IVÁN ECHEVERRI VALENCIA

En Colombia,  en los últimos 20 años, han dirigido los destinos de la nación un grupo político que ha ejercido una hegemonía con relativo éxito, en los que prevalecen más los desaciertos que las cosas positivas que hayan estabilizado al país  en temas tan sensibles como: la paz, la lucha contra el hambre, el desempleo, la  educación, la seguridad y sobre todo en combatir la corrupción que se constituye en la madre de todos los males.

Este grupo hegemónico no ha estado solo, se le han unido la mayoría de las vertientes políticas, los conglomerados económicos y todo aquel que quiera un favor en provecho personal o de los suyos, sin importar el interés general que es lo que busca ciertamente el servicio público.

La actual dirigencia ha perdido en grado sumo la credibilidad  y la confianza que el pueblo les profesaba, porque se encuentra  cansado de tanta porquería aunado de la desesperanza de contar con una vida mejor.

Ad-portas de unas elecciones para el Congreso que es la mesa directiva de la nación, la que le corresponde dirigir, coordinar, ejercer el control político del gobierno de turno como reglamentar el presente y futuro del país; se han presentado miles de candidatos de todas las especies en los que sobresalen los “independientes”, los patrocinados  por el partido de gobierno y sus socios; otros por los que han usufructuado de la mermelada, de la corrupción, de los contratos y cargos públicos y los non santos que cuentan con el apoyo encubierto de paracos, narcotraficantes y otras clases de bandidos.

Hoy nos encontramos frente a un gran bazar de propuestas, desde las más obvias hasta las más inverosímiles e irrealizables que solo causan una profunda hilaridad y a veces hasta rabia por creernos bobos.

Esta columna lo único que pretende es generar conciencia de la importancia de salir a votar entre los que generosamente me leen.

El artículo 258 de la Constitución Política señala: “El voto es un derecho  y un deber ciudadano. El Estado velará porque se ejerza sin ningún tipo de coacción y en forma secreta por los ciudadanos…”, por lo que nadie debe dejarse manipular por microempresarios de la política, ni por quien le compra su voto, ni por los promeseros de puestos y muchos menos por quien les ejerce presiones de que si no votan por el suyo pierden su empleo.

Es la hora de la verdad, después de sobrevivir a las afugias económicas, la pandemia y a la desconexión del Estado y la clase política y empresarial es la de salir a votar, porque es la única voz que tienen los ciudadanos de ser escuchados.

El voto es un derecho y una responsabilidad que nos otorga la democracia la cual no podemos ignorar, para poder exigir  una sociedad más justa y equitativa. Abraham Lincoln decía “el voto es más fuerte que una bala” y yo le agregaría que una piedra o una bomba molotov.

¡Vota de manera libre y a conciencia por el sueño de un mejor país!