22 años después de estos hechos y sin ningún sonrojo, el solidario banco lo llama a decirle que le adeuda cerca de 500 millones y que deberá pagar con lo que él tenga y que perseguirá los bienes hasta de su sociedad conyugal y al mejor estilo de Pablo Escobar que buscará los de toda su familia, así se lo hizo saber el flamante abogado asignado por la entidad financiera. Momento exacto para seguir pensando en el inhumano proceder de los bancos.