Por: Balmore González Mira

No solo cuando los famosos, youtubers o poderosos estallan las redes sociales y se quejan de los malos servicios aéreos en el país, se deberían atender las súplicas, quejas, maltratos y malos momentos de los miles de usuarios de este fundamental servicio público para la sociedad. Pareciera que la superintendencia responsable fuese la autora del tema famoso aquel  que narra la historia de la  ciega, sorda y muda.

Si existe algún placer en la vida es poder transportarnos rápidamente de un lugar a otro bajo la ágil figura de volar en una imitación casi perfecta del hombre a las aves de la naturaleza; esto incluido cuándo nos tocan dos o tres horas o más de espera en los aeropuertos, sumada una de trayecto terrestre para abordar un vuelo de media hora; o al contrario, cuando estos mismos tiempos son invertidos en la espera para hacer un vuelo de 10, 12 o más horas traspasando los océanos para llevarnos a otras latitudes.

Sin embargo esto se vuelve todo un martirio, cuando las horas pasan y pasan, el día se vuelve una eternidad  y las aerolíneas no son claras en qué momento se realizará el vuelo y llega la incertidumbre con todo un viacrucis para el usuario de si su sueño o necesidad de volar si se le va a cumplir. La odisea de muchos pasajeros se va construyendo en la medida que se agotan sus recursos y requieren llegar a su destino con urgencia.

Recuerdo hace ya algunos años que los servicios a bordo eran gratuitos o estaban incluidos en los costos de los pasajes, llevábamos o traíamos  varias maletas en bodega y hasta las sillas eran más amplias en todo el avión, casi tan cómodas como las de primera clase hoy. Ahora hay más sillas dentro, más estrechos, los servicios de vuelo los cobran y solo permiten llevar maletas de mano y el resto las facturan por pesos y tamaños; y ni que decir con la ley del más poderoso, sino te cumplen con los horarios y trayectos, cómo dice una famosa youtuber en Colombia, “de malas”, pero vaya que uno llegue tarde por cualquier circunstancia o que tengas que aplazar el vuelo, la penalidad es más costosa que el mismo pasaje original. La amabilidad de las azafatas y auxiliares de vuelo ha mejorado sustancialmente, aunque otrora, la mayoría ya la tenían.

Quienes hemos utilizado estos servicios registramos con poca satisfacción como el cumplimiento se convierte en un gran aplauso por su escasez y como las quejas son permanentes por los, muchas veces, irresponsables y desafortunados tratos al usuario. Hoy volar en Colombia es un verdadero calvario, cuando debería seguir siendo todo un placer.

Deberíamos aprender de otras sociedades, recientemente a  mi hija en Europa  un vuelo le fue cancelado en la noche  y la aerolínea  envió a todos  los pasajeros a un hotel con excelente servicio, los transportaron desde el aeropuerto, en la mañana siguiente hubo un muy buen desayuno, los llevaron nuevamente al aeropuerto, luego los llevaron al destino que tenían  y les presentaron disculpas por las molestias, retrasos y daños causados, el valor del pasaje como  indemnización en euros, completó el cuadro del pequeño y desafortunado incidente. Cuanto por aprender en nuestro país, cuando haya autoridades que la ejerzan con la capacidad legal que les da la norma y que realmente sean respaldados para poner en cintura un placer y un gran servicio que se ha convertido, cómo ya lo hemos explicado suficientemente, en un verdadero viacrucis.

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